Montevideo vacía
Oigo (secretamente) hasta el rumor del polen
ese orinar de mayo en las macetas
obsesivo caer
todo es garúa
como la hembra que olvidé y no puedo.
Oigo
no dudes que oigo abrir el día
los pavorreales de la primavera
los encallados vientres de navíos
el viento con arenas que regresan.
Calles color Alfredo De Simone
huelen como a Ducasse, a Líber Falco muerto
chimeneas de Torres sobreviven
tiembla Figari, el sur
Onetti, las botellas.
Raquítica oración de ramas pobres
anuncian la invernada cenicienta
ciudad más triste que mis propias manos
más que mi corazón, fruta sangrienta,
te estoy amando ahora, cuando te oigo
no sé cómo serás ni cómo eras.
Enrique Estrázulas en la década de 1980
Foto: .José Luis Samandú / Centro de Fotografía de Montevideo
Una de las grandes poetas de Uruguay, que además todavía está viva, es Cristina Peri Rossi (Montevideo, 1941).
La también escritora vive en Barcelona, España. Su exilio, cuando estaba cerca de empezar la dictadura cívico militar uruguaya (1973-1985), inspiró parte de su obra.
En el libro Estado de exilio (Colección Visor de Poesía, 2003) aparece el dolor de estar lejos de su ciudad. Así sucede en el poema Montevideo con versos donde habla de tangos tristes / viejas prostitutas de dos por cuatro / marineros extraviados / y bares que se llaman City Park.
A continuación, el poema completo.
Montevideo
Nací en una ciudad triste
de barcos y emigrantes
una ciudad fuera del espacio
suspendida de un malentendido:
un río grande como mar
una llanura desierta como pampa
una pampa gris como cielo.
Nací en una ciudad triste
fuera del mapa
lejana de su continente natural
desplazada del tiempo
como una vieja fotografía
virada al sepia.
Nací en una ciudad triste
de patios con helechos
claraboyas verdes
y el envolvente olor de las glicinas
flores borrachas
flores lilas
Una ciudad
de tangos tristes
viejas prostitutas de dos por cuatro
marineros extraviados
y bares que se llaman City Park.
Y sin embargo
la quise
con un amor desesperado
la ciudad de los imposibles
de los barcos encallados
de las prostitutas que no cobran
de los mendigos que recitan a Baudelaire.
La ciudad que aparece en mis sueños
accesible y lejana al mismo tiempo
la ciudad de los poetas franceses
y los tenderos polacos
los ebanistas gallegos
y los carniceros italianos.
Nací en una ciudad triste
suspendida del tiempo
como un sueño inacabado
que se repite siempre.
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Cristina Peri Rossi
Cuando ya había muerto Alfredo Fressia (1948-2022), se publicó una segunda edición de Frontera móvil (Yaugurú, 2023) con los textos Aeropuertos y Montevideo, La Coquette. Ambos habían sido grabados junto al también poeta Luis Bravo y emitidos en la inauguración del Primer Festival de Poesía de Montevideo en 1993
Aunque Montevideo, La Coquette está escrito en prosa, su la calidad amerita la aparición en esta nota.
Fressia fue otro de los exiliados debido a la dictadura cívico militar. El poeta se fue a San Pablo, Brasil, y nunca volvió a vivir en Uruguay. Sin embargo, una vez que regresó la democracia, visitó el país anualmente.
A continuación, un fragmento que se emparenta con el poema de Peri Rossi por el dolor del exilio que lo subyace y por la asociación de Montevideo con el tango.
Montevideo es una ciudad llena de sueños. Por eso nadie la cuida. Y además, no se puede estar en Montevideo y estar en Montevideo al mismo tiempo. En Montevideo soñamos con países distantes o amores imposibles o destinos nuevos. Cuando se está en Montevideo y se está casi en Montevideo, uno entra en estado de peligro y entonces oye tangos.
Alfredo Fressia
Foto: Fundación Mario Benedetti
La última entrega de la revista literaria Oro fue una edición especial sobre Montevideo. Contó con textos de varios autores como Mercedes Estramil, José Arenas y Magdalena Portillo, entre muchos otros.
Y en la contratapa de esta edición se encuentra el fragmento de un poema de Amanda Berenguer (1921-2010) con versos inmediatamente admirables: batiendo contra el murallón de la rambla / costanera o crecido sobre la orilla arenosa / apretando un huevo puesto en pleno vuelo / así con la cáscara partida Montevideo derramado / por un pájaro parecido al ave tiempo.
