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¿Por qué la mejora económica no se refleja en consumidores y empresarios?

Aunque varios indicadores de actividad muestran señales positivas, las expectativas no sintonizan con esas mejoras y generan dudas sobre su sostenibilidad a futuro
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10 de septiembre de 2017 a las 05:00

La actividad muestra señales de recuperación y las proyecciones de crecimiento para la economía en 2017 y 2018 son más optimistas que a comienzo de año. La inflación se desaceleró con fuerza y en agosto completó seis meses dentro del rango meta de entre 3% y 7% trazado por las autoridades. Además el consumo, las exportaciones y la producción industrial tienen desempeños positivos.

Esos son algunos de los buenos datos que exhibe la foto de la economía uruguaya. Sin embargo, ni trabajadores ni empresarios parecen estar todavía lo suficientemente contentos y el pesimismo sigue latente en sus expectativas. La contracción del mercado de trabajo, los problemas de competitividad y los costos salariales, entre otros, están jugando su partido y hacen "ruido" en las percepciones sobre el futuro.

Tras recuperarse de manera sostenida y abandonar mínimos históricos de 2016, ahora en un contexto más favorable, el Índice de Confianza del Consumidor (ICC) permanece en zona de moderado pesimismo y con fuertes variaciones de un mes a otro.

Para la economista Silvia Vázquez, responsable del Programa de Opinión Pública y Confianza Económica (Universidad Católica, Equipos Consultores) esa volatilidad reflejaría dos movimientos contrapuestos: la percepción de mejora de las "condiciones actuales", pero en un marco de peores perspectivas para las "condiciones futuras".

Los consumidores entienden que la situación económica expone mejoras y están dispuestos a gastar. Eso se refleja, por ejemplo, en una mayor predisposición a la compra de bienes durables como automóviles y electrodomésticos, alentados por la baja del dólar. También en la recuperación de la percepción sobre "la situación económica personal actual" respecto a un año atrás.

Pero buena parte de esas mejoras podrían revertirse a mediano plazo y ahí aparece "el ruido" que lleva a una tónica más pesimista en materia de expectativas, explicó Vázquez a El Observador.

"La mejora del consumo en buena medida se sostiene en una recuperación del salario real y en un dólar más barato. La mejora del salario real en gran medida se explica por una inflación que es prácticamente la mitad que hace un año atrás, pero esa desaceleración de los precios la lideró la caída del tipo de cambio. Lo mismo en la recuperación del gasto en bienes durables (...) En la base de estos mejores indicadores actuales está un dólar más barato, y la pregunta es ¿cuán sostenible a futuro es esta situación?", afirmó la economista.

Lea también: Dólar, inflación y desempleo; claves en las expectativas de los consumidores

La desconfianza se refleja, por ejemplo, en las expectativas "sobre la situación económica personal a un año", que en julio tocaron el nivel mínimo de los últimos 10 años. Una señal en dirección a que más que la evolución del PIB, los consumidores están mirando con atención y preocupación otros datos, como la pérdida de empleos y las perspectivas del mercado de trabajo.

Para el socio de Deloitte, Pablo Rosselli, las expectativas empresariales se están recomponiendo. Así lo marcó la última medición que la consultora realizó en abril y se espera una nueva mejora en la encuesta de octubre. Sin embargo, la recuperación todavía está lejos de "alcanzar un contexto de euforia".

En las conversaciones con sus los clientes el economista observa dos cosas: la primera es que aunque el crecimiento de la actividad se da en varios sectores no es completamente generalizado en las empresas. Otro punto que se sigue con preocupación es la falta de competitividad, los altos costos salariales, y el resultado fiscal que no termina de consolidarse y que siembra dudas sobre qué medidas de ajuste quedan en el horizonte del gobierno. "Esa combinación explica que las expectativas empresariales continúen siendo bastante cautelosas", resumió Rosselli a El Observador.

Del lado de los consumidores, la hipótesis de Rosselli va en dirección a que el moderado pesimismo toma en cuenta que el desempleo es todavía relativamente alto (8,1% en el segundo trimestre) y que las empresas siguen renuentes a contratar personal.

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Baja rentabilidad

Mientras la mediana de los pronósticos privados apunta a que la economía se expandirá 3,4% en 2017 y moderará levemente su impulso en 2018 (3,2%), solo el 2% de los comerciantes consultados en la última encuesta de actividad de la Cámara de Comercio manifestó que piensa aumentar su plantilla de trabajo en lo que resta del año. La amplia mayoría (84%) respondió que el personal ocupado en sus empresas permanecerá relativamente estable y el restante 14% dijo que considera reducir la cantidad de personas contratadas.

