28 de julio 2025 - 9:46hs

A un año de su reelección en unos comicios deslegitimados por contundentes denuncias de fraude, Nicolás Maduro se mantiene firme en el poder. Sin una oposición articulada, con el control de las instituciones y el respaldo de las Fuerzas Armadas, nada —excepto la crónica fragilidad económica que ha logrado surfear durante años— parece amenazar su permanencia. Venezuela atraviesa una estabilidad autoritaria, donde el cambio político se percibe cada vez más distante.

Los cuerpos de seguridad han minado sistemáticamente a la oposición. María Corina Machado, su principal figura, opera en la clandestinidad, mientras Edmundo González —presidente electo en 2024 según copias de las actas— permanece en el exilio. La estructura de los partidos ha sido desmembrada y buena parte de la ciudadanía, con la utilidad del voto en entredicho, se abstuvo en las tres elecciones convocadas tras las presidenciales.

El oficialismo ha capitalizado ese repliegue para controlar el Parlamento, 23 de las 24 gobernaciones y, desde ayer, la mayoría de las alcaldías. “Debo darle las gracias al pueblo de Venezuela por la tremenda victoria que hemos obtenido hoy: 285 alcaldías de 335”, celebró Nicolás Maduro, y precisó que el triunfo incluye 22 de las 23 capitales de estado.

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Maduro vota en las elecciones de Venezuela. AFP
Nicolás Maduro vota.

Nicolás Maduro vota.

Militar y policial

En minoría electoral, Nicolás Maduro ha reforzado su permanencia en la presidencia sumando a la herencia de Hugo Chávez—el desmantelamiento de la división de poderes y el control de organismos clave como el Tribunal Supremo de Justicia—una alianza aún más estrecha con las Fuerzas Armadas y los cuerpos de seguridad para crear lo que ha denominado la “unión cívico - militar- policial”.

En su libro El país que se muerde la cola el politólogo Michael Penfold explica que Nicolás Maduro convirtió a los militares en aliados con intereses económicos y políticos vinculados a la estabilidad del régimen. Les otorgó un papel protagónico en sectores estratégicos para la economía, amplió su presencia en el gabinete y concedió a oficiales retirados mayor injerencia en la conducción del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).

Elecciones municipales en Venezuela. AFP

Agrega que además “reforzó la capacidad de vigilancia en las distintas facciones de las Fuerzas Armadas con el apoyo de personal y tecnología cubana” para abortar intentos de disidencia y aumentó el número de oficiales de alto rango para fragmentar la toma de decisiones y “limitar la capacidad de coordinación entre los actores militares, incluso a expensas de su capacidad operativa”.

En paralelo, extendió el poder de grupos armados que operan como fuerzas de choque —los llamados colectivos— y fortaleció al Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin). En las cárceles del país permanecen alrededor de 850 presos políticos, mientras la represión se ha extendido a sindicalistas, periodistas y docentes universitarios.

Fallas en la oposición

Luis Remiro, politólogo con especialización en relaciones internacionales, sostiene que el Gobierno ha sido eficaz en desarticular a la oposición, pero destaca que “la propia oposición ha colaborado en este proceso”. Resalta que si bien María Corina Machado y la Plataforma Unitaria, antes de la elección de julio de 2024 hablaron de “cobrar”, refiriéndose a hacer valer el resultado, “no había una estrategia clara de cómo hacerlo”.

Elecciones municipales en Venezuela. AFP

A su juicio, uno de los grandes interrogantes es por qué la oposición no respaldó de manera explícita las protestas del día siguiente a la elección, que —a diferencia de movilizaciones previas— estuvieron protagonizadas por las clases populares. “No hubo un sistema de abogados ni apoyo expreso por parte de la dirigencia a esas protestas que quizás pudieron haber desequilibrado la estabilidad del Gobierno”, afirma.

Otro aspecto relevante, indica Luis Remiro, es que María Corina Machado y la Plataforma Unitaria actúan a través de un pequeño núcleo “donde todo parece ocurrir tras bambalinas”, sin participación ciudadana y “se confía ciegamente en que eventualmente esto nos llevará a la transición”. En contraste, añade, otra facción de la oposición sigue apostando al camino electoral, pero “como el gobierno extrajo todo sentido al voto la gente no está dispuesta a participar. Probablemente la oposición se encuentra en su peor momento en los 25 años del chavismo”.

Luis Peche, consultor político e internacionalista explica que para la oposición liderada por María Corina Machado “es difícil plantear una política a lo interno, en medio de un contexto tan adverso” y añade que si bien para Nicolás Maduro “es un desafío mantener esa cohesión cívico-militar”, pareciera que “estamos por transitar un periodo de más inacción”.

Protestas en Venezuela - julio 2024 - AFP.jpg
Protestas en Venezuela tras las elecciones de julio

Protestas en Venezuela tras las elecciones de julio

La economía enferma

Días antes de su controversial reelección, Nicolás Maduro prometió a los venezolanos que los añosde precariedad y empobrecimiento quedarían atrás y el país asistiría a “un gran tiempo de milagro, de mejor viento, de crecimiento, de prosperidad”. Pero, más allá de las incompletas estadísticas que difunde el directorio del Banco Central —que reflejan un PIB en aparente expansión— los signos de malestar en la economía son evidentes.

El día siguiente a la elección del 28 de julio de 2024, un dólar podía comprarse en el mercado oficial por 36 bolívares. Hoy, tras una depreciación del 77%, se requieren 122 bolívares, en un contexto donde la demanda de divisas supera con creces a la oferta. La disparada del dólar se trasladó al costo de vida, y la inflación, que el Banco Central no reporta, acumula en los últimos doce meses un salto que mediciones independientes sitúan en torno al 200%.

La industria privada opera con apenas el 45% de su capacidad instalada. El deterioro del servicio eléctrico se manifiesta en apagones frecuentes en ciudades del interior, mientras las remuneraciones continúan entre las más bajas de América Latina. El petróleo aporta 90% de las divisas que ingresan al país y la producción, si bien ha aumentado, es de 910.000 barriles diarios: menos de un tercio de los niveles registrados cuando el chavismo asumió el poder en 1999.

Los desafíos son monumentales. Para recuperar los niveles de producción petrolera de 1999, expertos estiman que Venezuela debería captar inversiones por al menos 100.000 millones de dólares en la próxima década. Sin acceso a organismos multilaterales —bloqueado por la falta de legitimidad internacional del Gobierno— el país enfrenta la urgencia de reestructurar una deuda externa colosal, que asciende a 161.000 millones de dólares.

La insatisfacción económica podría reconfigurar el escenario político. Luis Remiro advierte que, pese a la desarticulación y a la falta de una oposición acorde al contexto, persiste en la sociedad venezolana una “sensación de cambio”, alimentada por la profundidad de la crisis humanitaria y por niveles de desigualdad “que probablemente no hemos visto en Venezuela desde principios de la República”.

Esta precariedad, sumada al anhelo colectivo de transformación, podría derivar —señala— en manifestaciones espontáneas o en el surgimiento de nuevos liderazgos “desde las bases o incluso desde sectores inesperados”.

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