Fue un proceso de minutos. No como una bomba, que explota y listo. Lo primero que notó Fernando Faccio fue que uno de los carteles de la pared se inclinaba. Quiso cerrar las rejas "por si pasaba algo" pero lo agarraron de la camisa y lo tiraron para atrás. El cartel se inclinó un poco más. Y entonces, ahí sí, todo se derrumbó: 108 años de historia familiar, de vida de farmacia, de museo, de patrimonio.
La farmacia Atahualpa fue fundada por la familia Faccio en la intersección de las calles Reyes y avenida Millán, en aquel entonces Villorrio de Atahualpa (Montevideo). Era una época de caballos y carruajes que iban por senderos de tierra.
La pasión por la farmacia surgió en Héctor Faccio muy temprano. Nació en 1914 y desde pequeño dedicaba los ratos libres a ver a su padre preparar fórmulas. Sentía que la farmacia era un templo, un lugar sagrado con un aroma muy particular y el farmacéutico un personaje respetado y admirado. Este universo cautivó en Don Faccio la admiración siendo apenas un niño. Para 1935 decidió dedicar su vida a esta profesión que tanto contribuía a la salud de la comunidad.
Atahualpa era una de las pocas farmacias situadas fuera de la Ciudad Vieja, que ayudaba a médicos con sus recetas y preparaciones. Los vecinos iban con frecuencia, ya que llegar hasta alguno de los hospitales exigía recorrer largas distancias con un enorme tiempo.
Hasta el día de hoy la farmacia Atahualpa mantiene viva la tradición familiar. Actualmente el director es Diego Faccio, nieto de Héctor, quien recibió a El Observador para apreciar lo que fue la reinauguración de Atahualpa en el local de siempre tras "cinco largos años" ubicados en otro lado. Esto como consecuencia del derrumbe del 28 de marzo de 2016.
La histórica farmacia mantiene aspectos de otra época: paredes y puertas altas, como también ventanas con forma de semicírculo. Pero lo que más hace trasportarse al siglo pasado es la exposición que tiene a su derecha: el museo. Ochenta y siete años más tarde de su fundación se inauguró el “Museo de la Farmacia”.
Allí se ven frascos que contienen sustancias que datan de aquella época, balanzas, un cuaderno de recetas médicas, algunos cuadros sin colgar, más frascos de todos los tamaños posibles, una foto de Don Faccio del día en que se casó, dos jarrones, cabezas de Geniol, más frasquitos y botiquines. El edificio tiene unos 180 años y fue declarado de interés histórico y considerado Patrimonio por la Intendencia de Montevideo. Dentro de la farmacia hay artículos históricos de la farmacéutica nacional y por eso se la considera una farmacia-museo.
"Mi padre había nacido en la farmacia y por ochenta años se conservaron los muebles y productos. Es lindo mostrar estas cosas", sostuvo Diego.
Según contó Faccio, OSE hizo una perforación muy cerca de la pared. "Estamos hablando de 50 centímetros y que quedó sin compactar y por mucho tiempo abierto", relató. La construcción era de 1850, es decir, paredes muy anchas y fuertes. "OSE hizo una perforación a la altura que tenía el sótano. El tema es que entró agua por las paredes y la filtración debilitó a la pared". Faccio comentó que pidieron varios informes a técnicos e ingenieros para buscarle una explicación a lo que ocurrió. Luego de cinco años, hasta el día de hoy siguen en juicio contra OSE por el derrumbe.
Ese día, 28 de marzo de 2016, estaba su hermano Fernando, cinco funcionarios y un cadete. Nadie salió herido. El último cliente se había ido un minuto antes. Había una chica sentada esperando el ómnibus justo en el lugar donde cayó esa ventana. Rodrigo, que trabaja en la farmacia, fue el único que salió por la puerta de adelante, todos salieron por la puerta de atrás. Vio a la joven y le avisó. Segundos pasaron de esa advertencia cuando se derrumbó la pared.
Faccio contó que no tenían un seguro con cobertura para derrumbes. "Creo que nadie lo tiene y ni se ofrece", dijo y siguió: "Económicamente quedamos muy complicados. Pudimos alquilar en frente, en donde estuvimos los cinco años, es un local más chico que nos permitió estar vivos". Hace dos que construyeron la nueva torre.
Se derrumbó todo, no quedó nada, solo un muro por la calle Reyes. Al estar declarado como Patrimonio por la Intendencia, no se les permitía tirar abajo el muro que sobrevivió. "Les pedíamos tirar abajo ese muro por un tema de seguridad y era imposible", dijo y agregó: "Así estuvimos por dos años y medio, parecía un cementerio".
Lo único que se salvó de aquel derrumbe fue el museo.
Según Diego Faccio, se mantiene la esencia de la farmacia y esto tiene que ver con la presencia del museo. El museo ahora ocupa menos espacio que antes y las góndolas ya no son de madera como solían serlo.
Bastó con preguntarle qué siente por la farmacia para que los ojos se Faccio se llenen de lágrimas que no dejó caer. "Siento un peso muy fuerte", dijo con un nudo en la garganta y continuó: "Es como si fuera mi casa o más. No sé cómo explicarlo, es muy fuerte".
Luego de su derrumbe, las presiones económicas se volvieron protagonistas, pero vender la farmacia nunca fue una opción para los Faccio. "Teníamos que morir con las botas puestas, si hubiese sido cualquier otro negocio tendríamos que haberla cerrado". De todas formas. Se sinceró y concluyó: "Con el diario del lunes no hubiese seguido con esto por el estrés económico que trajo".
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