Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > CRÍTICA DE CINE

Un wéstern para estos tiempos violentos

El nuevo filme de Quentin Tarantino, Los ocho más odiados, mantiene todos los rasgos característicos de su obra y ofrece una historia cargada de tensión, sangre y varias risas
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09 de enero de 2016 a las 05:00
A Quentin Tarantino le preocupa la violencia. Tanto es así que se lo vio en marchas contra la brutalidad policial en las calles de Nueva York y ha hablado en varias entrevistas sobre la violencia racial que aún afecta a Estados Unidos.

Y estos temas se reflejan también en Los ocho más odiados, su octavo filme, que a pesar de estar ambientado en los años siguientes a la Guerra Civil estadounidense, muestra que a nivel de racismo las cosas no han cambiado tanto, aspecto que también dejó en manifiesto en su anterior trabajo, Django sin cadenas (2012).

De todas maneras, esto es solo parte del trasfondo de una historia de misterio e intriga narrada con la maestría habitual de Tarantino, en la que combina momentos de tensión y adrenalina pura con extensos momentos de calma excesiva, que le imprimen a la película un ritmo irregular que se hace notorio.

Los ocho del título son John Ruth (Kurt Russell), un cazarrecompensas que lleva a su botín más reciente, Daisy Domergue (Jennifer Jason Leigh) a ser ejecutada al pueblo de Red Rock, en Wyoming, noroeste estadounidense. En el camino son acompañados por Marquis Warren (Samuel L. Jackson), otro cazarrecompensas y antiguo soldado de la Unión en la Guerra Civil, y el antiguo soldado confederado Chris Mannix (Walton Goggins), el nuevo sheriff de Red Rock.

Cuando una tormenta los obliga a pasar algunos días en un lugar llamado la mercería de Minnie, se encuentran allí con el vaquero Joe Gage (Michael Madsen), el verdugo Oswaldo Mobray (Tim Roth), el viejo general confederado Sanford Smithers (Bruce Dern) y el mexicano Bob (Demián Bichir).

La cuestión es que uno o más de estos últimos están asociados a Domergue, por lo que Ruth y Warren deberán descubrir el misterio antes de que ellos acaben muertos, un argumento que en algunos puntos recuerda a Reservoir Dogs, la ópera prima de Tarantino.

A pesar de esto último, el director de Tennessee no cae en el autoplagio, aunque sí mantiene varios de sus rasgos característicos. Allí están la división en capítulos (anacrónicos), los chorros de sangre inacabables, la resurrección de un género postergado por el cine como el wéstern, varios de sus actores fetiche (Jackson, Madsen, Roth) y grandes monólogos. Los ocho más odiados es una película 100% de Tarantino, lo cual es probablemente lo que el público va a buscar de todas formas.

Los guiños al wéstern clásico están determinados por detalles como la tipografía de los créditos, así como por la banda sonora a cargo de Ennio Morricone, autor de tonadas memorables del género como The Ecstasy of gold o el tema principal de El bueno, el malo y el feo. El aporte del compositor italiano es maravilloso, y se combina a la perfección con, por ejemplo, la secuencia inicial del filme, donde se ven varios paisajes montañosos nevados con el redoble de tambores y unos tétricos instrumentos de cuerda y teclados marcando la melodía.

Pero Tarantino le da su giro propio con su estilo habitual, que incluye diálogos divertidos, cargados de sarcasmo y mordacidad, que en manos de Kurt Russell o, sobre todo, del inmenso Samuel L. Jackson, se convierten en joyas. Cabe destacar también el trabajo de Jennifer Jason Leigh, que a base de expresiones, escupitajos, gruñidos y unas cuantas líneas de diálogo se convierte en uno de los destaques entre tantos personajes.

Sin tanto tiempo en pantalla, pero en un rol que llama la atención por lo alejado de sus papeles habituales, está Channing Tatum, quien encarna a un encantador pero sádico y violento criminal.

Por otra parte, el director filmó la película en 70 mm, un formato que no se usaba desde 1966 y que refleja su gusto por el celuloide y lo clásico. La versión que se verá aquí no tiene ese formato, lo que además implica que es una versión más corta (al menos unos 20 minutos) del filme, que ya de por si roza las tres horas de duración.

Más allá de su extensión, Los ocho más odiados es una gran incorporación a la obra de Tarantino. Una película que sobre la base de un género viejo no deja de sentirse actual y moderna, y que logra generar una tensión cautivante.

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