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24 de junio 2024 - 5:00hs

A lo largo de la historia, el mundo se ha visto envuelto en un sin fin de conflictos bélicos. Algunos más recientes como la guerra entre Ucrania y Rusia, y otros más antiguos como la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, pese a lo masivo de estas disputas, el Uruguay siempre se ha visto aislado. Manteniendo su condición de país neutral y por fuera de grandes enfrentamientos.

Ahora bien, aunque la sensación sea que los uruguayos siempre han escapado de los conflictos, la realidad es que varios uruguayos, llenos de pasión y con unos ideales muy fuertes, tomaron el timón y se enrolaron en grandes guerras ajenas para defender lo que ellos creían correcto. Algunos sobrevivieron al conflicto y otros dejaron su vida.

"Más que militares fueron ante todo ciudadanos convencidos y en armas, que es algo mucho más enaltecedor y sin agraviar a nadie que un simple militar profesional", afirmó Fernando Aparicio en entrevista con El Observador.

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Meses antes de comenzar la pandemia, el escritor e historiador uruguayo se enroló en una aventura: reconstruir la historia de uruguayos apasionados e idealistas que, por sus fuertes convicciones, combatieron como soldados voluntarios en la guerra del Chaco —entre Paraguay y Bolivia— de 1932 a 1935, la guerra civil española (entre 1936 y 1939) y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

Tras varios años de trabajo salió a la luz Uruguayos en guerra. Historias de combatientes voluntarios. El libro permite conocer en profundidad los conflictos armados en los ojos de tres combatientes: Luis Tuya, un aviador que peleó en la guerra del Chaco y la civil española —en la que murió—, Julio Gil Méndez, también aviador, y Domingo López Delgado, un combatiente terrestre. Ambos hombres lucharon en la Segunda Guerra Mundial.

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"Es una contribución para que lectores que no son especialistas se acerquen a historias fascinantes, a momentos de la historia del Uruguay y del mundo que son conocidos, pero que a veces se presentan visiones un poco distorsionadas y creo que quizás generé el interés en algunos lectores, de no solo disfrutar de historias increíbles, sino también de ver repito el panorama mundial de la época, del panorama del Uruguay y crear la semilla de ciertos cuestionamientos sobre visiones un tanto fáciles, que tenemos del pasado mundial y del pasado nacional", contó el escritor a El Observador.

El relato de un joven idealista

En los años 30, en plena era del Terrismo en Uruguay, un joven formando en la aviación militar logró su brevet como piloto militar y civil, pero decidió abandonar la aviación militar nacional para dirigirse a pelear como voluntario en la guerra que enfrentó entre 1932 y 1935 a Paraguay contra Bolivia.

Ese hombre fue Luis Tuya, un joven "idealista con un barniz de marxismo", sumamente "jovial, alegre y convencido de sus ideales".

Tuya combatió como aviador junto a otro piloto uruguayo, Sánchez Layron, en un conflicto que fue terrible "por el escenario geográfico donde se desarrolló". Una zona de guerra con una enorme escasez de agua, tierras áridas, repletas de pueblos originarios arrasados por el conflicto. "Fue terrible la guerra en sí y la naturaleza de la misma", afirmó el escritor uruguayo.

Tras años de duras peleas, ambos hombres fueron condecorados y obtuvieron el grado de teniente y también la ciudadanía paraguaya. "Incluso —en el caso de Tuya— algunas calles en Asunción llevan su nombre", aseguró Aparicio.

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Luis Tuya

Luis Tuya

Finalizado el conflicto, Tuya retornó a Uruguay y debido al ambiente político decidió radicarse en la capital de Argentina, convirtiéndose en un hombre de izquierda. "Su experiencia en el Chaco y su estadía en Buenos Aires lo convierten decididamente en un hombre de izquierda, ya que percibió que en la guerra del Chaco no solo estaban en juego temas territoriales o lo derechos que para él eran legítimos —los de Paraguay—, sino que había intereses estratégicos", contó el historiador.

Poco tiempo después de su traslado a Argentina, estalló la guerra civil española. Y él, con la ayuda de varios anarquistas, consiguió el dinero para embarcarse nuevamente como piloto voluntario.

Durante varios meses se perfeccionó como piloto, logrando integrar una de las escuadrillas de élite comandada por soviéticos. "Bien es sabido que durante la guerra civil española la República tuvo el apoyo soviético de la misma manera que los nacionales. Los franquistas tuvieron los apoyos de Mussolini y de Hitler".

Luego de varios meses combatiendo, el 16 de abril de 1937 fue derribado y se convirtió en el único piloto uruguayo sin ascendencia extranjera que murió en combate. Tuya fue un joven comprometido "que amaba la vida, pero que estaba dispuesto a perderla por causas que consideraba justas", contó Aparicio sobre el combatiente.

Por curiosidades del destino, prácticamente un mes atrás fueron hallados los restos del avión de Luis Tuya en la zona de Teruel por un grupo de antropólogos, pero no así sus restos.

Un combatiente terrestre

Rochense y de tradición blanca, Domingo López Delgado es un hombre de gran tradición política que en los años de guerra militaba en el llamado "nacionalismo independiente".

