Annie Ernaux

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Annie Ernaux leyó su discurso de aceptación del Premio Nobel: el rol político de la escritura y una promesa de por vida

La escritora francesa aceptó el Premio Nobel 2022 no como una victoria individual, sino como una "victoria colectiva" de quienes "aspiran a una mayor libertad, igualdad y dignidad"
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08 de diciembre de 2022 a las 16:23

Hace sesenta años Annie Ernaux escribió una frase irrefutable y promisoria en su diario: “Escribiré para vengar a mi gente". Tenía 22 años y estudiaba letras en una facultad de provincia con las hijas y hijos de la burguesía local cuando prometió escribir desde la voz de su medio social.

"Creía con orgullo e ingenuidad que escribir libros, convertirse en escritora, como la última de una línea trabajadores sin tierra, obreros de fábricas y comerciantes, gente despreciada por sus modales, su acento, su falta de educación, bastarían para reparar la injusticia social ligada a la clase social al nacer".

Este miércoles, la ganadora del Premio Nobel de Literatura de 2022 leyó su discurso de aceptación. La escritora francesa de 82 años expuso en seis páginas su visión del mundo y la escritura, actividad que entiende como un acto político y "una posibilidad de transfigurar la realidad". 

Pero llegó un momento en el que sintió que aquella promesa de la juventud estaba cada vez más lejos. Y no fue el rechazo de su primera novela lo que la atentó contra su deseo, sino las condiciones sociales. "Eran situaciones de la vida en las que el peso de la diferencia entre la existencia de una mujer y la de un hombre se sentía profundamente en una sociedad donde los roles estaban definidos por género, donde la anticoncepción estaba prohibida y la interrupción del embarazo era un delito. Casada, con dos hijos, un puesto de profesora y responsabilidad total en los asuntos domésticos, cada día me alejaba más y más de la escritura y de mi promesa de vengar a mi pueblo", dijo la escritora premiada.

Annie Ernaux

La autora de El lugar y El acontecimiento concibió entonces su compromiso con la escritura en una cruzada tan personal como universal que no consiste en escribir para una categoría de lectores, sino en escribir desde su experiencia. La auto-ficción. "Un libro puede contribuir a cambiar la vida privada, ayudar a romper la soledad de las experiencias vividas y reprimidas, y permitir que los seres se reimaginen a sí mismos. Cuando lo indecible sale a la luz, es política".

Y Ernaux es política. Aprovechó su discurso para poner atención sobre la "rebelión de las mujeres que han encontrado las palabras para desbaratar el poder masculino" en Irán, sobre "una ideología de retirada y clausura" en Europa vinculada a "la exclusión de extranjeros e inmigrantes, el abandono de los económicamente débiles, la vigilancia del cuerpo de las mujeres" y sobre "la violencia de una guerra imperialista librada por el dictador a la cabeza de Rusia". En algunos momentos de la Historia, dijo, el silencio no es de recibo.

La escritora profundizó en su discurso en el lugar que entiende que ocupan las mujeres en la escritura. "Escribiendo en un país democrático, sin embargo, sigo preguntándome por el lugar que ocupa la mujer en el campo literario. Todavía no han ganado legitimidad como productores de obras escritas. Hay hombres en el mundo, incluidas las esferas intelectuales occidentales, para quienes los libros escritos por mujeres simplemente no existen; nunca los citan. El reconocimiento de mi trabajo por parte de la Academia Sueca es un signo de esperanza para todas las escritoras", dijo la ganadora del Premio Nobel.

Ernaux consideró que al otorgársele la más alta distinción literaria "se está iluminando un trabajo que consiste en la escritura y la investigación personal realizada en la soledad y la duda".

"Esta luz no me deslumbra. No considero una victoria individual el premio Nobel que me ha sido otorgado. No es por orgullo ni por pudor que lo veo, en cierto sentido, como una victoria colectiva. Comparto el orgullo de ella con quienes, de una forma u otra, aspiran a una mayor libertad, igualdad y dignidad para todos los seres humanos, sin importar su sexo o género, el color de su piel y su cultura; y con los que piensan en las generaciones futuras, en salvaguardar una Tierra donde unos pocos hambrientos de ganancias hacen la vida cada vez más invivible para todas las poblaciones".

Para terminar, la escritora recordó aquella promesa que se hizo a si misma a los 22 años: "No puedo decir si lo he llevado a cabo. Fue de esta promesa, y de mis antepasados, hombres y mujeres trabajadores y habituados a tareas que les provocaban morir temprano, que recibí la fuerza y ​​la ira suficientes para tener el deseo y ambición de darles un lugar en la literatura, en medio de este conjunto de voces que, desde muy temprano, me acompañaron, dándome acceso a otros mundos y otras formas de ser, incluida la de rebelarse y querer cambiarlo, para inscribir mi voz de mujer y desertora social en lo que todavía se presenta como un espacio de emancipación, la literatura".

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