Mundo > Macri consolidó un espacio

Alberto Fernández asume con menos poder del previsto y una agenda urgente

El peronismo regresa al gobierno con la preocupación de no generar una expectativa desmedida por resultados inmediatos
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28 de octubre de 2019 a las 01:10

Se formalizó lo que desde agosto pasado todos los argentinos sabían: Alberto Fernández es el próximo presidente y Cristina Kirchner la nueva vicepresidente. Pero la sensación política es muy diferente de la de aquella noche de las PASO, porque una vez más las encuestadoras erraron por lejos pero en un sentido inverso al de aquella ocasión: no se produjo la derrota lapidaria del macrismo.

La realidad es que hubo una diferencia muy inferior a la prevista. Se hablaba de una ampliación de la ventaja que se había obtenido en las PASO y que podría superar con holgura los 20 puntos. Esa era la dimensión de la victoria que esperaba Fernández, consciente de que la toma de decisiones en la emergencia económica y social que vive el país sería menos pesada con una legitimación contundente surgida en las urnas.

El presidente electo deberá encarar ya desde antes de asumir urgentes negociaciones con los sindicatos, las corporaciones, el mercado financiero, la oposición política en el Congreso, las gobernaciones provinciales, el Fondo Monetario Internacional y los fondos de inversión acreedores de Argentina.

Pero no sólo no se dio ese resultado, sino que se achicó notablemente la ventaja a 7 puntos y el macrismo se recuperó en provincias donde había sido derrotado en agosto, incluyendo algunas de las más importantes del país, como Santa Fe, Mendoza y Entre Ríos.

De manera que la asunción de Fernández no es como la que había soñado. Y esa diferencia de votos no es apenas un dato anecdótico: el hecho de que el nuevo presidente le deba su victoria a la abrumadora ventaja lograda en la provincia de Buenos Aires –donde vota casi el 40 por ciento del padrón—  implica que le debe su cargo a Cristina Kirchner.

Es decir, se lo debe por partida doble: primero porque, en un caso inédito en el mundo, un vice eligió al presidente. Y segundo, porque Cristina reafirmó su vigencia como líder política con una fuerte base de apoyo personal.

Ello implica que Fernández, que había expresado su deseo de gobernar con un estilo distinto al de Cristina, en una coordinación mucho mayor con los gobernadores provinciales, tendrá ahora una menor autonomía de la que se preveía.

El hecho de que Cristina haya sido la verdadera artífice del triunfo electoral, que ahora sea la vicepresidente y maneje un Congreso que le responde más a ella que a Fernández hace que en el ambiente político se empiece a hablar sobre cierto “poder de veto” informal para la ex mandataria.

Definiciones urgentes

En todo caso, el nuevo Presidente tiene un festejo corto. Porque la dinámica de la crisis argentina no deja margen para prolongarse en celebraciones.

El presidente electo es consciente de que la “luna de miel” que disfrutó Macri –a quien su base electoral le perdonó una larga serie de medidas de ajuste— no será tan larga en esta nueva etapa. Y acaso por eso todos los oradores en el acto del festejo hicieron hincapié en el duro diagnóstico de la situación económica, como forma tácita de pedir que no se generen expectativas desmedidas sobre resultados inmediatos.

El presidente Mauricio Macri lo invitó a desayunar en la Casa Rosada, en un gesto que implica un intento por superar la antipatía mutua que se profesaron durante toda la campaña electoral y que tocó su punto cúlmine cuando en el debate Macri le recriminó que hubiese hablado de su fallecido padre Franco como ejemplo de corrupción empresarial y Fernández le retrucó: “vos sos un inmoral”.

Las semanas previas a la elección fueron agitadas en la economía, con una fuerte presión sobre el dólar y advertencias de Fernández en el sentido de que el Banco Central no debería seguir sacrificando reservas para contener al tipo de cambio.

Lo que todo el mundo interpretó es que Fernández quería que Macri aplicara un “cepo” cambiario mucho más duro que el actual, de manera de que se frenara la demanda de divisas por parte del público, que el viernes pasado abarrotó los bancos y obligó a una asistencia de urgencia que dejó al Central con 1.755 millones de dólares menos que el día anterior.

Esas advertencias fueron reafirmadas en los discursos de Cristina y de Fernández: ambos le recordaron a Macri que debe ejercer con responsabilidad su función de presidente hasta el 10 de diciembre.

Todos entendieron el mensaje: son seis largas semanas las que restan para el cambio de mando, y lo que el peronismo espera es que Macri no eluda el costo político de tener que implementar medidas antipáticas, aun cuando ello implique las medidas intervencionistas con las que Macri siempre estuvo en desacuerdo.

Macri, con una derrota digna

En la vereda de enfrente, Macri lució más tranquilo y hasta satisfecho por lo que podría calificarse como una derrota digna. Y, de hecho, el partido del presidente mejora su representación parlamentaria, porque anoche también se renovó la mitad de la cámara de diputados.

Como Macri en 2015 había sacado 34 por ciento y ahora mejoró esa votación en cuatro puntos porcentuales, se da la paradoja de que, siendo opositor, tendrá mayor fuerza parlamentaria que siendo presidente.

De hecho, en el “bunker” macrista había un buen estado de ánimo, muy diferente al de la noche de la derrota estrepitosa de las PASO. Ya el hecho de haber logrado una victoria clara en su bastión de la ciudad de Buenos Aires predispuso positivamente los ánimos, ahuyentando los fantasmas de una debacle política.

Pero cuando luego se constató que la campaña electoral  —que había apelado a la militancia en las calles y a una épica de la recuperación—, había dado resultado en varias provincias, directamente el clima se tornó en un festejo.

“Esto recién comienza”, sintetizó Macri, dejando en claro cómo es que él entiende el actual momento político: su derrota en las urnas no implica el fin del proyecto Cambiemos sino que, por el contrario, se consolida un espacio con proyección de futuro, cohesionado y con la aspiración de ser una alternativa de recambio con el peronismo.

Su mayor daño fue la derrota dolorosa de María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires a manos de Axel Kicillof, una nueva estrella de la política argentina.

Pero, en el balance, el macrismo se retira relativamente satisfecho. Un apoyo de 40 por ciento del electorado después de haber sufrido una larga y profunda recesión, incluyendo un fuerte tarifazo, varias devaluaciones, un incremento del desempleo y una inflación desatada, deja en claro que hay una porción del electorado que encontró una forma donde canalizar sus aspiraciones y valores.

Macri calificó lo que viene como “una oposición sana, constructiva, responsable, que ayude a consolidar logros”.

Lo que resta ver es si en estas largas seis semanas de transición priorizará la ayuda de Fernández o si preferirá una salida elegante que pueda significar trasladarle problemas a su sucesor.

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