Nacional > "NI TODO ESTÁ PERDIDO"

Un colectivo que quiere darles voz a personas que viven en la calle

“Ni todo está perdido” apunta a mejorar las condiciones de esta población
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03 de noviembre de 2019 a las 05:00

Diez personas esperan en la puerta de un local en el Centro de Montevideo. Llegan otros y saludan de manera afectuosa. Pasadas las diez de la mañana ingresan y se sientan en sillas formando un círculo. Uno de ellos lee el orden del día y pide “respetar la dinámica que se maneja en la asamblea”. 

No es un gremio, pero funciona de forma similar. Cerca de 30 personas que viven en la calle integran el colectivo Ni todo está perdido (Nitep), que se reúne una vez por semana para organizarse y plantear soluciones a sus problemas. Se creó en octubre de 2018 cuando un grupo de personas en esta situación comenzaron a encontrarse en la sala de informática de la Facultad de Ciencias Sociales. 

Para hablar en la asamblea hay que levantar la mano y quien tiene la palabra es el encargado de darle el turno al siguiente orador. Siempre hay que dirigirse a “todos” y no a alguien en particular, y no se puede dialogar para no distorsionar la dinámica. 

Gracias al vínculo con la facultad, las personas que están en la calle van a talleres de vocería, gestión, redacción de proyectos y trabajan en comisiones –que llaman trincheras– para avanzar paso a paso en lo que necesitan conquistar de forma inmediata.

En algunas semanas se mudarán a una casa donada por la Intendencia de Montevideo, que utilizarán como espacio fijo para dictar talleres y hacer las asambleas. Solo lo tendrán durante tres meses, pero aspiran a presentarse a una licitación e instalarse por al menos dos años.

María Luzardo (50) es una de las voceras de Nitep. Carga en su espalda una mochila con todas sus pertenencias, mientras en su mano sostiene una libreta y una lapicera donde apuntó las ideas que se discutieron en las dos horas de asamblea. Hace menos de un año que está en la calle porque decidió “no ser un peso” para sus hijos.

Padece un trastorno psiquiátrico por el que tiene que tomar medicación, lo que también le impidió mantener un trabajo estable. De noche duerme en un refugio y de día hace feria para mantenerse. Mientras estudiaba Sociología para terminar quinto año de Bachillerato conoció el colectivo. “En la sala de informática había mucha gente de los refugios. Charlábamos y estudiábamos. Era un espacio abierto que se cerró”, dijo. Ahora no pueden utilizar las computadoras para buscar trabajo o comunicarse con su familia, porque algunas personas que concurrían durante el día robaron y rompieron algunas máquinas, por lo cual la decana Carmen Midaglia decidió limitar el acceso. 

Trabajo por proyectos

El colectivo trabaja en la redacción de un proyecto de ley sobre personas que viven en la calle con perspectiva de Derechos Humanos. Luzardo dice que aplicar la ley de faltas a las personas en esta situación es perjudicial.  

“Nos penaliza porque por dormir en la calle terminamos frente a un juez, como si fuera un delito y no lo es. Se habló de prohibir estar en la calle durante el día, no podemos ni acostarnos en un banco entonces”, sostuvo.

Dormir en la calle “es una experiencia que traumatiza a cualquiera y afecta tanto a nivel físico como emocional. ¿Imaginate estar las 24 horas en la calle? Ningún humano está preparado para eso, y nadie puede salir bien después”. Luzardo hace esta reflexión y afirma que todos los integrantes del colectivo “durmieron alguna vez en la calle”, por perder su cupo en el refugio. “En este  caso  tratamos de solucionar rápido esa situación, entre todos”, agregó.

En Nitep son conscientes que los refugios del Ministerio de Desarrollo Social (Mides) no son suficientes, y que llevar a las personas en las noches frías y lluviosas es “un parche”. “No hay cupos. Van una noche y después vuelven a la calle, necesitamos cambiar eso y tener una ley pensando en los DDHH”, zanjó.

Otro proyecto en el que están trabajando es en las recorridas por barrios periféricos “que el Mides no recorre durante la noche”, aseguró la vocera.  “Hay dos puestos rotativos que van a ser para gente del colectivo y vamos a tener una preparación previa para hablar con esas personas y ver cada situación”, y agregó que “cada caso es particular y hay que saber llegarle a esa persona. Capaz que tiene un problema de salud mental, adicciones y alcoholismo, que se agravan al estar en la calle”. Luzardo sabe que hay personas que eligen no ir a un refugio porque tienen mascotas o muchas pertenencias que van a tener que dejar afuera. Sin embargo, hay otros casos en los que “no tienen información”.

Al plan de alimentación saludable también se le dedica un buen tiempo de la asamblea. La idea es generar un merendero con comida sana pero producida a bajo costo para personas en situación de calle. En los refugios cenan y desayunan, pero algunos durante el día solo toman mate porque no tienen qué comprar.

Dificultades

Armar un currículum y colocar la dirección de un refugio del Mides es motivo suficiente “para que no te llamen de ningún trabajo”, según Luzardo. Los prejuicios de que las personas de la calle roban o todas tienen adicciones hace que las posibilidades de empleo se limiten a trabajos informales en la mayoría de los casos. “La gente no conoce bien la situación y no nos da la oportunidad pero yo los entiendo, porque la calle está muy difícil y hay que fijarse muy bien a quien metes en tu casa”, dijo.

Los alquileres a precios altos son una de las causantes que, según Luzardo, aumentó la población en la calle. Para solucionarlo también trabajan en un proyecto. “Queremos elaborar algo para que haya una forma de acceder a una garantía, y por qué no podemos formar en algún momento una cooperativa de vivienda y ayudarnos a levantar nuestras casitas”, contó.

El rostro de Luzardo se entristece aún más cuando cuenta sobre los peligros a los que se exponen las personas en su situación. “Es horrible vivir en la calle, uno también tiene miedo de que te roben. Estamos expuestos, nos pasa lo mismo que a cualquier ser humano”, afirmó.

Las muertes por hipotermia se cuentan con un nudo en la garganta dentro del colectivo, y entre todas las iniciativas que discuten para mejorar su situación, enterarse de estos casos es un golpe anímico muy fuerte. “Nos enteramos que alguien murió por hipotermia porque no había lugar en el refugio, nos pone muy mal.  A veces estamos mal comidos y no aguantamos”.

Luzardo dice que de a poco ha ido cambiando la imagen que tiene la sociedad de las personas que viven en la calle, y este colectivo ayudó a que su voz sea escuchada. “Quisimos tener la voz que nunca tuvimos porque nunca se nos escuchó ni preguntó nada. Todo el mundo opina, la sociedad en general, y a nosotros se nos tapa la boca”, aseguró.  

Afirma que todavía falta un largo trecho para que la gente no pase y mire para otro lado, y entiendan que la solución pasa por la sociedad en su conjunto. “No nos quieren ver, por eso los refugios permanecen los domingos abiertos, tratan de sacarnos para que los turistas no nos vean. Todavía somos una molestia”, sintetizó.

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