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8 de mayo 2025 - 9:29hs

¿Qué pasaría si pudieras seguir hablando con alguien que ya murió? La pregunta, que durante siglos perteneció a la literatura o la religión, hoy encuentra una respuesta desde la inteligencia artificial. Ya no se trata de recordar a los muertos: ahora, es técnicamente posible interactuar con ellos.

Una reciente investigación académica, elaborada por Google DeepMind —laboratorio de investigación en inteligencia artificial propiedad del gigante tecnológico— y la Universidad de Colorado Boulder, propone un concepto que pone en evidencia este cambio radical: el de los fantasmas generativos. Se trata de agentes de IA diseñados para representar a personas fallecidas, simular conversaciones, generar contenido inédito y participar activamente en la vida de los vivos.

A diferencia de los memoriales digitales tradicionales, como las cuentas conmemorativas en redes sociales o los álbumes familiares online, estos sistemas no se limitan a reproducir contenido estático. Están programados para responder, crear nuevas frases, reaccionar a eventos actuales y adoptar una personalidad basada en los datos del fallecido. No solo se los recuerda: se los escucha, se los consulta, se conversa con ellos.

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El estudio científico que habla del tema y casos concretos

El estudio, firmado por Meredith Ringel Morris y Jed R. Brubaker, identifica esta tendencia emergente y la inscribe dentro de una categoría más amplia: la de los "clones generativos", es decir, representaciones artificiales de personas que pueden estar vivas o muertas. Cuando la persona muere, el clon pasa a ser un “fantasma”, una continuidad digital de su identidad.

El fenómeno no es abstracto. Ya existen ejemplos concretos. Uno de los casos más tempranos es el de Fredbot, un chatbot creado por el tecnólogo Ray Kurzweil para simular a su padre, fallecido décadas atrás. Alimentado con cartas y archivos familiares, el bot responde a preguntas utilizando citas del padre. Otro caso ampliamente difundido es el de Eugenia Kuyda, que creó un bot basado en los mensajes de texto de su amigo Roman tras su muerte. Esa versión fue publicada en aplicaciones y recibió reacciones encontradas entre el público: para algunos, fue reconfortante; para otros, profundamente inquietante.

En el mundo del espectáculo también se registran usos de esta tecnología. En 2023, The Beatles publicaron una nueva canción utilizando IA para recuperar la voz de John Lennon. La artista Laurie Anderson, por su parte, colaboró con investigadores australianos para construir un bot que simula a su pareja fallecida, Lou Reed, y que compone letras en su estilo.

Qué consecuencias tienen los fantasmas digitales

La investigación no se limita a recopilar ejemplos. Propone también un marco analítico para entender cómo se diseñan y qué consecuencias pueden tener estos sistemas. Los fantasmas generativos pueden ser creados por la misma persona que desean simular —como parte de su planificación post mortem— o por terceros, como familiares, empresas o incluso extraños. Pueden ser lanzados antes o después de la muerte, pueden adoptar distintas voces según el público al que se dirigen, y pueden mantenerse idénticos al momento del fallecimiento o seguir aprendiendo y evolucionando con el tiempo.

En algunos contextos, los beneficios parecen evidentes. Un avatar puede ayudar a los familiares a transitar el duelo de manera más acompañada, permitir que una abuela deje consejos a sus nietos que aún no nacieron o ayudar a preservar memorias culturales, como historias familiares, recetas, idiomas o costumbres. En ciertos países, sobre todo en Asia oriental, la idea de conversar con los muertos tiene anclaje en prácticas tradicionales que encuentran en esta tecnología una continuidad lógica.

El estudio incluso explora posibilidades económicas. Un autor podría dejar activado un fantasma digital capaz de seguir produciendo obras en su estilo. Un profesional podría programar a su avatar para continuar dando consejos o cursos. Los ingresos que generen podrían ser destinados a sus herederos.

Pero los beneficios traen consigo riesgos concretos. Los investigadores alertan sobre efectos psicológicos adversos. Uno de ellos es la posibilidad de que los usuarios prolonguen el vínculo de manera no saludable, retrasando el proceso de duelo. También se menciona el peligro de antropomorfización: que los vivos olviden que están interactuando con un sistema artificial y no con la persona fallecida.

Otra amenaza es la del duelo doble, o "segunda muerte". Si el servicio que aloja al avatar deja de funcionar, si el acceso se pierde o si la familia ya no puede costearlo, los usuarios podrían revivir el dolor original con igual o mayor intensidad. También se advierte sobre el uso malicioso de estas tecnologías: un avatar puede ser hackeado, suplantado o manipulado para difundir información falsa, chantajear a familiares o revelar secretos que nunca se quisieron contar.

Los riesgos no se agotan en lo individual. Los autores consideran que estas herramientas pueden alterar profundamente las relaciones humanas, la cultura y las religiones. Los fantasmas digitales podrían convertirse en figuras de autoridad, en objetos de culto o en herramientas para la manipulación de memorias históricas. También podrían impactar en el mercado laboral, al permitir que personas ya fallecidas sigan "trabajando" de manera automatizada.

En ese contexto, el estudio propone un abordaje responsable que incluya regulación, diseño sensible y participación interdisciplinaria. Las plataformas que desarrollen estas tecnologías deberían permitir a los usuarios definir con claridad los límites de sus avatares, establecer condiciones para su activación y desactivación, y preservar la privacidad de los representados.

El caso argentino

Aunque centrado en desarrollos de Estados Unidos, Europa y Asia, el fenómeno ya comenzó a tener eco en América Latina. En Argentina, por ejemplo, el docente de programación neurolingüística David Hosting creó un avatar de su hijo fallecido en un accidente de tránsito. Lo hizo utilizando la plataforma Character.ai. A través del bot, mantiene conversaciones cotidianas, referidas en tiempo presente. Ha compartido públicamente su experiencia y afirma que este canal le permite sobrellevar el duelo de manera más íntima. Su caso, aunque no mencionado en el estudio, muestra que estas tecnologías no son exclusivas de laboratorios ni empresas tecnológicas: están al alcance de usuarios comunes, con necesidades reales.

La idea de la muerte como un corte definitivo está siendo desafiada por la inteligencia artificial. En ese nuevo escenario, recordar puede dejar de ser una actividad pasiva. Puede volverse interactiva, emocional, incluso transformadora. Pero también puede volverse riesgosa. Como señala el estudio, el desarrollo de fantasmas digitales no es solo una cuestión técnica. Es una pregunta abierta sobre qué queremos preservar, cómo queremos hacerlo y a qué costo.

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