Opinión > HECHO DE LA SEMANA

Batallas por la opinión pública

La oposición parece capaz de vencer, pero el oficialismo aún no se lanzó de lleno a la lucha
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22 de diciembre de 2018 a las 05:00

El presidente Vázquez dice que las cosas andan bien, el ministro Astori afirma algo parecido, las encuestas revelan que el oficialismo se ha debilitado, la oposición se agranda, y todos se alistan para una incipiente campaña electoral que será implacable.
Hasta el último día de este año que muere, en los combates por ganarse a la opinión pública, cada parte trata de mostrar su mejor perfil.
El miércoles, Tabaré Vázquez dijo ante centenares de empresarios: “No aceptamos que se diga que este gobierno va a entregar un país en crisis”. El presidente mostró cada faz bajo una luz favorable, y recordó que la economía uruguaya crece sin cesar desde 2003.
Al día siguiente, en radio Sarandí, el ministro de Economía, Danilo Astori, insistió: “No solo no hay crisis sino que Uruguay es el único país en la región que fue capaz de navegar por aguas turbulentas sin dejar en ningún momento de crecer, y sin deteriorar las conquistas que se lograron en materia social. ¿Que hay una disminución de ritmo? Sí, lo hay. (Pero) Uruguay logró diferenciarse en la región, con un desacople del ciclo económico del vecindario”.

Astori descartó que el Frente Amplio en el gobierno tenga un “modelo” dogmático, representado por él mismo, salvo el de la responsabilidad macroeconómica. El “modelo” entonces no puede agotarse, como sugieren algunos, pues acepta todas las correcciones que sean necesarias. Pero advirtió que será inevitable una reforma del sistema de seguridad social, “sí o sí y lo antes posible”, pues va rumbo a un desfinanciamiento grave. 

Un nuevo sistema de seguridad social debería ser una política de Estado, propuso Astori: requerirá acuerdos entre partidos políticos diversos, pues difícilmente se repitan las mayorías absolutas en el Parlamento. 
Hay una extendida convicción entre los opositores, particularmente entre los blancos, de que el ciclo de la izquierda en el gobierno se ha agotado. “Más que ganar la oposición, el oficialismo pierde las elecciones”, opinó un viejo dirigente nacionalista.
Las encuestas de intención de voto muestran que la oposición podría derrotar al Frente Amplio en un balotaje, por primera vez en dos décadas.

Pero el río aún fluye. El oficialismo no ha lanzado aún sus mejores divisiones al combate, detrás de un candidato común. Las encuestas también parecen encubrir una “mayoría silenciosa”, un “voto oficialista vergonzante” que puede emerger en cualquier momento. Es probable que el Frente Amplio se haya debilitado, pero no tanto como para caer del 48% de los sufragios que obtuvo en la primera vuelta de 2014 al 30% que se le adjudican hoy.

Las principales preocupaciones de la población son la inseguridad pública por el delito, y la debilidad del empleo por la pronunciada reducción de la inversión privada. También hay malestar por la baja o nula rentabilidad de las empresas, particularmente las unipersonales y las pequeñas, y por el decreciente ritmo de la economía.
El año que viene se pondrá mucho dinero a circular en obras públicas, empezando por el ferrocarril central. También deberían recuperarse las cosechas agrícolas, en particular la de soja. Pero la economía se estanca, el Estado marcha hacia una crisis fiscal y la deuda crece sin pausas desde 2014. 

También hay malestar o desazón por otros fracasos o abusos: la mendicidad creciente, la impunidad de los sindicatos, el acomodo masivo de militantes de izquierda en el aparato estatal.

El exvicepresidente Raúl Sendic, que de alguna forma representa muchas de las limitaciones del Frente Amplio, el lunes 17 se sintió liberado para asombrarse: “Todo el mundo (en la izquierda) se cruzó para la fila de la gestión del Estado y son ejércitos de gente que se ha acomodado. En la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, en los ministerios; contratos, familiares, compañeros, todos rentados (…). Todo el aparato de los partidos de la izquierda se sustenta” en el sector público.
Podrá argumentarse que siempre fue igual en la historia de la administración pública uruguaya; pero ocurre que mucha gente votó al Frente Amplio para que las cosas, por fin, se hicieran en forma diferente. Y sienten que, si esto es lo mejor que puede hacer la izquierda en el gobierno, ha sido demasiado poco. 

 

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