Niki Lauda luego del accidente de 1976

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Una nueva cara para el héroe

La historia de Niki Lauda, el famoso corredor de Fórmula 1, retratada recientemente en la película Rush, tiene todos los condimentos de una leyenda mítica griega
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24 de febrero de 2014 a las 18:20

A lo largo de la historia del cine, el rostro de muchos personajes varía como reflejo de cambios que también son internos. Así, se puede ver y constatar que luego de que Michael Corleone, en El padrino, recibió un golpe tremendo en la cara por parte de un policía, una personalidad avasallante y violenta afloró de su ser, que lo llevó a transformarse en el jefe de la familia. Todo el proceso de cicatrización de la herida lo hace en Sicilia, con el significado metafórico que esto tiene para un futuro capo mafioso.

Hay otros ejemplos, como El Guasón en Batman (de hecho, estas deformaciones abundan en el mundo del cómic). Pero hay algunos casos de la vida real donde se produjo este cambio, como Scarface, o como a la que quiero referirme hoy: la del piloto austríaco de Fórmula 1 Niki Lauda. En 2013 se filmó una película sobre una parte de la vida de Lauda y concretamente del campeonato de Fórmula 1 de 1976. Si bien el filme es maniqueo y simplón, toma un momento fundamental de la historia del austríaco: su cambio de rostro.

Un día de agosto de aquel año Lauda sufrió un accidente en el circuito de Nürburgring, Alemania. Debido a condiciones del clima adversas y a las enormes dificultades que presentaba el circuito, Lauda, ya campeón con Ferrari en 1975, llamó a boicotear la carrera, aduciendo motivos de seguridad. Pero la mayoría de los pilotos votó por correr. Ese día Lauda sufrió un choque que produjo la explosión del tanque de combustible de su auto. El piloto estuvo un minuto dentro del auto en llamas, inhaló gases y si bien salió caminando, en seguida entró en coma. Recibió atención médica inmediata, pero el daño estaba hecho.

Cuando se creía que se había perdido a un gran piloto, de forma sorpresiva Niki Lauda apareció ante el mundo seis semanas después del accidente, con una imagen de shock: la cara quemada, la oreja derecha derretida, un antifaz de piel oscura a la altura de los ojos, sin cejas, sin pestañas y con un injerto cutáneo en la frente que no le dejaba crecer el pelo. Además, un casco de vendas le rodeaba la parte superior del cráneo. El muchachito austríaco dientón, casi imberbe y simpático, metódico y veloz, ahora se había convertido en un monstruo. Y contra todo pronóstico corrió, y con enormes dificultades terminó en la cuarta posición.

Luego pierde ese campeonato por un punto sobre el británico James Hunt (sobre quien la película genera una rivalidad que en la práctica era una honesta amistad), pero vuelve a obtenerlo en 1977 y en 1984.

En 1949, el investigador en mitos estadounidense Joseph Campbell publicó su famoso libro El héroe de las mil caras, donde realiza un análisis minucioso de las diversas etapas que debe recorrer un héroe para llegar a insertarse dentro de una narración que lo englobe. Luego de estudiar cientos de leyendas de diferentes pueblos, la mitología griega y muchos cuentos medievales de varias tradiciones populares, Campbell lega a la conclusión de que el héroe pasa por unas 12 etapas estructurales en cada relato.

Y la historia de Niki Lauda cumple con muchos de esos 12 pasos del héroe. Surge del mundo ordinario y recibe una llamada para realizar una aventura asombrosa. El héroe encuentra un mentor (en el caso de Lauda, el equipo Ferrari), que lo entrena y desarrolla su talento. El héroe abandona el mundo ordinario y atraviesa el umbral de n mundo mágico. El héroe recibe pruebas de su don, sufre dificultades y gana elogios. Pero debe enfrentarse a una prueba de vida o muerte que lo modificará por el resto de sus días. Lo hace, pero esa prueba le deja una marca para siempre. Niki Lauda cumplió cada uno de estos pasos y salió triunfador. Si bien su rostro debió sufrir frente al espejo cada mañana, sus dedos volvieron a destapar una botella de champaña tras otra. ¿Cuántos quedaron por el camino, sin siquiera tener un raspón a quien justificarse frente a un espejo olvidado?

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