Su historia "pareció verdaderamente propia del guion de una película o de una novela de aventura, pero que representaba a un hombre que se lo puede definir como un uruguayo común y corriente", contó Aparicio.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-48513120
El Desembarco en Normandía

El Desembarco en Normandía

Rebelde desde chico, López Delgado tuvo una infancia y adolescencia sumamente problemática. Y es que, aunque no lo mencionó en su libro —Diario de un voluntario rochense: en los frentes de luchasu familia lo envió al ejército. Allí recibió de primera mano una formación básica como soldado y comprendió las directrices de ese mundo.

Por curioso que parezca, hubo algo más que su admiración por Francia que determinaron su decisión de combatir en la Segunda Guerra Mundial. En un acto propio de su rebeldía, antes de ir a la guerra, un dirigente herrerista a favor del neutralismo lo increpó y le dijo: "¿por qué no vas a pelear? Y él le respondió: ¿Quién te dice que no lo voy a hacer?".

Saltaría la sorpresa cuando pocos meses después estaría entrenándose en Gran Bretaña para servir a la Francia Libre como un combatiente terrestre. Se incorporó finalmente como parte del ejército de la Legión Extranjera, y luchó en el norte de África, en Italia y también en Francia.

"López Delgado es un hombre de enorme coherencia, de un enorme temple, que como muchos otros salió indemne, fue herida en una ocasión, pero no de gravedad y según lo que trasciende, incluso tengo relatos familiares que me contaron que desde el punto de vista psicológico salió bastante entero", relató el historiador a El Observador.

Ahora bien, su temple y enorme convicción no le evitaron sentir el miedo de la guerra.

"Él llevaba casi tres años sirviendo cuando en enero del 45 las fuerzas aliadas estaban por entrar en Alemania desde el suelo francés y él confiesa y relata que con otro uruguayo pensaron seriamente en desertar y reconoce que no desertaron simplemente por la vergüenza que ellos mismos hubieran sentido de desertar", aseguró Aparicio.

Tras un arduo y valiente trabajo, volvió en 1945 al Uruguay, donde tuvo una dilatada vida política, siempre en las filas de su Partido Nacional. Incluso, llegada la dictadura militar de 1973 y de la mano del Movimiento Nacional de Rocha, se opuso a la dictadura y tuvo un llamativo episodio con un militar de la época.

"Estando detenido tiene un entredicho con un famoso oficial de la Marina de la dictadura en donde él le dice que este no le hable de guerra anti-subversiva porque no tiene ni idea lo que era la guerra", contó Aparicio. Para López Delgado, la dictadura militar que azotaba en ese entonces al Uruguay fue "tan fascista como lo que él había combatido" en la guerra.

El bombero de la Francia Libre

Formado también en la Aviación Naval, Julio Gil Méndez, un hombre del interior, no logró convertirse en piloto, pero sí en mecánico. Decepcionado por esto y el carácter Terrista de las Fuerzas Armadas, vende sus servicios como mecánico en la aviación civil y logra finalmente su brevet como piloto civil.

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Un combatiente en su avión

Un combatiente en su avión

Gil Méndez fue un joven de fuertes ideas y sumamente rebelde. De infancia difícil, siempre considerando a las Fuerzas Armadas uruguayas como fascistas en todos los niveles.

Al estallar la guerra, miles de uruguayos se vieron conmovidos por la caída de Francia en 1940. Entre esas personas se encontró Julio Gil Méndez, quien logra enrolarse en las fuerzas de la Francia Libre y dada su condición de piloto civil, "es entrenado como piloto de guerra y va a servir en el África Ecuatorial francesa en el norte de África, en Italia, en Francia e incluso en Alemania como piloto bombarderos", afirmó Aparicio.

Inicialmente como piloto bombardero en las Fuerzas Aéreas Francesas libre y después en el Ejército del Aire —grupo surgido por la fusión de la aviación del norte de África—, peleó en Chad, Libia y Túnez, para luego desempeñarse en Europa.

Finalizada la segunda guerra, Gil Méndez continuó sirviendo debido a un fuerte descubrimiento. "A unos días de cumplirse los tres meses desde la capitulación alemana, y, por lo tanto, quedar libre de su obligación contractual, Julio Gil Méndez recibió un telegrama que le anunciaba la muerte de su madre" (Aparicio, p. 200, 2024). Abatido por este hecho y con un fuerte sentimiento de culpa, decidió alistarse por un año más, con la idea de combatir en la Indochina francesa ocupada por japoneses.

Sin embargo, por allá de agosto, el bombardeo por parte de Estados Unidos en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki -que derivaron en la rendición de Japón- no le permitieron luchar por la Francia Libre en el Lejano Oriente. Pero como este ya había firmado por un año más, debió esperar y realizar en el proceso viajes de transporte.

El 21 de junio de 1946 realizaría su último vuelo, el 9 de julio se enmarcaría y tras escalas en Dakar y Río de Janeiro, retornaría al territorio uruguayo un 6 de agosto de 1946 en el puerto de Montevideo. A la postre se enteraría de que las noticias sobre el fallecimiento de su madre eran equivocadas.

