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Bergara: “No veo ninguna reforma sustancial en este período, sino retoques”

El precandidato afirma que el tercer gobierno frenteamplista estuvo más dedicado a “consolidar” las transformaciones anteriores pero no advierte nuevos cambios estructurales
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20 de marzo de 2019 a las 20:41

Por Paula Scorza y Martín Tocar

El expresidente del Banco Central Mario Bergara sabe bien que las encuestas lo muestran lejos del primer lugar en la interna frenteamplista. Pero además de confiar en que tiene tiempo para crecer, afirma que no renunció a “las comodidades” y “la tranquilidad” para “ver qué podía pasar”. Dice, en cambio, representar una “sensibilidad” específica del electorado de izquierda y busca liderar la “necesaria” renovación en la “forma de ver el mundo” en la coalición de gobierno. A continuación un resumen de la entrevista con El Observador

Sin Vázquez, Astori y Mujica en la primera línea, ¿el Frente Amplio tiene un mayor riesgo de perder la elección?
Ellos siguen estando en la escena política de hoy, y creo que el FA enfrenta una elección más difícil pero no necesariamente por el hecho de que los candidatos no sean Vázquez, Mujica y Astori. Tiene que ver con que ya van 14 años de gobierno y tenemos más dificultades en la resolución de los temas, en el diálogo con la gente. 

Usted eligió comenzar su campaña hablándoles a los desencantados. ¿Por qué?
Nosotros les hablamos a los frenteamplistas en general. A los independientes, a los sectorizados, y también a los llamados desencantados. Primero, por la convicción de que son frenteamplistas y quieren seguir siéndolo. Y en estos meses de campaña, en los que uno va a comités y otras instancias de diálogo con compañeros y compañeras, siempre hay frenteamplistas desencantados. 

La vicepresidenta dice que no se cruzó con ninguno. ¿Habrá caminado poco?
No, no. Yo no voy a opinar sobre eso. Solo transmito mi experiencia.

Pero los hay. 
Por supuesto. Prácticamente en todos los comités que me tocó estar siempre hay una intervención de alguien que dice: “Yo estoy molesto por esto, necesito que me expliques esto, yo soy o era de los desencantados”. Pero creo que si van a esas instancias a dialogar, de alguna manera, es porque quieren seguir siendo frenteamplistas y están buscando un poco de encanto. 

De los cuatro precandidatos del FA, ¿cuál es el perfil de Mario Bergara?
En primer lugar, apuntar a un profundo frenteamplismo con una impronta seregnista fuerte, como una forma de hacer política con visión estratégica, sin agresiones ni consignas negativas. 

Seregni también tuvo muchos cuestionamientos  en el FA.
Sí, claro. Porque en el Frente Amplio hay diversas sensibilidades en ese sentido. No todo el mundo tiene esta impronta y yo la he reivindicado todo este tiempo. Por eso lo estoy dando como una cuestión de perfil. 

Ahora que la oposición está haciendo mención al alejamiento de Astori de la primera línea del FA, y señala que eso podría darle mayor peso a los sectores más radicales, ¿a usted le gustaría representar esa bandera moderada?
Me parece que ese es un juego político de la oposición, que a pesar de que han criticado y denostado a Astori durante 14 años, ahora resulta que a ellos les daba garantías. Yo no veo radicalismos. Veo la formulación electoral del Frente Amplio para la interna y no veo que esté plagada de radicales. En el sentido que le da la oposición, de irresponsabilidad, yo no veo a nadie. Por otra parte, no hay pensar que la renovación en la estructura de liderazgos vaya a ser la réplica de la estructura actual. Va a ser un barajar y dar de nuevo, una formulación que no sabemos cómo va a terminar.

En ese proceso de reestructura usted ha impulsado esto de “un frenteamplista, un voto”. ¿A qué se refiere?
Primero, a que en una elección reñida necesitamos que todos los frenteamplistas participen. Pero también planteamos un tema de orientación, en reclamo de que en el funcionamiento orgánico del Frente Amplio hay que ir a formas que vean más la realidad actual, y renovar y adecuar el funcionamiento orgánico para que haya una mayor representatividad de los frenteamplistas en la sociedad.

¿O sea que hoy no es representativo de la visión del electorado frenteamplista?
En la medida en que cambian las condiciones en que el mundo se interrelaciona, el FA orgánicamente también tiene que adaptarse. A su vez en la interna del Frente ha habido demasiado internismo si se quiere. A veces hay una cuestión de perfilismo sectorial que no ayuda a la discusión sana de muchos temas. Esto no lo vamos a poner a discutir en medio de la campaña electoral; es dejar este punto para, después de que pasen las elecciones, retomar estos temas.

En la campaña pasada hubo algunas promesas como no subir impuestos, la reforma del ADN de la educación, bajar las rapiñas 30%. ¿Cuánto le pesa al candidato oficialista todas esas promesas que el gobierno no cumplió?
Yo me hago cargo de lo que ha hecho el FA en estos tres gobiernos. He participado en innumerables procesos de reforma y transformaciones estructurales, que el FA había hecho un montón. En 2015 publiqué un libro llamado Las nuevas reglas de juego en Uruguay, que procuraba relatar una veintena de reformas estructurales que el FA había llevado adelante en distintas áreas.

