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17 de enero 2025 - 5:00hs

Jamaica. Un país que se reduce habitualmente en el imaginario colectivo a unas pocas pinceladas y estereotipos: Bob Marley, reggae, marihuana, rastafaris, los colores rojo, amarillo y verde, palmeras, las aguas transparentes del Caribe, Usain Bolt, la película Jamaica bajo cero.

A lo sumo si se conoce un poco más de música, Peter Tosh o Lee “Scratch” Perry. Si uno es más futbolero, aquel comentario de Edinson Cavani en la Copa América 2016 sobre donde se refirió a la selección jamaiquina como “equipo africano”.

Jamaica: el país donde se ambienta la serie Millie Black, un policial que cayó en silencio al catálogo de la plataforma Max. Apenas cinco capítulos con una historia muy sólida, que recorre algunos de los caminos familiares del género pero lo hace muy bien, dándole un sabor local y cruzando críticas a la sociedad local con un misterio atrapante.

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Para empezar a hablar de la serie hay que ir primero a su creador, guionista y productor, el escritor Marlon James. El autor jamaiquino es uno de esos nombres con prestigio pero que no trasciende demasiado fuera de la esfera de las letras de su propio idioma hasta que por ejemplo, va y gana el Nobel o algún otro premio grande, y ahí todos corren detrás de sus libros.

James se hizo conocido a nivel internacional con Breve historia de siete asesinatos, un excelente libro que le valió el premio Man Booker, uno de los mayores galardones literarios estadounidenses. La novela cuenta una versión ficcionalizada del atentado que sufrió Bob Marley en 1976, cuando un grupo de pistoleros entraron a su casa y lo balearon, en el contexto de una guerra de pandillas que representaban cada una a uno de los partidos políticos que pujaban por la presidencia de la isla.

Ahora embarcado en el trabajo en la última novela de una épica trilogía ambientada en una tierra de fantasía inspirada por las tradiciones africanas que será adaptada al cine, James debuta con esta serie en el mundo de la televisión.

Hay en Millie Black varios de los tópicos y puntos clásicos del policial o la novela negra: una detective con un pasado traumático y un carácter sombrío, un compañero con sus propios dilemas personales pero una visión algo más optimista sobre la vida, una adolescente desaparecida, una conspiración por develar, una jefa cascarrabias, traiciones, pistas que llevan una a la otra.

La diferencia y el diferencial están en la ambientación y en el rol de Jamaica en la historia. Así como la serie uruguaya Todos detrás de Momo tenía como una de sus gracias y puntos más atractivos el traslado de una narrativa policial al universo de la murga y el Carnaval, Millie Black lleva (en un tono mucho más serio y oscuro) este esquema a un país del que no sabemos demasiado y en el que no se suelen ambientar demasiadas ficciones de las que consumimos habitualmente.

Entonces: Millie Black es una detective que vuelve a Kingston, la capital de Jamaica, después de vivir buena parte de su vida en Londres y de trabajar para Scotland Yard. Millie vuelve a casa porque su madre acaba de morir, y tiene que resolver la sucesión. Además, se acaba de enterar de algo más: su hermano, al que creía muerto, está vivo.

Black vuelve a la isla, empieza a trabajar para la policía local, y retoma el contacto con su familiar, que en el tiempo que ella estuvo del otro lado del Atlántico ha abrazado su nueva identidad transgénero. En paralelo, la detective y su compañero Curtis, un hombre homosexual que vive amenazado continuamente por su sexualidad en un país donde las relaciones entre dos personas de mismo sexo pueden ameritar hasta diez años de cárcel, reciben un nuevo caso: encontrar a una adolescente desaparecida.

Millie y Curtis empiezan a desgranar una trama que incluye a niños desaparecidos, una red internacional de trata de personas, distintos grupos criminales entrelazados, y el involucramiento de una de las familias (blancas) más poderosas de Kingston.

Lo que es una historia sobre una conspiración por develar sirve entonces como puerta para hablar sobre los fantasmas de Jamaica y hacer crítica social sobre los problemas institucionales del país, el racismo arraigado, la homofobia y la violencia contra los homosexuales y transexuales en el país, tanto la que aplican las instituciones como la de la sociedad, capaz de organizar batidas para apalear a aquellos que no se ajustan a las normas que consideran aceptables.

Además de retratar la violencia y la desigualdad que campan en el país, también hay tiempo para analizar el colonialismo todavía vigente y la complicada relación con el Reino Unido. La presencia de un policía británico que llega a Kingston para sumarse a la investigación no solo sirve para profundizar en las razones por las que Millie Black se hartó de Londres, sino también para analizar la relación que Jamaica tiene con la vieja metrópoli.

El retrato de Jamaica no es muy favorecedor en esta historia, sino que está planteado como un lugar del que de alguna forma y en ciertas circunstancias, hay que escapar. Eso se vincula con la propia historia de Marlon James, hijo de policías —su madre era detective, de hecho—, y radicado en Estados Unidos desde hace décadas. James contó que se fue de su tierra por la falta de oportunidades y para vivir sin miedo a la persecución por ser homosexual (en una entrevista en 2019 contó que llegaron a hacerle un exorcismo para “sacarle lo gay”).

Más allá de tener un pie en la realidad, Millie Black, con su vuelta a las raíces ficcionales del género, se termina sintiendo fresca y distinta, además de tener algunas cualidades literarias que funcionan como rasgos distintivos. La más clara y una de las más llamativas es que cada episodio lleva el nombre de un personaje como título. Ese personaje será el narrador del capítulo, y sus pensamientos irrumpirán en el desarrollo de las escenas.

Estamos en un momento donde las historias sobre crímenes funcionan y aparecen por todas partes, aunque por lo general se trata de documentales hechos como chorizos o ficciones basadas en asesinos seriales reales. Por hacer algo tan sencillo como salir de esa norma, además de estar construida sobre cimientos muy sólidos, Millie Black destaca y llama la atención, a pesar de haber llegado casi en silencio.

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