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4 de septiembre 2024 - 5:00hs

En la noche del 13 de abril de 1970, a los astronautas del Apolo 13 se les encendieron luces de alarma en su tablero. Inmediatamente se comunicaron con su base, en Houston, y allí el astronauta Jack Swigert pronunció la famosa frase: “Houston, we have a problem”.

En el viaje que estamos emprendiendo los uruguayos hacia nuestro futuro, las luces de alerta encendidas son varias.

Lo que salvó a aquellos astronautas de no quedar perdidos en el espacio fue la simbiosis entre su pericia y la de los ingenieros que completaban su equipo en tierra.

En política sucede lo mismo. Es importante que quienes conducen -y sus equipos-, exhiban pericia y capacidades para afrontar los retos que un gobierno puede significar.

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Las incógnitas que va sembrando el Frente Amplio en lo que va de la campaña son enceguecedoras luces de alarma. Podría hacer una secuencia de asuntos complejos en los que la oposición se aleja de cualquier tipo de certeza, desde el enfoque económico y las múltiples visiones, las posturas sobre Venezuela, el plebiscito de la seguridad social y el de allanamientos nocturnos y un largo etcétera.

Lo que tienen en común todas esas luces de alarma son, no solo la diferencia de orientación con el oficialismo, ni siquiera diría que lo son las profundas diferencias internas entre los grupos de la oposición (eso es grave pero siempre se puede estar peor), lo verdaderamente preocupante es la incertidumbre respecto a cómo se dilucidarían esas diferencias.

No se sabe bien quién manda y si quien manda es quien se piensa, es peor.

Está clara la incidencia del MPP, del Partido Comunista y del PIT CNT. Está claro que por allí pasan las decisiones y que son ellos los portadores de la bolilla negra que puede vetar o no alguna medida.

No es nueva esa incidencia. Lo nuevo es que nunca convivieron ni tanto poder concentrado en las cúpulas radicales con tanta falta de poder del candidato. Ese es, a mi entender, la principal incertidumbre de cara al futuro. La “insolvencia de autoridad” para imponer sus criterios y no ser solo un portaestandarte de decisiones ajenas.

La ambigüedad del candidato, su ausencia deliberada para escapar al “riesgo” de dar opinión y fijar posición pintan el panorama. Eso es lo que se exige en este tiempo: dar opinión y formular propuestas. No es un llanto de campaña. Un candidato tiene que fijar posición porque en base a ellas los ciudadanos tienen el derecho a decidir.

Orsi no solo se esconde de Delgado, se esconde de usted lector. Le quita su derecho a conocer lo que piensa. Y se esconde también, y aquí la evidencia del problema, de sus “captores”, porque no los puede hacer enojar.

Los gobiernos que son presa de los grupos radicales tienen la peor de las características, porque no están sujetos solamente a las incoherencias ideológicas y vaivenes de momento, sino que, por eso mismo, son imprevisibles. La previsibilidad es esencial para la estabilidad y el desarrollo. Ningún país puede crecer escapando de los márgenes de la previsión que el mundo exige.

La ausencia de liderazgos fuertes en el Frente Amplio abre, por tanto, una incertidumbre fundamental. No hay ninguna persona con el peso de decir “sí” o “no” y cuya legitimidad sea suficientemente respetada y validada. Esas figuras siempre son necesarias. Son los cortafuegos. Cuando no hay, manda la tropa y tropa sin general pierde. El tema es que no nos lleven puestos a todos los uruguayos que estamos en el medio.

Por eso la próxima elección se juega en el terreno de las credenciales para fijar estabilidad y certidumbre. Su presencia o no, es la diferencia entre un proyecto y una aventura.

Vuelvo al plebiscito de la seguridad social como ejemplo paradigmático de falta de liderazgo. El propio Orsi reconoció que si se aprueba pone en cuestión la “aplicación del Programa del Frente Amplio”. Ni más ni menos. Y la libertad de acción sigue. Tienen una bomba por explotar y no se les ocurre desactivarla. Esa es la prueba del 9 de que no hay ni un ápice de capacidad de conducción, que no hay freno a la carrera desbocada de los radicales.

La elección es sencilla. Será, por un lado, entre un oficialismo que presenta la tranquilidad que otorgan las certezas comprobadas y el muy buen gobierno que ha tenido en el liderazgo de Luis Lacalle Pou la prueba de confiabilidad y estabilidad, que ahora ofrece continuidad y seguridad con Álvaro Delgado y sus atributos de hombre de gobierno; y, por el otro lado, una peligrosa incertidumbre andante.

Octubre y noviembre serán claves para no quedar perdidos en el espacio y tener que andar “llamando a Houston”.

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