Ricardo Peirano

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¿Se acabó la joda?

En estos seis meses, la realidad argentina superó todas las expectativas en materia de descubrimiento de corrupción
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24 de julio de 2016 a las 05:00

En un país en el que realidad supera a la mejor ficción y del cual el mismísimo genio de Steven Spielberg podría inspirarse para realizar alguna de su geniales y fantasiosas películas, el presidente acaba de decir en una entrevista televisiva de alto rating, que se "acabó la joda", que de ahora en más "todos" tendrán que pagar sus impuestos y que el blanqueo es la "última oportunidad" de ponerse al día antes de que la administración tributaria vaya por los evasores.

Si, el lector imagina bien. El país es Argentina y el presidente es Mauricio Macri en entrevista con Jorge Lanata. Es un país donde la "joda" es muy grande. Donde lo que vimos en estos seis meses ha superado todas las expectativas en materia de descubrimiento de corrupción. Lujosas propiedades en cantidades al por mayor, bóvedas de todo tipo y color, declaraciones de oscuros testaferros, hijos de los testaferros contando con frenesí y velocidad millones de billetes estadounidenses bajo cámaras de seguridad (de esas cámaras que tanto le gustan a nuestro Ministerio del Interior para controlar facialmente a decenas de miles de espectadores en un estadio de fútbol), altos funcionarios del gobierno anterior que llevan millones de dólares en sacos y que los arrojan de madrugada por encima de los muros de un convento de monjas, donde no se sabe si las monjas son monjas y si saben los que contienen los sacos, cajas de seguridad bancarias pertenecientes a la familia que gobernó por 12 años el país con casi 5 millones de dólares. A ello hay que agregarle que la plana mayor del gobierno anterior, empezando por la ex presidenta, está desfilando por los tribunales ( a veces con actos multitudinarios, otras casi a hurtadillas) y ha sido o está por ser procesada.

Parece que hay "mucha joda" que va saliendo a luz y mucha más que queda por salir. Son muchos años de corrupción, de negociados, y bajo distintos gobiernos. Son muchos años de comprar votos en el Congreso o de aprovechar la obra pública nacional o provincial en beneficio de los gobernantes y todo ello, digámoslo con claridad, con la complicidad de los empresarios que pusieron su óbolo para ganar la licitación. El entramado es, pues, tan complejo como el que se ha venido observando en Brasil y si no se ha avanzado más se debe a la falta de jueces con independencia y sin miedo y a la famosa ley del arrepentido que permite a un delincuente reducir su pena si delata a otros participantes del cohecho. Hay dos bibliotecas respecto a la conveniencia de esta ley, pero lo cierto es que en Brasil funcionó y en ella se basó la investigación del FBI para desmontar la madeja de corrupción en la FIFA.

Macri tiene la ventaja de que llega al poder en medio de una ola de corrupción innegable. Hay pruebas de todo tipo y color. Nadie puede negarla excepto la Sra. de Kirchner, quien adjudica todo a una conspiración de las corporaciones, de las empresas, de los grandes medios para enviarla a ella a prisión por haber osado desafiar a los poderosos y defender a los humildes, sin que ello le impidiera amasar una cuantiosa fortuna en muy poco tiempo, primero "como abogada exitosa" y luego "alquilando inmuebles" que nadie sabe como fueron a parar a su propiedad o a la de su familia.

También tiene Macri la ventaja de conocer el poder y el poder empresarial desde dentro. Y allí habrá mucha tela para cortar si es que el presidente está dispuesto a hacerlo porque la corrupción tiene dos partes: el funcionario que corrompe y el empresario que "se deja corromper" o que "accede a las demandas deshonestas". Con una sola parte, no hay corrupción. Por eso, en buena parte del empresariado argentino corre frío en la espalda cada vez que se habla de la ley de arrepentido, cuya más entusiasta propulsora es la diputada Elisa "Lilita" Carrió.

Pero sería positivo para un país como Argentina, que ha hecho un modo de vida el eludir las normas o ignorarlas olímpicamente o torcerlas a su favor, ya se trate de la Constitución, de los tratados internacionales, de las leyes o de los decretos, que se comenzara una nueva etapa de transparencia y de honestidad en el manejo de los dineros públicos y de los privados. Que quien paga sus impuestos no sea visto como "un gil". Argentina tiene mucho para aportar al mundo, debe ocupar un lugar mucho más destacado que el actual concierto de las naciones y ello debe empezar por recomponer las bases morales de un país que no ha dejado de decaer década tras década desde principios del siglo pasado.

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