Ese libro hablaba de los primeros dos gobiernos. ¿Hoy agregaría alguna transformación estructural?
Hay alguna reforma estructural que no está en el libro, como por ejemplo la reforma estructural en el Ministerio del Interior. 

Que se inició en el segundo período de gobierno. ¿De este período de gobierno resaltaría alguna reforma en particular?
(Piensa) No en todos los gobiernos se pueden hacer cúmulos de reformas estructurales. La mayor cantidad se hicieron en el primer gobierno del FA, porque era su primer gobierno, con un enfoque distinto, y veníamos de una situación crítica. Después en el segundo se hicieron algunas reformas más, por ejemplo la que tiene que ver con el Ministerio del Interior, o la inclusión financiera. Ya este tercer gobierno fue más una etapa de afirmación y consolidación de las reformas que se habían hecho. No veo ninguna reforma sustancial, arrancadas desde la raíz, sino más bien mejoras y retoques de procesos de reformas que ya se venían haciendo.

¿Faltó espíritu transformador? 
No… Uno no puede (hacer reformas estructurales) gobierno a gobierno, y no es que se hacen de un día para el otro, sino que lleva su tiempo de implementación y consolidación. Por ejemplo, en este gobierno se han avanzado reformas de la agenda de derechos que comenzaron en el período anterior. Es una cuestión que continúa, porque hay que consolidarlas e institucionalizarlas.

Hay quienes dicen que el gobierno se quedó sin agenda y que incluso la figura del presidente Vázquez ha estado un poco ausente. ¿Comparte en algo esa visión, que no es solo de la oposición? 
Yo me enmarco en lo que acabo de decir. Hubo un período para hacer un cúmulo de reformas, que era el proceso poscrisis cuando el FA obtuvo el gobierno. Ahí confluyeron varios factores, como la crisis, el hecho de ser la primera vez que ganaba el FA, y que además lo hizo con mayoría parlamentaria, que tanto en el primer gobierno como en el segundo fue importante para avanzar de manera tan rápida y tan profunda. Así como decimos que este último período no fue pletórico de reformas, porque ya habíamos hecho un grueso de reformas antes, también debo decir que la mayoría parlamentaria fue muy importante en los primeros dos gobiernos para desarrollar estas transformaciones.

Pero en este también la tenían.
También, y sin embargo creo que la mayoría parlamentaria en este gobierno a veces dio más dolores de cabeza que soluciones. 

¿Diría que eso incidió en la falta de reformas?
No sé en general. Pero sí incidió en el proceso de una reforma pendiente que era la de la caja militar. El juego de la mayoría parlamentaria y las discusiones en la interna del FA han llevado a que no se votara el impuesto a las pasividades altas en las Fuerzas Armadas y que se haya recortado tanto y suavizado tanto la reforma de la caja militar, que a mí me cuesta pensar lo que se aprobó como una verdadera reforma. Ahí la mayoría parlamentaria fue más bien un obstáculo.

 

"Tenía la expectativa" de que lo apoyara Astori
Hablaba de Astori y de los 13 años que compartió con él. ¿Esperaba que lo apoyara?
Tenía la expectativa, porque obviamente nosotros compartimos 13 años y medio de trabajo conjunto en el equipo económico o en incluso cuando él estaba en la vicepresidencia, que no era solo sintonía en las cuestiones de la política económica, también era una sintonía en la órbita más política. Nosotros tenemos sintonía no solo en las cuestiones específicas de la gestión económica sino también de la visión política, por lo tanto me parece que era una expectativa razonable que él pudiera ver con buenos ojos nuestra precandidatura.
¿Se lo dijo directamente?
Lo conversamos, claro.
¿Y no lo convenció?
No, yo no planteé en términos de convencerlo. A la hora de tomar decisiones los sectores consideran múltiples factores. Cuando Asamblea Uruguay tomó la decisión de apoyar a Martínez él puso públicamente un poco el tema de que lo hacían también en consideración del caudal electoral, consideración que en general nosotros no habíamos tenido en instancias anteriores. 

 

¿Usted cree que hay una dictadura hoy en día en Venezuela?
Creo que hay una situación triste en Venezuela, y que los platos rotos los paga el pueblo. Entiendo que hay una crisis política, en donde los dos bandos en disputa están cubiertos por un manto de ilegitimidad. Lo peor que uno puede hacer es decir “estoy de este lado o de este otro”. Por eso creo que la tesitura del gobierno uruguayo ha sido correcta. La negociación tiene que tener como único norte ir a elecciones libres y con garantías.

Cuando se piden elecciones libres y con garantías, ¿no se reconoce que no hay democracia en ese país y que esas elecciones no fueron legítimas?
Lo que se reconoce es que hay una crisis política y que la forma de salir legítimamente de una crisis política es a través de la autodeterminación de los pueblos. Es el pueblo venezolano el que tiene que definirlo, y solamente en el marco de elecciones con garantías. Obviamente en la última elección había proscriptos, presos y de ahí no surge el proceso más legítimo.

