La economía venezolana vuelve a transitar una fase de deterioro acelerado. En lo que va del año, el bolívar se ha devaluado 56% frente al dólar, desatando una escalada de precios que golpea la menguada capacidad de compra de la población y reactiva el fantasma de una inflación fuera de control, combinada con un estancamiento, o contracción del PIB.
El gobierno de Nicolás Maduro oculta las cifras de inflación pero la última medición del Observatorio Venezolano de Finanzas indica que en los primeros cinco meses del año los precios aumentaron 105% y solo en mayo 26%. La magnitud del repunte ha encendido las alarmas. Sebastián Rondeau, analista de Bank of America, advierte en su informe más reciente que los temores de hiperinflación han regresado y proyecta que este año la inflación será de 530%.
El epicentro del temblor es claro. La administración de Nicolás Maduro recurre a la emisión de dinero para financiar el gasto del gobierno. Una vez el dinero ingresa a la economía rápidamente se dirige a la compra de dólares, en un contexto en el que los venezolanos han perdido la confianza en la moneda. Como la demanda de divisas supera con creces a la oferta, la devaluación del bolívar se vuelve persistente, encarece las importaciones, distorsiona las expectativas y acelera la inflación.
El ciclo tiende a agravarse. A medida que los precios se disparan, el consumo se contrae, las ventas caen y la recaudación fiscal se reduce. Ante este escenario, el gobierno intensifica la emisión monetaria para sostener el gasto público, lo que amplifica las presiones inflacionarias y retroalimenta el desequilibrio.
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Nicolás Maduro habla con sus partidarios en la plaza Bolívar de Caracas en la madrugada del domingo. La baja participación predominó en las elecciones parlamentarias y regionales.
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Menos petrodólares
La inestabilidad se intensificará en lo que resta del segundo semestre, en un contexto marcado por la caída de los ingresos petroleros. Dado que el crudo representa cerca del 90% de las divisas que ingresan al país, se proyecta una reducción en la oferta de dólares que podría agudizar la presión cambiaria y acelerar la devaluación del bolívar.
El temor a un menor crecimiento de la demanda global y el anuncio de mayor oferta por parte de la OPEP+, ha debilitado los precios del petróleo. Según estimaciones de Citi, el precio del Brent — la referencia internacional— promediará 66 dólares por barril en el tercer trimestre y 63 en el cuarto, muy por debajo del promedio de 80 dólares registrado en 2024.
Al retroceso en el precio del crudo se añade el endurecimiento de las sanciones de Washington, perceptible desde junio tras la suspensión de las licencias que permitían a empresas extranjeras operar en Venezuela. Juan Szabo, asesor y analista del mercado petrolero, explicó en un foro organizado por Analítica que las sanciones obligarán al gobierno de Nicolás Maduro a vender el petróleo en China con un descuento en torno a 37% en el precio del barril venezolano.
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Un mural refleja la crisis cambiaria en las calles de Caracas
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Otro factor que podría afectar los ingresos petroleros —aunque con menor impacto que la caída en los precios de exportación— es el descenso en la producción. De acuerdo con las fuentes secundarias de la OPEP Venezuela produjo en junio 910 mil barriles diarios, apenas un tercio de los niveles previos a la llegada del chavismo al poder. Juan Szabo advirtió que es previsible un declive en lo que resta de año.
La producción se verá afectada por la declinación natural de los yacimientos y está latente el riesgo de que China no compre todo el crudo que quiera venderle Venezuela por menor aumento de su demanda y la competencia del crudo ruso e iraní que también abastece sus refinerías. Además, señaló Juan Szabo, existe la amenaza de restricciones operativas por la falta de diluyentes que hasta ahora proveía Chevron. Al sopesar estos factores la producción puede caer paulatinamente desde un mínimo de 5% hasta un máximo de 13% entre julio y enero de 2026.
