Un gobierno limitado

Desde el exterior, especialmente desde aquellos foros, medios de comunicación o círculos de opinión donde no se conoce la realidad política, social y económica de Argentina, se levantó una gran sorpresa. Pocos logran entender que haya ganado un candidato liberal, con actitudes personales excéntricas y, como se rotula ahora, de “extrema derecha”, aunque esta sea una etiqueta tan grande que no se sepa bien qué es lo que cabe dentro. Más difícil de explicar (o de entender) hubiera sido una victoria del ministro de Economía de un país al borde la hiperinflación, con casi un 50% de pobreza, sin crédito interno ni externo, con reservas internacionales negativas (todo un logro, por cierto, ya que implica gastarse los encajes de los bancos en el Banco Central que no están disponibles).

En Argentina muchos se tiran de los pelos quizá por el miedo que lograron instalar Massa y la dirigencia kirchnerista, especialmente entre sus propios seguidores. Y se ven venir una poda de derechos y privilegios. Pero, ¿se puede estar peor de lo que se está? Parece que sí, para muchos. Sobre todo para los que usufructúan del estado.

Con todo lo que Milei ha dicho, en precampaña, durante la campaña y en estos días, hay algo que parece claro: el 55% de la población no ha votado a la Escuela Austríaca ni a las ideas de Hayek o Mises. La gran mayoría solo oyó hablar de ellos a través Milei. No son conversos al liberalismo económico. Ni al tan denostado “neo”, ni al más respetado pero poco conocido liberalismo original. A duras penas conocen “las ideas de Alberdi”, a las que tantas veces Milei ha hecho referencia. Pero Alberdi es conocido, no solo por sus ideas, sino por haber redactado la magnífica constitución de 1853. Y seguramente esa parte de los libros de historia es conocida de los argentinos. Aunque “las ideas de Alberdi” respecto de los equilibrios constitucionales, la independencia de la justicia, el respeto a la propiedad privada y a los derechos individuales, fructificaron solo durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX. Luego se perdieron en la niebla del populismo, y allí comenzó la decadencia argentina.

El voto Milei del domingo, sí puede ser un voto anti estado, anti corrupción, anti politiquería barata, anti K. Pero que sea un voto pro libertad de mercados, está por verse.

Por de pronto, el de Milei será un gobierno limitado. Limitado por sí mismo y limitado por voluntad del propio Milei.

En su discurso de la noche de la victoria, Javier Milei dijo que su gobierno tendría “tres premisas muy simples: un gobierno limitado que cumple a rajatabla con los compromisos que ha tomado, respeto a la propiedad privada y comercio libre”. Pretende Milei, al menos en la teoría previa al 10 de diciembre cuando se siente en el sillón de Rivadavia y vea que es como estar sentado en una picadora de carne, hacer de su gobierno uno limitado por oposición a uno amplio. Uno que se concentre en pocas cosas y que deje más margen a la acción de los ciudadanos. Y, eso sí, un gobierno que cumple a rajatabla los compromisos que ha tomado, cosa en la que han fallado una y otra vez gobiernos de todo signo en la Argentina. Y no solo en materia financiera, sino en general. Ya lo hemos sufrido nosotros con el bloqueo de los puentes a principios de este siglo, aunque ello iba contra la letra y el espíritu del Mercosur.

Con todo, ese “gobierno limitado” tendrá mucho que hacer. Por de pronto, desactivar la bomba de relojería montada en las finanzas públicas y en el funcionamiento de la sociedad argentina, impidiendo así que desencadene una crisis hiperinflacionaria y un colapso social, ya que estas son las consecuencias inevitables de las hiper. De esos fenómenos devastadores, de los que Argentina ya tiene dos experiencias  recientes en 1975 y 1989. Un triste récord, que quizá no recuerdan bien quienes analizan desde el exterior la situación dramática del país y comparan alegremente a Milei con Trump (un gran proteccionista) o con Bolsonaro (un militar nostálgico que nada sabe de mercados libres ni de libertad).

Por otra parte, el gobierno de Milei será limitado en sí mismo. Al carecer de mayorías parlamentarias propias deberá tejer alianzas. Y en las alianzas deberá resignar varias de sus principales banderas ¿Cuáles? No se sabe. Pero la dolarización corre riesgos aunque Milei reafirmó que el cierre del Banco Central no es negociable.

En última instancia, lo que está en juego no es “dolarización sí, dolarización no”. Lo que importa es un gobierno limitado, que repete la división de poderes y sobre todo la independencia de la justicia (sobre la que hizo tierra arrasada el kirchnerismo, que tenga sus cuentas en orden, que cumpla con su compromisos, que establezca una nueva institucionalidad sobre la que pueda potenciarse el talento argentino, que lo hay de sobra.

Gobierno limitado pues, pero con un enorme desafío inicial: zafar del precipicio al que se dirige alocadamente la Argentina. Una tarea digna de Hércules. Quizá fue la gravedad de la situación por lo que Milei tuvo esta votación y esta oportunidad. No es tarea para tibios. Como le dijo el Papa Francisco esta semana en llamada telefónica, se requiere “coraje y sabiduría”. A lo que Milei respondió: “Coraje tengo y sabiduría estoy trabajando en ella”. Ojalá la encuentre porque levantar un país en ruinas no es tarea de un solo hombre ni de un solo tiempo.