La innovación sigue pareciendo medio misteriosa. Entonces, que exista un proceso para innovar, en el que uno pudiera seguir pasos claros y llegar a destino es muy seductor.
¿Será que hay un proceso para innovar? Para la respuesta, primero vemos un caso imaginario:
"El que poco abarca, poco aprieta"
La empresa A se dedica a productos financieros y quiere desarrollar préstamos para personas mayores, siguiendo las tendencias de la llamada “economía plateada”. Tiene un proceso de innovación en etapas: en primer lugar, generar ideas, en segundo lugar, trabajar esas ideas y tercero, implementar la mejor.
Para generar ideas contrata un estudio de mercado en el cual le preguntan a los potenciales clientes sobre su producto ideal, hacen una encuesta calificando ideas contra competidores y que comparen préstamos existentes.
Para sorpresa de nadie, el estudio concluye que la gente quiere préstamos fáciles, que se aprueben rápido y a una tasa baja.
Munidos con estas obviedades y presionados por la dirección, el equipo sigue los pasos del método y desarrolla el producto. Contratan a una empresa para que diseñe la gráfica y la página web.
Proponen un préstamo con una tasa bastante competitiva, que pide lo menos posible y que se puede sacar en múltiples sitios. O sea: lo mismo que la competencia. Sin pena ni gloria, alguno venden.
¿Entonces? La empresa A siguió un proceso entendible y bastante obvio, pero no le fue bien. Salvo para las innovaciones más incrementales, no hay un proceso lineal, principalmente porque innovar requiere explorar y aprender.
Al mismo tiempo, para las innovaciones más aventuradas, no podemos estar todo el tiempo explorado y considerando. En algún momento tenemos que salir del espiral creativo e implementar algo. ¿Cómo balancear?
combinando estructura con libertad.png
Un concepto mejor
Como “proceso” es un concepto muy cargado de linealidad y rigidez, para innovar es mejor pensar en términos de estructura y principios.
Segundo caso, también ficticio: un equipo también de una financiera quiere trabajar con la economía plateada. Usa la misma secuencia de: generar ideas, trabajar esas ideas e implementar la mejor. Pero en lugar de entenderlo como pasos rígidos, lo entiende como etapas en las que suceden cosas imprevistas.
En la etapa uno se da dos meses y determinado presupuesto. Esto es estructura. Si bien están pensando en un préstamo, van a hablar con una mentalidad abierta con los clientes. Este es uno de los principios: no asumir nada. Pronto descubren que una de las razones por las que las personas mayores piden un préstamo es para ayudar.
Ayudar a una hija a costear una reforma en la casa. Ayudar a un nieto a pagarse sus estudios. Ayudar a un hijo a vestir a los nietos en el invierno, que les quedó todo chico.
El equipo frecuentemente se para a pensar en profundidad sobre lo que va descubriendo. Y reformula el problema: en lugar de diseñar el préstamo más competitivo para los clientes más veteranos, diseñar productos financieros que los ayuden a ayudar mejor. Este es otro principio: reformular desde el lado del cliente.
El equipo desarrolla varias ideas, no son todas nuevas las ideas, pero sí están combinadas bajo esta orientación: ayudar a ayudar. Préstamos con órdenes de compra, facilidad de ayudar entre varios, facilidades para hacer pagos adelantados, un acumulador para ir reuniendo el dinero del Impuesto de Asistencia a la Seguridad Social (IAAS).
Este es otro principio: también es innovar el hecho de combinar propuestas conocidas en un paquete que funcione bien, alrededor de un concepto valioso.
Al cabo de los dos meses, eligen las mejores ideas para desarrollar, la etapa 2. Por el camino quedan varias ideas lindas pero que no se pueden hacer. Aquí un cuarto principio: suspender lo antes posible las ideas que por ahora no se pueden realizar.
Y por último, cambio de ritmo: la implementación. El tiempo de explorar terminó, ahora acelerador a fondo para hacerlo realidad.
Entonces, innovar exige un enfoque ambidiestro: espacios con un límite definido claramente y a la vez la libertad de caminarlos viboreando para descifrar sus misterios, una pregunta a la vez.
Por ahora, es lo mejor que hay.
Por Emilio Oteiza: consultor y docente en innovación, fundador de Ignite consultoría en innovación.