Martín Viggiano

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Tres perlas del Brasil

Un Gewürztraminer, un Moscatel de Alejandría y Corte Bordelés conmovieron mis papilas durante un viaje a Brasil
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26 de noviembre de 2013 a las 00:00

POR VALENTÍN TRUJILLO

Como dije en el post anterior, hace una semana viajé a Brasil invitado por el Instituto Brasileño de Turismo a conocer la zona el nodo vitivinícola de ese gigantesco país, ubicado entre Garibaldi y Bento Gonçalves, en el norte del estado de Río Grande do Sul.

De todo lo que tomé en Brasil quiero destacar tres vinos, dos de ellos blancos y uno tinto. Y también quiero hacer una mínima referencia a los platos con que los acompañé acá, cuando volví.

El primero es un Gewürztraminer de Almadén, varietal. La bodega Almadén es una de las bodegas más antiguas de los Estados Unidos (sino la más antigua), y desde 1973 se encuentra con presencia de viñedos en la zona de Santana do Livramento. Hoy en Brasil los vinos de la bodega Almadén dependen de la bodega Miolo.

Con el largo y germánico nombre de Gewürztraminer (en portugués, en broma, le dicen “Jesus pra mi”) , esta es una cepa oriunda de Alsacia, esa región limítrofe entre Francia y Alemania que cambió de manos a lo largo de la historia, por lo que hoy puede reconocerse la cepa como “francesa”. El que probé era de la cosecha 2013, un vino muy joven y fresco, de color amarillo muy claro con algunos tonos de dorado en el reflejo, en nariz posee una explosión floral, mientras en boca capté notas de manzana y una mineralidad de ataque intenso que luego se diluye con velocidad. Debe servirse lo más frío posible. Cuesta R$ 14 (140 pesos). Lo tomé con una ensalada de abundantes verduras frescas, croutons y huevo duro.

El segundo vino es otro blanco, de una cepa no muy conocida por estos lares: moscatel de Alejandría, de la pequeña bodega familiar Cristofoli. Ubicada en el distrito de Faría Lemos, en Bento, Cristofoli es una bodega (como la inmensa mayoría en la región) de descendientes de italianos del Véneto. Se encuentra en el Vale das Antas, una región que pretende conseguir su denominación de origen propia en Brasil.

Para los uruguayos, el nombre “moscatel” quizás les genere un dejo de mala fama, pero este vino no tiene nada que ver con ese prejuicio. El que yo probé era de la cosecha 2012 (es un vino para consumir joven), tenía un color amarillo claro, pajizo. En boca sentí una acidez muy agradable, alejada de cualquier toque dulce que uno pudiera sospechar.

Así como la Malvasía de Candia (una cepa oriunda de Creta), no es raro que los vénetos conozcan viene estas cepas del norte de África y Egipto, ya que durante 800 años estuvieron navegando como comerciantes por el Mediterráneo y trataron de primera mano con los productores del Cercano Oriente. Lo acompañé con comida armenia: con sarma (carne y arroz muy especiado envuelto en hojas de repollo; lo que los libaneses llaman mejshi) y calzó perfecto.Precio: R$ 12. Muy correcto.

El tinto que me reservo para el final es Corte Bordelés E, de la bodega boutique Vilmar Bettú. Vilmar, dueño de la bodega, enólogo y productor casi unipersonal del emprendimiento, es un auténtico personaje, nieto de vénetos, que merece por sí solo un post. El Corte Bordelés que tomé se trata de un vino complejo, compuesto por cinco cepas (Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Merlot, Tannat y Malbec), en proporciones que solo el criterio de Vilmar conoce, dependiendo de la añada.

Yo tomé un 2004, que estaba perfecto. Por supuesto que un vino que está nueve años esperando salir de la botella tiene una potencia inicial fuerte, y hay que dejarlo airear para que respire y se abra. Posee un color lila intenso y un brillo intacto a pesar del paso del tiempo.

En boca tiene toques de membrillo y frutas rojas (cereza, guinda) y un esfumado propio del paso por barricas de roble (carvalho, en portugués). A medida que el vino es va asentando se despliega una segunda batería de sabores, como canela y otras especies. Lo acompañé con unos canelones de verdura soberbios. Este gran vino es una colección muy exclusiva de apenas 200 botellas, cuesta R$ 125 reales ($ 1250) y vale cada peso que se invierte en él.

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