La decisión fulminante del presidente Lacalle de ordenar al directorio de Antel dar marcha atrás en la presupuestación de más de 800 funcionarios del ente y de solicitar la renuncia del presidente Guillermo Iglesias, recientemente designado por el propio gobierno, es un hecho muy poco habitual. Hubo presidentes de entes que cometieron mayores errores en el manejo de los recursos públicos a los que no les llamó siquiera la atención. Baste recordar las enormes pérdidas de más de US$ 800 millones de Ancap bajo la presidencia de Raúl Sendic que no causaron alarma alguna en el gobierno de José Mujica. La caída de Sendic se genera después, siendo vicepresidente de la República, al revelarse el manejo de tarjetas corporativas poco ortodoxo en cosas de poca monta, y máxime si se comparan esas cifras con la enorme pérdida que el estado tuvo que capitalizar a costo del contribuyente.
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