"Su caso también tiene una historia de novela", relató Aparicio a El Observador. Tras sus épicas batallas regresaría al Uruguay e intentaría seguir como aviador civil, pero varias circunstancias se lo impiden. "Aquí es donde aparecen los prejuicios sobre quienes habían participado realmente en la Guerra", aseveró el escritor.

Héroes sin reconocimiento

Terminada la guerra y con el regreso de los soldados uruguayos, la realidad marcó que no hubo un reconocimiento oficial ni contundente por parte del gobierno.

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Desembarco en Normandía, 6 de junio 1944

Desembarco en Normandía, 6 de junio 1944

Varios hombres tuvieron enormes dificultades para reinsertarse desde lo laboral y a nivel social. Y es que varios combatientes que lucharon en la Francia Libre y que terminaron un estado psicológico muy pobre "no recibieron desde el punto oficial demasiado apoyo" y tuvieron que enfrentar su reinserción desde lo laboral, familiar, social, solos.

"El Uruguay que tanto le debió al triunfo aliado mostró, cómo en muchas otras ocasiones, una cuota de olvido fácil y de ingratitud", afirmó Aparicio.

Uno de esos casos de olvido lo sufrió Gil Méndez, quien fue "ninguneado" por las Fuerzas Armadas, sin posibilidades de combatir como piloto de guerra —solo contaba en Uruguay con los papeles de piloto civil— y el otro fue Luis Tuya, quien pese a ser el único piloto uruguayo sin ascendencia extranjera en caer en la guerra, fue totalmente "ninguneado por la aviación militar y hoy por hoy la Fuerza Aérea Uruguaya".

"Al final no fue reconocido su esfuerzo o su sacrificio por una causa que para la inmensa mayoría de los uruguayos era la única causa defendible. La causa de la libertad, de la democracia", aseveró Fernando Aparicio.

El Uruguay en la Guerra: El episodio del Graf Spee y los dos barcos hundidos

Aunque diera la sensación que el Uruguay fue totalmente ajeno a la disputa mundial, la realidad es que a medida que su enfoque se guiaba en mayor medida a una tendencia aliada, tomaría un papel en la guerra con tres episodios relevantes. Uno de ellos sumamente famoso -la llegada del Graf Spee y su posterior hundimiento- y otros quizás un poco menos conocidos, pero de gran impacto. Los hundimientos en aguas del caribe de dos barcos mercantes nacionales, el Montevideo y el Maldonado.

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El crucero pesado Graf Spee llegó a Montevideo

El crucero pesado Graf Spee llegó a Montevideo

El primero, según se contó en el libro, fue el hundimiento del mercante Montevideo. Un buque incautado por el Uruguay que se incorporó a la flota y que fue empleado en un viaje en favor de los aliados, donde había dejado de seguir algunas "normas del derecho internacional", guiándose por las instrucciones británicas y también de la Armada norteamericana.

El Uruguay fue un vapor construido en 1920, de 5.785 toneladas y que en su último viaje fue comandado por el capitán José Rodríguez Varela. Este zarpó de Montevideo el 9 de febrero de 1942, con una carga de "cereales, carne, huevos, cueros y fertilizantes". Su destino era el puerto de Nueva York.

Durante el viaje transgredió una norma de navegación en tiempo de guerra, ya que se encontraba navegando "con las luces apagadas" y sin mostrar la bandera del lugar de donde provenían. Este hecho llevó a que el 9 de marzo del 42, el Uruguay fuera torpedeado sin nuevo aviso y disparado con balas de cañón de 150 milímetros, provocando el fallecimiento de 14 navegantes.

El otro barco, el Maldonado, fue un buque italiano incautado en abril del 41 que entre el 1 y 2 de agosto de 1942 estaba navegando al sureste de las Bermudas cuando fue sorprendido por un submarino alemán.

El Maldonado zarpó de Montevideo rumbo a Nueva York el 8 de julio del 42, con una carga de 5.230 toneladas de "carne enlatada, tasajo, cueros salados y secos, y fardos de lana". Su comandante era el capitán de Fragata, Mario Giambruno, oficial de actividad de 36 años.

En su encuentro con el submarino alemán, esta vez con las luces encendidas y el pabellón nacional iluminado, fueron bombardeados por sendos cañones a las 23:30 de la noche, viéndose obligados a abandonar el barco. El capitán Giambruno por su parte, tuvo que dirigirse rumbo al submarino.

Este fue interrogado en francés y se le dijo, según relata el libro, que su buque sería torpedeado. Los marineros lograron escapar, pero el capitán debió quedarse en el submarino.

Estuvo allí durante 35 días, posteriormente fue llevado a un centro de prisioneros de guerra franceses, compareció ante un comando de la marina de guerra alemán y el 10 de septiembre fue puesto en libertad.

Finalmente, tras una larga y tumultuosa travesía -donde denunció los hechos del Uruguay y el Maldonado- arribó al país el 28 de enero de 1943.

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