Cuando se les consultó sobre cuáles son los factores que llevan a que el mercado laboral no refleje los mejores resultados de la economía, la mayor parte de las respuestas (37%) lo atribuyó a la baja rentabilidad que están mostrando las empresas, lo que reduce los márgenes de ganancia y perjudica la contratación de nuevos trabajadores.

"Los costos de las empresas crecen por encima de sus ingresos, los empresarios asumen una abultada carga en materia de costos directos e indirectos que han evolucionado de manera creciente, al tiempo que las ventas no han acompañado dicha evolución, al menos en algunas ramas comerciales", se argumenta.

Además, el 23% de los empresarios consideró que los incrementos de salarios no se condicen con los niveles de productividad de los trabajadores, con lo que se genera "una traba" al crecimiento de las empresas, y por tanto a la generación de mayor trabajo. Otro motivo mencionado por el 14% de los consultados fue la rigidez del mercado laboral. En un contexto de crecimiento económico "incipiente o frágil", esto lleva a que los niveles de empleo "permanezcan estables o incluso en retroceso", afirma la cámara.


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Señales que inquietan

La confianza en la economía fue tema central en la última editorial publicada por la Cámara Mercantil de Productos del País (CMPP). Bajo el título "El pesimismo golpea la puerta", la gremial afirmó que la lectura del comienzo del segundo semestre "parte de un sistema político sumamente bloqueado, recurrente en la temática pero sin poder avanzar y eso pega mal en el estado de ánimo de empresarios y consumidores".

Según la CMPP, el momento actual merece ser considerado "con cautela y mucho cuidado".

Entre las señales que despiertan inquietud se menciona el aumento de las empresas que se presentaron a concurso de acreedores, la morosidad del crédito y la medición de confianza de los consumidores.

Por su parte, en julio las expectativas industriales respecto a sus empresas y al comportamiento futuro del mercado interno y externo mejoraron en comparación a junio, mientras que las expectativas sobre la economía del país se mostraron a la baja, según informó esta semana la Cámara de Industrias.

Otro sondeo realizado por la gremial reveló que la pérdida de competitividad es el aspecto que más desvela al sector industrial. Las empresas no ocultan su preocupación por el aumento de los costos internos y cuando a esa suba se le suma un tipo de cambio por debajo de las expectativas, asumen que la situación se convierte en una suerte de tormenta perfecta. Por eso, la industria sostiene que el dólar debería estar en el entorno $ 32 (hoy está en $ 28,83) y reclama por una rebaja en las tarifas públicas y otros aportes.

Más empresas a concurso

Entre enero y la primera quincena de agosto se presentaron a concurso de acreedores 73 empresas de diferentes sectores de actividad, 55% más que en el mismo período de 2016. En todo el año pasado los concursos fueron 76. Entre ellas hubo empresas del rubro agroindustrial, bodegas y viñedos, empresas de importación y venta de celulares, agencias de viajes, constructoras, una compañía de transporte, una metalúrgica, una empresa instaladora de fibra óptica, otra dedicada a la generación de biomasa y una farmacia, entre otras.

En el caso de las cuentas bancarias, en los últimos 12 meses a junio habían sido sancionadas 2.086 cuentas, 1,7% menos que en igual período de 2016, según datos de la Liga de Defensa Comercial (Lideco). Las cuentas suspendidas por emitir cheques sin fondos fueron 1.550 frente a 1.564 del año pasado y las clausuradas totalizaron 536 con un descenso de 3,9% interanual. La clausura se aplica cuando la emisión de cheques sin fondos –y, por tanto, la suspensión de la cuenta– es repetida.

Morosidad del crédito

El nivel de endeudamiento de las familias y empresas con las administradoras de crédito y los bancos viene en aumento en lo que va del año.

En el primer caso, Rosselli de Deloitte indicó que la pérdida de empleo de los últimos años es un elemento que está incidiendo, aunque las administradoras están encontrando la forma de remunerarlo a través de un mayor volumen de negocios y de las tasas de interés que aplican.

Sobre el endeudamiento de las empresas con los bancos, el economista dijo que sigue siendo "muy moderado" y concentrado en un conjunto pequeño de casos, pero de valores importantes. "Eso es lo que está empujado la mora. En varios casos son empresas del sector agronegocios", explicó.

"La morosidad sigue de atrás al ciclo económico. El primer año que la economía es mala las empresas lo resisten bien porque vienen de años buenos. El segundo año se vuelve más difícil, y ahora aunque la economía esté mejorando, para algunas empresas no ha mejorado lo suficientemente rápido como para reponerse de las pérdidas que tuvieron en los dos años anteriores", añadió.

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