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Antídoto de Wimbledon para el culto a la disrupción

El campeonato de tenis ha tenido éxito en innovar sin dejar de ser el mismo
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19 de julio de 2018 a las 05:00
Por Andrew Hill
The Financial Times

Tomó 25 años, pero la semana pasada, después de ganar boletos en la lotería del club de tenis, finalmente regresé a la cancha central de Wimbledon. Lo que me sorprendió no fue cuánto, sino cuán poco, había cambiado la experiencia. Los arreglos florales de color verde, blanco y malva; el inflexible código de vestimenta de los jugadores; las canchas de césped mismas. Parecen incorruptibles símbolos de los campeonatos.

Es cierto que una porción de fresas y crema ahora cuesta £2.50 (equivalente a US$ 3,31) en vez de US$ 2,25, como en 1993, pero incluso ese aumento de precios se ha quedado rezagado con respecto a la inflación. El All England Lawn nTennis Club ha tenido sus momentos anticuados y reaccionarios. Todavía puede parecer bastante presumido acerca de sus logros. Pero parece haber dominado el reto al que se enfrenta cualquier organización que tiene que proporcionar un producto central con consistencia: cómo cambiar todo para que todo siga igual.

El culto a la disrupción es seductor. Pero las empresas que, sin pensar, persiguen una política de constante revolución se arriesgan a cambiar lo que sus clientes esperan.

Mark Schneider, el director ejecutivo de Nestlé, le comentó al Financial Times (FT) que ésta era una de las razones por las que no había seguido una estrategia de agitado y dramático cambio. Declaró que, más bien, "se trata de evolucionar para básicamente estar en sincronía con los tiempos".

Como poseedor de un boleto de Wimbledon, yo presentaría la misma idea de la siguiente manera: todo lo que quiero es fresas maduras a un precio razonable. Si la organización que sirve esas fresas tiene que hacer malabares para lidiar con, por ejemplo, problemas en la cadena de suministro, con un clima atípico durante la temporada, con los cambiantes apetitos, o incluso con el Brexit, no quiero o no necesito saberlo.

Los organizadores de Wimbledon cuentan con el privilegio de tener un monopolio en su mercado - el tenis de élite en vivo - dos semanas al año. Dicho esto, es tan cierto en el tenis como lo es en las telecomunicaciones, por ejemplo, que incluso los monopolios protegidos son vulnerables a la competencia y a las cambiantes demandas de los consumidores y de los jugadores.

Tomemos el tema del pago. El advenimiento de la era "abierta" del tenis profesional hace 50 años disparó la cantidad de dinero de los premios para los mejores jugadores. En 1993, el campeón de individuales, Pete Sampras, ganó £305,000 (US$ 403.642), mientras que Steffi Graf ganó £275,000 (US$ 363.939) por derrotar a la fallecida Jana Novotná en los partidos de individuales femeninos. Este año, los ganadores recibirán cada uno £2.25 millones (US$ 2,98 millones). Eso refleja otro cambio social: hace 11 años, los organizadores finalmente cedieron ante la presión y, adelantándose a las tendencias corporativas, otorgaron la misma cantidad en premios a hombres y mujeres.

A los ejecutivos corporativos les ha ido todavía mejor. En 1993, los directores del índice Financial Times Stock Exchange, más conocido como FTSE 100, generalmente ganaban casi £550,000 (US$ 727.088) al año. En 2016, los directores ejecutivos recibieron un paquete de pago promedio de £4,5 millones (US$ 5,96 millones), el doble del de los campeones de Wimbledon de este año. Ellos trabajaron más de un par de semanas por su pago, pero a la mayoría todavía parece que se le garantiza el equivalente al trofeo de Wimbledon cada año.

Luego está el asunto de la globalización. La distribución de nacionalidades entre los 16 mejores de la clasificación este año es más amplia de lo que era hace 25 años. En 1993, un solo jugador chino compitió en las primeras rondas del campeonato principal. Este año todavía hay solamente cinco participantes, todas mujeres. Pero eso cambiará, al igual que el interés de los espectadores chinos, requiriendo una mayor adaptación. No es coincidencia que el enlace internacional más destacado en el sitio web de Wimbledon sea la cobertura del torneo en mandarín.

La digitalización ya se estaba entrometiendo en las canchas de césped hace 25 años. No recuerdo haber usado los terminales táctiles que IBM instaló en Wimbledon en 1993, tres años desde el inicio de su asociación con los campeonatos. (Un periódico de entonces se sorprendió de que los espectadores pudieran "obtener copias impresas" de los perfiles de los jugadores a pedido). En la actualidad, todos los espectadores tienen acceso a lo mismo, y a mucho más, en sus bolsillos. Watson —el cual IBM intenta volver sinónimo de la inteligencia artificial como lo son Sue Barker o John McEnroe de los comentaristas del tenis por televisión— diseñó el afiche de este año para los campeonatos, y está analizando el ruido de la multitud con el fin de crear segmentos de lo más destacado para la aplicación de Wimbledon para teléfonos inteligentes.

La estructura de Wimbledon ha cambiado durante los últimos 25 años. Para el próximo año, ambas canchas primarias tendrán cubierta. Desde 1993, cuando, como sucedió este año, el Reino Unido disfrutó de una ola de calor de verano, los organizadores literalmente no han dejado que la hierba crezca bajo sus pies. Las canchas actualmente están cubiertas con un tipo de césped más resistente a los 'embates' de los jugadores de la línea de fondo. Sin embargo, una vez sentado y enfocado en los jugadores luchando por triunfar sobre una verde cancha de 78 pies por 27 pies, difícilmente se puede saber si se está en 1993 o en 2018, salvo por el ocasional sonido de un tono de llamada mal elegido proveniente de un teléfono móvil no silenciado.

"Nunca le vi beneficio alguno a crear miedo y estragos", comentó el Sr. Schneider de Nestlé durante la misma entrevista con el FT. Los administradores de Wimbledon pudieran decir lo mismo. Habiendo avanzado al compás de los tiempos, ellos pueden dejarles la creación de caos a los jugadores en la cancha.


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