¿Eso no significa dictadura?
¿Sabés qué pasa? Tratar de buscar desesperadamente que uno le ponga una etiqueta a las situaciones no necesariamente agrega al análisis. 

Pero supongamos que es otro país, y no Venezuela, donde hay presos políticos, un tribunal electoral intervenido. 
Por ejemplo el Uruguay de 1984. ¿Qué te parece si hablamos del Uruguay del 84, que había presos políticos, partidos proscriptos? ¿Dirías que de esa elección no salió una solución democrática?

Allí había una dictadura y se salió con un acuerdo entre los partidos. 
Esa analogía como verás no es tan clara. Que tú quieras, y busques de una y otra manera que yo etiquete la situación no agrega nada. Yo no digo que sea comparable. Son dos cosas distintas. Pero como vos decís, elecciones con presos políticos y partidos proscriptos hay en muchos lados. A veces es la forma de salir de una crisis política, como había en Uruguay.

Con un acuerdo que involucró a los partidos.
Por supuesto, por supuesto. Es que yo creo que fueron elecciones legítimas y por algo todo después llevó a una salida institucional legítima. En Venezuela hay una crisis política que hay que resolverla entendiendo que es una crisis política. Y digo que hay un manto de ilegitimidad en un lado y en el otro, porque tampoco creo que (la oposición) tenga la legitimidad para decir “esto es lo que representa lo que los venezolanos quieren”. 

Astori dijo la semana pasada que las medidas que se implementaron para bajar el déficit fiscal no dieron los resultados esperados, y que había que seguir insistiendo por el mismo camino. ¿Usted coincide?
Tenemos un déficit que es alto, que por un tiempo se puede y se pudo sostener, pero hay que ir camino a su reducción. No de manera drástica, no de manera de ajuste fiscal, que implica hacer un hachazo de gastos y un aumento importante de impuestos, de dimensiones que son tres, cuatro o cinco veces más grande que lo que tenemos planteado hoy. No hay necesidad de hacer eso. Hoy lo que está planteado no es una situación crítica. Preocupa, pero no es crítica y eso nos da más tiempo para converger a un resultado mejor. Se han tomado medidas en el terreno tributario y en el terreno del gasto, pero es cierto que el déficit no está bajando. O sea, no están dando resultados esas medidas. 

¿Y cuál es el camino entonces?
Está duro de matar el déficit, ¿no? El camino no es ni una motosierra ni un shock de austeridad. Cuando decimos que tiene que bajar de 4% a 2,5% del PIB, a veces suena como una cosa chiquita pero son unos US$ 900 millones. Y cuando alguien dice “vamos a hacer un shock de austeridad de US$ 900 millones” sería bueno que pusiera sobre la mesa qué cosas va a recortar por ese monto. El déficit hay que bajarlo. Lo venimos diciendo y se tomaron medidas. No están dando resultados porque hay componentes del gasto que tienen una rigidez muy alta y una dinámica que hay que revisar. A veces siento que muchos de los planteos que hay en la vuelta tienen un componente demagógico importante, porque capaz por otras razones, de señales políticas, uno puede decir “le recorto los celulares a los políticos, les rebajo el sueldo”...

Como planteó el MPP.
También líderes de la oposición.

¿Las considera demagógicas?
Todo eso, si hay que hacerlo o no, no es lo que va a resolver la cuestión fiscal, porque no mueven la aguja. Si hay que hacerlas o no será por otras consideraciones, pero no se resuelve el déficit sacándole celulares a la gente. No tienen ni idea. Ojalá no gobierne alguien que piense eso porque se va a dar la cara contra la pared al minuto uno de su gobierno. Hay que focalizarse en los componentes del gasto que mueven la aguja y el principal es el de la seguridad social. Encaminar la resolución fiscal pasa, entre otras cosas, por reformar el sistema de seguridad social, para fortalecerlo y que dé más garantías. 

¿De qué manera?
Modificando los parámetros. Un régimen de seguridad social son cinco o seis parámetros, no hay mucho que inventar. Edades, años de aportes... Hay que revisarlos todos. No es algo que tengamos que focalizar en una variable. Eso no le haría ningún favor al proceso de reforma, que gane quien gane nos tendremos que sentar todos a abordarlo como una cuestión de Estado.
 

Las ocupaciones "no son un problema hoy"
¿Defiende la ocupación como una extensión del derecho de huelga?
Yo pienso que los derechos sindicales hay que respetarlos, y sobre todo los que están planteados en los organismos internacionales. 
 
Que es la huelga, no la ocupación. 
La OIT da las pautas que en general se respetan en el Uruguay. Creo que en general la utilización de las herramientas sindicales se ha dado con responsabilidad. Hubo un período, sobre todo en el primer gobierno, cuando se derogó algún decreto y hubo un crecimiento inorgánico del mundo sindical. Creo que las ocupaciones no son un problema hoy. Lo fueron durante ese tramo, en el que hubo algunos líderes que no tenían la experiencia y la lógica sindical.
 
¿No le parece entonces que sea algo que haya que revisar?
Básicamente no. 

 

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