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Un lago de los cisnes entre lo clásico y lo contemporáneo

El coreógrafo Martín Inthamoussú presenta hoy su versión en el Teatro Solís
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13 de mayo de 2016 a las 05:00

En un mismo momento, el relato más conocido del ballet se desdobló, y permitió que sus aguas fluyeran por cauces diferentes. La semana pasada, mientras el Ballet Nacional del Sodre (BNS) representaba El lago de los cisnes en su casa, con coreografía de Raúl Candal y a beneficio de la ciudad de Dolores, la Compañía Martín Inthamoussú utilizaba el Club de Golf como escenario para ensayar ante el público su propia versión de la historia. Una en la que el diálogo habla un lenguaje distinto, mezcla de danza clásica con contemporánea, con sus propios contrastes.

El lago de los cisnes de Inthamoussú, que se estrenará hoy en el Teatro Solís, con funciones sábado y domingo, vehiculiza otro juego de dualidades, capaz de resignificar la clásica historia de un príncipe que, enamorado de una doncella convertida en cisne blanco, es engañado por el hechizo de un brujo y la seducción de un ave oscura.

"Trabajamos con la idea de enamorarse de un diferente. El ballet original lo veo desde ahí, de cómo el entorno te pide que te enamores de cierto modelo. Ahí empezamos a ver el enamoramiento y la performatividad en el amor: de quién me enamoro, quién dice de quién me tengo que enamorar, cómo me presento en la sociedad basado en el amor y qué es lo que realmente siento", señala a El Observador el coreógrafo y director general de las Escuelas de Formación Artística del Sodre.

En su coreografía, y en los pasos de su cuerpo de bailarines, el blanco deja de significar pureza, delicadeza y temor, en tanto que el negro ya no grita manipulación ni traición. "El blanco está relacionado al parecer, a lo que yo le quiero mostrar a todos, satisfacer las necesidades de los demás en cuanto a expectativas sociales y sexuales; y el negro es lo que llamamos el Ser, el lugar más oscuro y honesto que puedo tener", define Inthamoussú.

Más allá de lo exclusivamente conceptual, la visión del coreógrafo define una línea narrativa que recorre caminos similares, aunque diferentes al mismo tiempo, con la dramaturgia del actor, director y escritor teatral Gabriel Calderón, quien también ofició como "delegado del público", para asegurar la comprensión de esta puesta en escena.

Definida por el bailarín como "el viaje del 'parecer' al 'ser'", El lago de los cisnes cuenta con dos príncipes (Lucía Rilla y Jesica Schapira) y dos cisnes (Emiliano D'Agostino y Matías Tchomikian), un cuarteto de blancos y negros que representa, con los géneros invertidos, la performatividad del amor. En este caso, sin embargo, el hechizo mágico cambia, ya que es el dueño de un bar (el actor Federico Longo) quien lleva adelante un perverso experimento con sus clientes, empujándolos a la rivalidad, a la lucha por prevalecer.

"Detesto los espectáculos en los que tengo que leer un dossier para entenderlos (...). Ahí siento que la danza contemporánea a veces se distancia del público" - Inthamoussú


En otro registro

El lenguaje coreográfico de esta versión de El lago de los cisnes es una búsqueda en sí misma. Aunque el tono va cambiando según el "viaje" de los personajes, Inthamoussú hace convivir con fluidez elongaciones, piruetas y empeines marcados del ballet con técnicas del contemporáneo, trabajo de piso, inclinaciones y movimientos espasmódicos que reflejan el debate interno.

"Yo no tomé pasos de (Marius Petipa, el coreógrafo de El lago de los cisnes clásico), sino dibujos coreográficos", explica Inthamoussú. "Transformé los pasos en otra cosa, que para mí tiene mucho que ver con bajarlo a tierra, dialogar con el ballet tan aéreo y trabajar con la gravedad", agrega.

"Para mí ellos hacen un recorrido del blanco al negro, pero también de lo humano a lo animal, para llegar a lo más visceral que tenemos. No es que los veas y digas que son cisnes. Es algo que trabajamos mucho porque es muy tentador entrar en eso. Está bien al principio, pero en un punto se tienen que empezar a romper, y transformarse en otro tipo de animal, más 'bicho', con movimientos más musculares", comenta.

Entre dos mundos

Aunque admite que tiene una lista de ballets clásicos que le gustaría versionar, la historia de El lago de los cisnes fue una de las que más lo atrajo, tras su propia lectura de El cascanueces, en 2009. En este caso, Inthamoussú mantiene la música original de Piotr Ilich Chaikovski y responde a un formato de función de ballet clásico, con dos horas de espectáculo que incluyen un intervalo, algo inusitado para la danza contemporánea.

"En el proceso se me cruzó una feminista, la autora Judith Butler, y empecé a leer mucho sobre la performatividad del amor", comenta. "Entonces me empecé a cuestionar también, sabiendo la historia de Chaikovski, un homosexual que había vivido reprimido, cuál era la metáfora que él quería plantear", interrogantes que lo llevaron a cambiar los géneros de la obra. "No tendría que importar si es una mujer o si es un hombre. Eso tiene que ver mucho con el machismo en el ballet clásico, el rol que juega la mujer. Es un ambiente muy machista, y las historias se narran desde una perspectiva machista", añade.

Aunque la teoría de Butler ayudó en la construcción de la obra, Inthamoussú prefirió no mencionarlo en el programa. "Detesto los espectáculos en los que tengo que leer un dossier para entenderlos. Necesito conectar con el público desde la emoción, desde el movimiento. Y todo lo que a mí me sirva para llegar a ese punto es un proceso interno. Ahí siento que la danza contemporánea a veces se distancia del público y los trabajos se vuelven herméticos. Creo que ese es un gran error, porque entonces el público siente que no entiende, y muchas veces no vuelve a elegir danza contemporánea".

Con una mayoría de bailarines egresados en su compañía, Inthamoussú rescata la importancia de una formación mixta, capaz de explotar la versatilidad de los bailarines. "No me creo eso de entrar por la puerta de atrás. Me parece que tenés que tener una base sólida, técnica, que te permita después hacer lo que quieras. Creo que es un problema de las nuevas generaciones el de entrar por otro lugar. Es una manera de hacerlo, pero me parece que después, en algún momento falla, porque te faltan herramientas (...). Creo que un bailarín contemporáneo de 2016 tiene que manejar códigos", señala.

En su caso, con formación en clásico que luego migró al contemporáneo, los grandes escenarios como el del Sodre o el del Solís, en este caso, permiten nuevas oportunidades y demuestran la magnitud de público que existe para la danza contemporánea. "Una vez que entraste en el trabajo de este tipo de teatro, tenés un mundo por recorrer. En Montevideo hay un mundo para recorrrer creo que en la danza contemporánea también".


Datos


Dónde. El espectáculo se realizará en la sala principal del Teatro Solís.
Cuándo. Las funciones se realizarán hoy y mañana a la hora 21, y el domingo 15 a las 19.30.
Cuánto. Las entradas van desde $ 190 a $ 530.




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