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"La clave del Sapo Ruperto es lo afectivo"

El bisabuelo más rockero de Uruguay y dos de sus hijos regresan a la Trastienda con un nuevo espectáculode Ruperto Rocanrol. Berocay habló sobre la vigencia del clásico personaje y de las satisfacciones que le da
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28 de junio de 2015 a las 05:00
Roy Berocay tiene 60 años, cinco hijos, ocho nietos y dos bisnietos. Casado desde los 19 años con su actual mujer, se podría decir que su vida siempre estuvo rodeada de niños. Fue estando con uno de sus hijos que un día apareció la idea del Sapo Ruperto, cuando el niño jugaba con un sapo en Parque del Plata. Ruperto fue el nombre que se le vino a la cabeza a Berocay, quien esa noche inventó un cuento para sus hijos con ese particular anfibio.

"Todo lo que hice tenía que ver con ellos y después descubrí que también funcionaba con otras personas. Es indudable que el hecho de tener cinco hijos marca que a uno le gustan los niños, sino sería muy masoquista", comenta Berocay, en entrevista telefónica con El Observador.

Lo que vino después es conocido: el autor se convirtió en uno de los pioneros de la literatura infantil uruguaya con el Sapo Ruperto y otros libros como Pateando lunas (1993), y logró que el año pasado su personaje cumpliera 25 años sin perder vigencia.

Pero, además, Berocay, que trabajó como periodista durante décadas en medios como El Diario, Reuters y Búsqueda, también cultivó una carrera como músico. Desde la adolescencia forma parte de bandas de rock y blues, entre ellas El conde de Saint Germain, La Conjura y la Berocay Blues, que integra con sus hijos Pablo, Bruno y Demián. Los dos primeros forman con él desde hace siete años Ruperto Rocanrol, la banda musical que se presentará todos los días de las vacaciones de julio en La Trastienda con su nuevo show El dragón y la princesa que no era.

"Este año decidimos hacer una mezcla ópera rock para niños con un cuento, que se desarrolla a lo largo del espectáculo. Se compusieron siete u ocho temas nuevos, habrá proyecciones y apostamos, como siempre, al humor y la participación de la gente".

Roy Berocay
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¿Cree que el rock para niños era un nicho que hacía falta cubrir?

Toda la vida fui músico de rock y blues y era evidente que lo que me iba a salir era hacer eso. Después que arranqué, hubo gente que me arrimó material de una banda mexicana y descubrí que ahí había toda una movida de rock para niños. Nosotros somos una banda de rock en cuanto estructura, pero también hacemos otros estilos como folk, música brasileña, murga, hip hop y usamos instrumentos como el banjo, la mandolina, la guitarra acústica y la percusión. Este año nos aventuramos al reggaeton. La música que hacemos la tomamos muy en serio y si le cambiáramos las letras la podríamos usar para adultos.

En 2014 hicieron 15 shows en La Trastienda. ¿Le sorprende la respuesta de los niños?

A esta altura no nos sorprende porque hemos estado por todos lados. Fuimos, por ejemplo, al Encuentro Nacional de Escuelas Rurales y tenés que ver a los 700 gurises haciendo pogo y saltando. Pero lo que me emociona cada vez son las caras de felicidad. Lo que hacemos es mostrar que divertirse está bueno. El otro día una maestra me agradeció por la libertad y eso me gustó mucho. Se da una cosa afectiva, cuando terminamos de tocar bajamos a saludar y ahí los niños te abrazan y se sacan fotos.

¿Por qué cree que el Sapo Ruperto sigue vigente?

Sinceramente no lo sé. No deja de sorprenderme. Tiene que ver con el humor y con que los gurises se identifican con el personaje, pero creo que la clave en esa cuestión afectiva. Cuando vos hacés algo como si lo hicieras para tus hijos o tus nietos transmitís cosas. Y eso genera un vínculo.

¿Ha ido cambiando los valores presentes en sus libros?

El Sapo Ruperto nunca trató de transmitir nada, el propósito de las historias es que sean lo más entretenidas posibles. Soy enemigo del didactismo. Ahora bien, es imposible hacer cosas sin transmitir otras. Y de hecho el Sapo Ruperto se usa muchísimo en las escuelas de Uruguay y Argentina. Lo que sí ha pasado con el personaje es que ha ido creciendo, en el sentido en que el primer libro era casi un sapo de jardinera y en el último estamos con el casamiento. No sé si va a seguir hasta la jubilación.

¿Cree que los niños leen menos que antes?

Cuando empecé hace 25 años no había prácticamente nada. En literatura nacional infantil estaba Ignacio Martínez, que sacaba su primer libro, y yo. Ahora, si vos vas a una librería, ves estantes llenos de autores uruguayos. Todos esos libros los debe estar leyendo alguien.

Usted ha criticado que a la literatura infantil se la trate como si fuera clase B.

Nunca leí una crítica de un libro para niños en un medio. Es como que es una literatura de segundo orden, que no tiene que ver con la cosa trascendente. La gente se olvida de que nosotros estamos en una especie de primera línea de batalla, que si no aportamos cosas para que los niños lean ahora nadie va a leer a los grandes autores dentro de 10 o 20 años. Me pasa cuando tocamos con Ruperto Rocanrol que aparecen parejas con sus hijos y cuando ellos eran chicos leían al Sapo Ruperto.

¿Qué pasó con la estatua del Sapo Ruperto que fue vandalizada el año pasado?

Por suerte los padres de los gurises que hicieron eso asumieron la responsabilidad, los propios gurises pidieron disculpas y financiaron la reconstrucción. Está en la rambla del Arroyo Solís Chico y, como vivo cerca, a veces paso por ahí y siempre hay alguien sacándose fotos. Lo de la estatua generó una respuesta de los vecinos increíble. De hecho, una empresa de seguridad donó una cámara de vigilancia y ahora el Sapo Ruperto está vigilado las 24 horas.

¿Qué es lo mejor que le dio el Sapo Ruperto?

El cariño de la gente, el que fue adoptado como propio por otras personas.

Imagino que tendrá muchas anécdotas. ¿Cuál le viene ahora a la cabeza?

Al principio de todo, cuando recién había salido el libro del Sapo Ruperto y no tenía idea de lo que podía pasar, me llamaron de una escuela. Era un primer año y entonces fui y ahí había un niño que se llamaba Ángel, que tenía serias dificultades para aprender a leer y era muy pobre. Le había pedido a la madre como regalo para el Día del Niño mi libro. Gracias a que le gustaban mucho esos cuentos se esforzaba por aprender a leer. Me impresionó muchísimo y entonces sentí que era importante hacer lo que estaba haciendo, que podía de alguna manera tocar la vida de otras personas.

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