Al tratarse Las nubes magallánicas de un poema tan largo, transcribimos el mismo fragmento que publicó Oro. Los versos están repletos de referencias a una Montevideo mirada desde la infancia.
cuando transitamos a velocidad cotidiana
la gran avenida vía Láctea paseo
cielo parque conocido desde niña y
antes aún de papá y mamá muy semejante
a 18 de julio cuando mirábamos pasar
desde el chevrolet 36 detenido en la acera
las personas preparadas para una exposición
rodante con aire de retreta y repasaba
un examen de historia natural
y sus vidrieras falsas de vida nocturna amarillenta
en bajo voltaje sobrecargado a punto de estallar
y se enciende el motor y se cruzan las calles
de la Aguada la estación de tranvías del Reducto
con reloj en hora hasta el Brazo Oriental
de vuelta por San Martín entre plátanos jóvenes
hasta Huáscar corta y sin hormigonar y cuando
llegamos a casa ahora en otro lado
del mapa de la ciudad en la punta
más cerca de un labio del planeta
cuando volvemos a esta turbia clara
circunvalación suburbana
mezclados de yema central y del ruido
usurero de un río de plata baja
batiendo contra el murallón de la rambla
costanera o crecido sobre la orilla arenosa
apretando un huevo puesto en pleno vuelo
así con la cáscara partida Montevideo derramado
por un pájaro parecido al ave tiempo
del segundo viaje de Simbad
y cuando es hora de amor y de ladrones
en el monte de al lado
o cuando sobre la playa me tiro al agua
entre los crustáceos al fondo en su elemento
o a un pozo para desaparecer o morir
de otra envergadura en otro viaje
navegando surcando explorando el agua negra
a la pesca de presas de oro prometidas
abierto hasta los tuétanos el tesoro
de los antepasados latinos industriosos y avaros
quedan someras sobras sobre la mesa tendida
queso para trampas caseras y cebo rancio
y lentejas con tocino guisadas
para alimentar los diarios malos entendidos
viejos como el mundo
un plato por otro de carne viva fría
o trozos dando coletazos de eso que somos
por dentro y no se ve
y emerge a veces en rabiosa pesca mayor
difícil de descuartizar
aventamos las plumas indemnes sepultadas
de aves americanas o de indios charrúas
entusiastas asadores de Solís el descubridor
de este lecho correntoso donde aún desovan
las corvinas con cangrejilla y los delfines maman
sin línea directa a ningún trono de la tierra
y se enturbia una resaca misionera colonial
cuando ocurre un accidente
y muere un niño ciclista aplastado
contra el parabrisas asesino del automóvil
en Caramurú junto al arroyo
cuando suena el despertador y repica el pulso
en las coronarias
cuando me despierto y recuerdo
Amanda Berenguer
Foto: Fundación Banco República
Aunque nació en Paso de los Toros (Tacuarembó), Mario Benedetti está vinculado a Montevideo, la ciudad a la que se mudó de niño, tanto en el imaginario popular local como internacional. En el café San Rafael, en el centro de Montevideo, tenía una mesa reservada y ahí lo iban a buscar los turistas.
Antes de exiliarse, y volver, por los mismos motivos que sus colegas, Benedetti ya había publicado tres libros claves en su obra, que implicaban una relación fuerte con la vida en la ciudad: Poemas de la oficina (1956), Montevideanos (1959) y La tregua (1960).
En el primero, describe una existencia anodina en un Montevideo gris, sobre el que todavía brilla el ideal (o el recuerdo) de la infancia. Además de ser un buen ejemplo de esa relación del poeta con la rutina y la ciudad, Dactilógrafo es uno de los mejores poemas de Benedetti.
Dactilógrafo
Montevideo quince de noviembre
de mil novecientos cincuenta y cinco
Montevideo era verde en mi infancia
absolutamente verde y con tranvías
muy señor nuestro por la presente
yo tuve un libro del que podía leer
veinticinco centímetros por noche
y después del libro la noche se espesaba
y yo quería pensar en cómo sería eso
de no ser de caer como piedra en un pozo
comunicamos a usted que en esta fecha
hemos efectuado por su cuenta
quién era ah sí mi madre se acercaba
y prendía la luz y no te asustes
y después la apagaba antes que no durmiera
el pago de trescientos doce pesos
a la firma Menéndez & Solari
y sólo veía sombras como caballos
y elefantes y monstruos casi hombres
y sin embargo aquello era mejor
que pensarme sin la savia del miedo
desaparecido como se acostumbra
en un todo de acuerdo con sus órdenes
de fecha siete del corriente
eran tan diferente era verde
absolutamente verde y con tranvías
y qué optimismo tener la ventanilla
sentirse dueño de la calle que baja
jugar con los números de las puertas cerradas
y apostar consigo mismo en términos severos
rogámosle acusar recibo lo ante posible
si terminaba en cuatro o trece o diecisiete
era que iba a reír o a perder o a morirme
de esta comunicación a fin de que podamos
y hacerme tan sólo una trampa por cuadra
registrarlo en su cuenta corriente
absolutamente verde y con tranvías
y el Prado con caminos de hojas secas
y el olor a eucaliptus y a temprano
saludamos a usted atentamente
y desde allí los años y quién sabe.
Mario Benedetti mira la Avenida 18 de Julio desde el balcón de su apartamento
Foto: Fundación Mario Benedetti