Chevron
La brecha cambiaria
Empresarios esperan que la oferta de dólares se reduzca al menos una cuarta parte en lo que resta de año y anticipan que el tipo de cambio oficial que hoy es de 118 bolívares por dólar escalará al menos hasta 200 bolívares por dólar.
Dada la insuficiencia de divisas en el mercado oficial, quienes necesitan adquirir más dólares recurren al mercado paralelo, que —tras la ofensiva policial del Gobierno para desarticularlo— opera principalmente a través de criptomonedas en plataformas como Binance, donde el tipo de cambio se ubica alrededor de un 30% por encima de la tasa oficial.
El “dólar paralelo” funciona como referencia para calcular los costos de reposición de una amplia gama de bienes y servicios, lo que amplifica su impacto en la formación de precios y por tanto en la aceleración de la inflación.
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Represión policial en una protesta en Caracas tras las elecciones de 2024
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La estanflación
En medio de la tormenta económica, Nicolás Maduro ha optado por eludir cualquier referencia a la inflación o la devaluación, y por acallar organismos como el Observatorio Venezolano de Finanzas, que dejó de publicar sus estimaciones tras la detención de dos de sus colaboradores. Al mismo tiempo, insiste en proyectar una narrativa de crecimiento.
El pasado 17 de julio, aseguró que la economía venezolana creció un 9% en el primer trimestre y más de un 6% en el segundo, y agregó que “los promedios indican que cerraremos el año con buenas noticias para la economía del pueblo de Venezuela”.
No obstante, expertos consideran que el país camina hacia una mezcla de inflación acelerada y estancamiento de la economía. Ricardo Hausmann, profesor en la Universidad de Harvard y director del Harvard Growth Lab, destacó en el foro organizado por Analítica que los períodos de alta inflación en Venezuela suelen estar acompañados de recesión.
“Estamos en estanflación: es decir, estancamiento económico y aceleración de la inflación. No se trata de las tasas de decenas de miles por ciento anual que vimos en el pasado, pero sigue siendo la inflación más alta del mundo”, afirmó Ricardo Hausmann.
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Mural de Maduro en Caracas
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Gustavo García, execonomista del Banco Interamericano de Desarrollo y asesor de María Corina Machado, explicó que la administración de Nicolás Maduro enfrenta un dilema complejo: o comprime drásticamente el gasto público —con efectos recesivos severos— o recurre aún más al financiamiento monetario, lo que profundizaría el desequilibrio inflacionario. “Seguramente veremos una mezcla de ambas”, advirtió.
Además, Gustavo García subrayó que “cuando la inflación se acelera en una economía que no estaba creciendo, se contrae el consumo privado y ese va a ser un elemento fundamental que va a poner a la economía en recesión”.
Recordó que Venezuela atravesó tres años consecutivos de hiperinflación —de 2018 a 2020— y explicó que no es necesario retornar a esa magnitud inflacionaria para que se deteriore nuevamente el aparato productivo: muchas empresas grandes ya operan como medianas o pequeñas, y en el contexto actual “no tienen músculos financieros para sobrevivir”. Esta fragilidad, aseguró, repercutirá sobre el empleo y profundizará el deterioro del país.
Decenas de billetes en una manifestación en Venezuela. AFP
Un hombre sostiene decenas de billetes en una manifestación en Venezuela.
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Ricardo Hausmann advirtió que Venezuela se encuentra “en un callejón sin salida” y que “cuanto más largo sea, más costará regresar a la avenida principal”, en referencia a la necesidad de un cambio profundo en la orientación política, institucional y económica.
Alertó sobre el daño estructural: “Cada vez que pasa el tiempo, la estructura de la economía se daña más porque ya no solo faltan divisas, faltan capacidades: eléctricas, hidráulicas, humanas.” En su opinión, las distorsiones que afectaron al sector petrolero —expropiaciones, politización y controles— se han extendido al conjunto del aparato productivo, provocando una destrucción del potencial económico y una creciente dependencia de actividades informales e ilegales.