Opinión > COLUMNA/ LUIS ROUX

Sea usted censor

La censura a las obras de teatro en las que se simule el acto de fumar duró muy poco, aunque fue dictada con las mejores intenciones
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12 de mayo de 2019 a las 05:00

El gran problema de la democracia está en su propia esencia: se deben respetar ciertas libertades fundamentales de los gobernados y una de ellas es la de expresión artística. 

No hay más remedio que permitir que el arte simule todo tipo de situaciones. No se puede prohibir que se simule un delito, por grave que sea el delito. El gobierno uruguayo se olvidó de esta verdad elemental y envió un comunicado a todas las instituciones teatrales del país en el que se les informaba  que estaba prohibido que se encendieran cigarrillos de utilería o electrónicos para representar el acto de fumar y también que los usaran apagados.

“El acto de fumar, aunque sea con cigarrillo apagado o con productos que simulen ser cigarrillos, está comprendido dentro de las prohibiciones establecidas”, decía la carta y advertía que el Ministerio de Salud Pública estaría a cargo de los controles pertinentes y aplicaría las sanciones previstas.

El intento duró lo que un lirio. Menos de 10 días después, ya circulaba un texto oficial que lo dejaba sin efecto. Lo que sucedió en esos días fue que, no solo los teatreros, sino cualquiera que tuviera la oportunidad de opinar de forma pública, condenaron el acto de censura, llamándolo por su nombre: una gran estupidez.

Pronto quedó claro para cualquiera que no se trataba de la censura específica sino del intento de censurar en sí. Es obvio que si censuramos la simulación de conductas que queremos desestimular, entonces tendremos que revisar todo el teatro universal y prohibir casi todo.
Porque el acto de censurar es altamente adictivo. Una vez que se le toma el gusto, es difícil de abandonar. Por eso cada vez que asume un gobierno autoritario empieza a censurar y no para.

Si de mí dependiera, si yo fuera el gran dictador, mi primer paquete de censura incluiría una serie de medidas para mejorar la salud mental de la población. “Queda terminantemente prohibida la emisión en vivo o por medio de una grabación, de cualquier canción que pertenezca al género reggaetón en espacios públicos abiertos o cerrados y por cualquier medio de comunicación”.

¡Cuánto más agradable sería la vida de los uruguayos si se acatara esa sana prohibición! El Ministerio de Bienestar Mental (MBM) de mi gobierno estaría muy atareado. Y si a usted le gusta el reggaetón, no lo diga en público, porque sería apología del delito. Cántelo en su casa.
Y ya que estoy prohibiendo esos falsos ladridos, también prohibiría los verdaderos: los ladridos de los perros. “Todo dueño o dueña de perro o perra deberá enseñarle a su can a no ladrar en público, so pena de la confiscación de la mascota, que será trasladada a un centro de silenciamiento dispuesto para su reeducación”.
¿Qué tal? El MBM trabajando para usted. Se acabaría ese cantito insufrible que tienen los locutores de radio y televisión. “Todo locutor o locutora que hiciere énfasis repetido en la misma sílaba de cada oración será advertido por las autoridades del MBM y si reincidiere será condenado a silencio público por un plazo no menor a seis meses”.
En materia de literatura hay mucho por hacer. Yo empezaría por los libros de autoayuda. Ya está: prohibidos. Y en cuanto a las artes plásticas, acabemos de una vez por todas con el arte conceptual. “Todo artista plástico del que haya fundadas sospechas de que es incapaz de pintar una naturaleza muerta, será pasible de ser sometido a una prueba y si fallare, se le prohibirá exponer su obra en público”.
Son medidas muy modestas, lo sé. Se podría censurar otro montón de discursos nocivos para el bienestar mental de la población, pero es un buen comienzo. ¿O no?
Usted, ¿qué censuraría? 

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