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¿No será el momento?

Las elecciones en Brasil abren una nueva oportunidad para Uruguay
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26 de octubre de 2018 a las 05:03

Los debates nacionales sobre la política exterior del país adquieren una progresiva mayor importancia. Sin pretender que esta se ubique en los niveles de atención de los problemas económicos, de seguridad o de los inacabados intercambios sobre las reformas estructurales aún pendientes en Uruguay, es cada vez más habitual discutir sobre temáticas internacionales. El mayor involucramiento de los medios de comunicación ha hecho posible una mayor interiorización de la población sobre los diferentes acontecimientos políticos, económicos o comerciales de orden global que pueden tener impacto en el país. El caudal de información disponible y su facilidad de acceso han permitido una creciente madurez en los análisis, evidenciando que son cada vez menos –si bien aún con una exagerada influencia en el gobierno– los que siguen concibiendo el comercio internacional con una lógica de la década de 1960. 

Los debates nacionales sobre la política exterior del país adquieren una progresiva mayor importancia.

Los mencionados actores siguen priorizando los intereses ideológicos y políticos sobre los económicos y comerciales, con posiciones inflexibles y muy poco prácticas, justo en una de las políticas públicas que muestra mayor dinamismo e imprevisibilidad. De hecho, son varias las posiciones seguidas por el gobierno en política internacional que fueron afectadas por definiciones de esta naturaleza, a cargo de parlamentarios, grupos políticos del gobierno y sindicatos. Algunos ejemplos de la priorización de la política o la ideología sobre los intereses económicos y comerciales del país se observan en la definición tomada en su momento respecto a la no participación de Uruguay en el acuerdo de servicios Tisa, el violatorio ingreso de Venezuela al Mercosur, su proceso de politización, el perfil de la agenda externa y las razones que llevaron al ingreso de Bolivia al bloque. 

Los mencionados actores siguen priorizando los intereses ideológicos y políticos sobre los económicos y comerciales, con posiciones inflexibles y muy poco prácticas, justo en una de las políticas públicas que muestra mayor dinamismo e imprevisibilidad.

Con los cambios de gobierno en la región (Macri en Argentina y Temer en Brasil) debe reconocerse que en algunos asuntos el gobierno de Tabaré Vázquez acompañó en mayor medida la dinamización del Mercosur y su regreso a un enfoque más económico. De cualquier forma, en otros siguió atado a las raíces ideológicas, como ocurrió con la posición del país respecto al régimen del presidente Maduro en Venezuela, o en la falta de impulso y liderazgo para alcanzar una flexibilización del Mercosur que permita la firma de tratados bilaterales con economías de extrazona.

De hecho, si bien se negocia actualmente con la Unión Europea, Canadá, Singapur, AELC y Corea del Sur, la realidad es que los países del Mercosur siguen contando con los mismos acuerdos que hace casi una década, con la sola excepción del recientemente firmado con Colombia, país con el que por cierto ya se contaba con preferencias comerciales profundas. Repasando los avances del Mercosur en su agenda externa, cabe recordar la firma de sus primeros tratados con Bolivia y Chile en el año 1996, con Colombia, Ecuador y Venezuela en 2004, uno muy limitado con India en el mismo año, con Perú en 2005, con Cuba en 2006, Israel en 2007, otro muy limitado con la Unión Aduanera de África del Sur en 2008, con Egipto dos años después y el ya comentado con Colombia firmado en 2017. Por su exclusivo interés político, no se consideró el cerrado por el Mercosur con Palestina. En definitiva, el bloque sigue sin contar con acuerdos comerciales con Estados Unidos, Japón, Corea del Sur, Unión Europea o China entre otras economías, muchas de las cuales se ubican entre los principales socios comerciales.

Como es sabido, más allá de los acuerdos bilaterales firmados por Uruguay con México y Chile (este último no mejoró el acceso que ya se contaba en bienes), por aceptar como válido el argumento de que el Mercosur es una unión aduanera, Uruguay depende del éxito de las negociaciones conjuntas llevadas adelante por todos los miembros, para mejorar sus condiciones de acceso a nivel internacional. De hecho, en lo que va del año, tan solo el 30% de las exportaciones uruguayas tuvo como destino países con los que hay algún acuerdo comercial vigente. A los problemas derivados por la falta de acceso preferencial respecto a nuestros principales competidores se les debe adicionar la pérdida de competitividad que enfrentan los empresarios por los elevados costos salariales, el combustible, la energía, la falta de mano de obra calificada y las ineficiencias asociadas a los déficits en infraestructura.

El país debe tomar algunas definiciones en cuanto a la estrategia de inserción internacional hoy centrada en el Mercosur. A esta altura, parece evidente que el bloque continuará con dificultades para cerrar acuerdos comerciales con las primeras economías a nivel internacional. Entre otras cosas, porque sus dos socios mayores siguen mostrando los mismos rezagos proteccionistas del pasado más allá del color político de sus gobiernos.

Las dificultades recientes para avanzar en las negociaciones con la Unión Europea confirman que varios sectores productivos de la región aún se resisten a discutir la apertura comercial. La necesidad que se le presenta a Macri por mostrar éxitos en su política exterior, hoy una extensión de su política interna, así como el nuevo escenario que impone el muy probable próximo presidente de Brasil confeccionan el mejor panorama en años para debatir la reformulación del Mercosur. Tras la aprobación de un nuevo tratado, el bloque podría olvidar sus grandilocuentes e incumplidos objetivos originarios –como la unión aduanera y el mercado común– priorizando una verdadera zona de libre comercio sin excepciones y trabas no arancelarias.

En paralelo y siguiendo el modelo de la Alianza del Pacífico, se podrán ir negociando y armonizando aquellas disciplinas que hacen posible la conformación de verdaderos espacios económicos y comerciales. A su vez, todos los miembros deben recuperar su soberanía comercial para suscribir acuerdos comerciales bilaterales, lo que no es contrario a la regionalización de todas aquellas normas que faciliten el comercio, las inversiones, el comercio de servicios, las normas laborales, las medioambientales, las contrataciones públicas o las referidas al comercio electrónico. En todas estas áreas, el bloque posee escasa o nula legislación.

El gobierno uruguayo debe adelantarse al nuevo contexto que desde el próximo domingo podría emerger en la región, para lo cual sería conveniente convocar a todos los actores políticos para alcanzar consensos mínimos, que permitan la toma de definiciones estratégicas de largo plazo. Debe alertarse, que mientras en el país nos hemos dedicado a criticar públicamente al probable próximo presidente de Brasil, tanto Argentina como Paraguay ya intercambian opiniones y plantean los escenarios regionales posibles.

Al gobierno uruguayo, los actores políticos e involucrados en la definición de políticas públicas en el país, para este y otros temas de la agenda de desarrollo nacional, ¿no será el momento? 

 

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