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Una república fallida

En los últimos 70 u 80 años, las crisis financieras periódicas y el retroceso económico han sido una constante, con gobiernos militares, peronistas, radicales y ahora con un gobierno ni de uno ni de otro
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07 de octubre de 2018 a las 05:03

A  nadie cabe duda que Argentina es uno de los países mejor dotados de recursos naturales. Lo tiene todo, desde alimentos hasta minerales. Tiene todos los climas. Tiene costas oceánicas, tiene abundancia de ríos y tiene montañas. Tiene feraces praderas. 
Tiene, y esto no es obra de la naturaleza, una Constitución admirable por su republicanismo, por su concisión y por su equilibrio. La redactó Juan Bautista Alberdi en 1853 y que, después de la reforma de 1860, perduró básicamente incambiada hasta la reforma de Memen en 1994 con un breve interregno en el que rigió la constitución peronista de 1949 pero derogada en 1956.
Tiene enormes talentos individuales en las artes, las letras, la música, el deporte. Tiene premios Nobel. Tiene destacados empresarios. En los últimos años, cuatro de ellos han fundado empresas de internet con valores superiores a los mil millones de dólares: son los famosos “unicornios”, esos animales mitológicos raros.

A principios del siglo XX, la Argentina se codeaba entre los cinco principales países por PIB per cápita y allí permaneció hasta la década del 30. Era un país más rico que la mayoría de los países europeos, a los cuales ahora mira desde abajo. Un dato muy interesante: comparando el PIB per cápita de Argentina con el de Australia se puede apreciar que a principios del siglo XX Argentina superaba ligeramente a Australia. En 2015, Australia supera netamente a Argentina pero más por drástico deterioro argentino que por mejora australiana.

A principios del siglo XX, la Argentina se codeaba entre los cinco principales países por PIB per cápita y allí permaneció hasta la década del 30.

La reciente crisis financiera y económica que le estalló al presidente Macri (en definitiva, la bomba de relojería que dejó armada Cristina Kirchner y que Macri no pudo o no supo desarmar a tiempo) muestra una vez más cómo Argentina viene cayendo cada 10 o 15 años en crisis profundas que no pueden explicarse ni por factores exógenos ni por “un” gobierno incompetente. Las crisis se han dado con gobiernos civiles y militares, con gobiernos peronistas y radicales, y ahora con gobierno ni peronista ni radical. Se han dado con entornos externos desfavorables y con entornos favorables. Es decir, en los últimos 70 u 80 años, las crisis financieras periódicas y el retroceso económico en términos absolutos y relativos han sido una constante. Argentina, con todos los puntos positivos que hemos señalado al principio, con una población alfabetizada y educada, de origen mayoritariamente europeo, ha tenido una enorme capacidad de involución. Ha perdido peso relativo en el mundo, donde se codeaba con los más poderosos, y sobre todo en América Latina, donde durante muchas décadas fue la mayor economía en tamaño de PIB y en PIB per cápita. Hoy, perdió su peso, su influencia y su prestigio.

¿Que pasó en medio del camino? Muchas cosas, pero sobre todo la destrucción sistemática de los principios republicanos. Se despreció la separación de poderes, se desconoció una y otra vez el estado de derecho, se ignoró la independencia de la justicia, se desconocieron los derechos individuales. Se premió la viveza criolla, el evadir impuestos, el ganar con “la mano de Dios”. Y más recientemente se puso de manifiesto con los “Cuadernos de las coimas” uno de los esquemas de corrupción más grandes de la historia. Más grande seguro que el “mensalao” y que el “lava jato” brasileros. Y que afectan no solo a todos los estamentos del gobierno del matrimonio K sino a muchísimos empresarios de primer nivel. Un verdadero escándalo que muestra una “república fallida”. Algo que quizá muchos intuían pero no conocían en profundidad ni en extensión, o de lo que no tenían pruebas tangibles más allá de bolsos llenos de dólares volando por encima de los muros de un convento de monjas o de una máquina de contar billetes, que era necesaria dada la cantidad de billetes provenientes de las coimas.

¿Que pasó en medio del camino? Muchas cosas, pero sobre todo la destrucción sistemática de los principios republicanos.

Argentina zafó del default esta vez gracias al préstamo extraordinario del FMI. Es que el mundo desarrollado no quiere el retorno cristinista. Quizá pueda evitarlo. Pero ¿puede lograrse que Argentina sea un país normal, que desarrolle sus potencialidades, que crezca a tasas razonables, que no tenga más de la mitad de su población dependiendo de un cheque de estado para sobrevivir? Difícil respuesta. Y respuesta que solo pueden dar los argentinos porque no es ayuda de afuera lo que necesitan sino reformar sus instituciones –es decir, tomárselas en serio– y su forma de vivir.

Quizá los “cuadernos de las coimas” pueden ser ese punto de quiebre que genere una reacción interna. A ello se va a sumar al menos dos años de recesión y dificultades económicas de todo tipo. Probablemente cuando uno cae muy hondo es cuando tiene más posibilidades de levantarse. Si ello es así, esta es una oportunidad magnífica para que Argentina recupere, no ya la excelencia de otrora, pero sí una normalidad republicana que mucho bien le hará a sí misma y a sus vecinos. l

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