El desarrollo sostenible es un valor muy arraigado en Uruguay. Nuestra marca país destaca nuestro compromiso con la sostenibilidad ambiental, sin dejar de lado nuestra apuesta por la innovación y la competitividad de las empresas y de nuestro sector exportador. Asimismo, somos un país tradicionalmente preocupado por la participación de todos los sectores sociales en el trabajo y en el respeto a los derechos humanos. Es decir que tenemos intereses que abarcan los tres aspectos del desarrollo sostenible según la definición de la Organización de las Naciones Unidas (ONU): crecimiento económico, cuidado ambiental e inclusión social. No es casualidad, entonces, que el Green Future Index haya destacado a nuestro país como el segundo mejor posicionado de Latinoamérica para desarrollar un futuro que cumpla con el desarrollo sostenible.
En la actualidad, es imposible pensar ese futuro si no se tiene en cuenta el compromiso del sector privado. Según el Monitor de Desarrollo Sostenible (MDS) de la Universidad ORT y DERES, que mide el desempeño de las empresas uruguayas en aspectos medioambientales, sociales y de gobernanza, nuestras compañías todavía tienen muchos espacios de mejora, sobre todo en gestión de residuos, medición de emisiones y desempeño ambiental. Mientras tanto, se ha venido mejorando en los códigos de ética, la baja rotación de personal y el nivel de accidentes laborales.
¿De qué manera pueden las empresas incorporar mejor los objetivos de sostenibilidad? El desarrollo sostenible en las empresas modernas es una responsabilidad compartida que atraviesa horizontal y verticalmente a toda la organización. Los puestos jerárquicos -altos ejecutivos, miembros del directorio y CEO- son responsables de establecer la estrategia general de sostenibilidad e integrar principios ambientales, sociales y de gobernanza (ESG) en los objetivos corporativos. En ocasiones, el cumplimiento de estos objetivos puede tener responsables directos, como los Chief Sustainability Officers (CSOs) y los equipos especializados. Estas áreas desarrollan e implementan programas, realizan análisis de impacto y aseguran el cumplimiento de estándares internacionales. En el ámbito operativo, los gerentes intermedios traducen las estrategias de sostenibilidad en prácticas concretas dentro de sus departamentos, mientras que los empleados desempeñan un papel esencial adoptando medidas sostenibles en sus actividades diarias.
Las empresas más comprometidas con la sostenibilidad también asumen el liderazgo más allá de las fronteras de la organización, incorporando a los stakeholders en los objetivos: clientes, cadena de suministro, socios, inversionistas, comunidades locales, ONGs y certificadores. La colaboración con estos actores permite a las empresas equilibrar los objetivos económicos, ambientales y sociales, avanzando hacia un modelo de negocio sostenible que responda a las expectativas de todas las partes interesadas.
Por supuesto que asumir el objetivo de la sustentabilidad implica invertir recursos, y muchas empresas quieren que estos esfuerzos se noten. Según el experto Gregory Unruh, hay un gran desafío en hacer tangibles conductas que muchas veces pasan desapercibidas. Los líderes deben pensar en la comunicación de la sustentabilidad, incorporándola a los valores y a los mensajes institucionales. Pero también pueden mostrarla a clientes y stakeholders a través de certificaciones de terceros o, cuando son productos, en el diseño del packaging.
Otros desafíos de la incorporación de la sustentabilidad son más complejos. Los investigadores Elisa Farri, Paolo Cervini y Gabriele Rosali dicen que muchas veces se necesita un cambio de organización y de cultura que se topa con muchos “enemigos ocultos”. Una barrera no menor es el predominio de objetivos centrados únicamente en las ganancias, que no ven un rédito económico en abrazar la sostenibilidad.
Para superar estas barreras, los expertos recomiendan un diseño estructural que conecte a los departamentos de sostenibilidad con otras áreas clave, así como también rediseñar procesos para incluir criterios ambientales y sociales en la toma de decisiones, y transformar la cultura organizacional mediante líderes que promuevan la colaboración, la empatía y el cambio de hábitos.
A pesar de los desafíos, es importante destacar que integrar la sostenibilidad en las empresas puede generar beneficios estratégicos significativos. Medidas como la gestión sostenible de la cadena de suministro (SSCM) permiten a las empresas alinear objetivos económicos, sociales y ambientales, mejorando el desempeño de la organización en el largo plazo. Además, las empresas que adoptan estos objetivos son más atractivas para los talentos jóvenes y para las nuevas generaciones de consumidores.
Vivimos en un mundo mucho más consciente de la necesidad de alinear los objetivos económicos con los ambientales y sociales. Uruguay ha liderado la instalación de estos temas como políticas de Estado en Latinoamérica. El acompañamiento de las empresas es indispensable para consolidar ese liderazgo.