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Bok Tower Gardens, una joya escondida

Ubicados en Florida, Estados Unidos, son un remanso de frondosa vegetación, de música de la naturaleza y un diseño paisajístico único, que es la contracara del turismo de consumo
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26 de mayo de 2019 a las 05:00

Por Guillermo Pellegrino, especial para El Observador

El canto de las aves, el suave silbo de la brisa y hasta el tenue crepitar de las hojas acariciadas por el paso de las ardillas armonizan, a la perfección, con la melodía de 30 minutos que todos los días se propaga desde las altas campanas, a las 13 y a las 15. El regocijo auditivo se complementa con el visual, con el del olfato. Todos los sentidos parecen encenderse al ver revolotear cientos de mariposas (las que tanto nos deleitaban en aquel Uruguay sin herbicidas) o al apreciar los distintos verdes de árboles y plantas, que reverberan en los lagos; o la impactante escala cromática de sus flores cuyo aroma, de por sí intenso, se acentúa al acercarse.

La exuberante vegetación de este magnífico jardín mantiene oculta la principal joya del lugar, que solo se deja ver paulatinamente, a medida que nos internamos entre el follaje: la majestuosa torre Bok de 62 metros de altura, que entrelaza el neogótico con el art déco, y en su cúspide cobija un carrillón de 60 campanas de diversos tamaños: las más pequeñas de 7 kilogramos y las más grandes superan las 10 toneladas. Conocida por obvias razones como la torre cantora, realza aun más su belleza cuando su silueta se duplica, reflejada, en el lago que la circunda. 

Lago de Bok Tower Gardens. Rodeado de palmeras, helechos, pinos, robles y otras decenas de especies que componen una paleta con las más distintas gamas del verde, en el espejo de agua sobresalen las plantas acuáticas, bellísimas y muy relajantes a la vista .

La torre, construida con mármol rosa y gris y piedra caliza extraída de la cercana playa de Daytona, guarda notables detalles arquitectónicos y ornamentales en la cúpula, ventanas y balcones. Al admirarla desde corta distancia, con los acentos sonoros y visuales que marca su entorno forestal, se comprende mejor la frase destacada en la puerta de entrada del Bok Tower Gardens, hoy declarado Monumento Histórico de los Estados Unidos: “Haz del mundo algo mejor y más hermoso, porque has vivido en él”. 

Estas palabras pertenecen a la abuela de Edward Bok, un holandés que a los 6 años emigró a Brooklyn, Nueva York. Sensible y siempre enamorado del arte y la naturaleza, Bok –destacado por haber sido durante 30 años editor de la revista Ladies’ Home Journal, además de obtener el premio Pulitzer 1921 por su autobiografía– jamás olvidó aquella consigna y, apenas pudo, se lanzó a tratar de concretarla.
Acompañado por su esposa, Bok solía vacacionar en Lake Wales. Hasta que un día descubrieron una colina a 92 metros sobre el nivel del mar (uno de los puntos más altos de Florida, un estado con geografía chata, casi sin estribaciones). Allí, en 1921, dieron inicio a la construcción de sus jardines o “santuarios de aves”, como les llamaban, para lo que resolvieron contratar al paisajista Frederick Law Olmsted Jr. La construcción de la torre, en tanto, diseñada y dirigida por el arquitecto Milton Bennett Medary, comenzó en 1927 y fue inaugurada, como todo el conjunto, en febrero de 1929, con la presencia del presidente norteamericano de entonces, Calvin Coolidge. Pero el fundador solo disfrutó 11 meses de aquella ilusión totalmente acabada: murió en enero de 1930 y fue enterrado en la base de la torre. 

La Mansión Pinewood. Enmarcada también en un entorno natural subyugante, vale la pena recorrerla y deleitarse con el mobiliario, su decoración y detalles arquitectónicos que trasladan al visitante a la década del 30 del siglo pasado. 

“Este lugar me hace recordar al centro de arte contemporáneo al aire libre de Inhotim (a 60 kilómetros de Belo Horizonte)”, sostiene Víctor Villarpando, de Brasil, el país latinoamericano que aporta la mayor afluencia de turistas a Orlando y sus alrededores. “En ambos sitios, la cultura va en consonancia con la naturaleza”, añade a la vez que contempla extasiado el valle de naranjos sentado en unos de los bancos de hierro, que tiene adosada una placa que, con delicados trazos, muestra la figura de dos cisnes.

Por haberlo conocido, doy fe de la similitud con Inhotim; aunque solo en parte, claro. En aquel, el arte y la arquitectura tienen mayor presencia. Mientras tanto, en el jardín de Bok (ubicado en Lake Wales, en el condado de Polk, a 89 kilómetros de Orlando), de menores dimensiones, la frondosa naturaleza y el diseño paisajístico contribuyen a ampliar el impacto del conjunto sobre buena parte de los turistas que viajan a Florida y reciben con aturdido asombro cualquier imagen alternativa al clásico combo “compras + parques temáticos”.

Pensando en los más chicos, la organización sin fines de lucro Bok Tower Gardens (respaldada por donaciones exentas de impuestos) inauguró, hace tres años, el Hammock Hollow Children’s,  un sector donde estos pueden relacionarse de forma natural con las plantas y con los animales, con el agua y hasta con la música, a raíz de la presencia de dos enormes instrumentos metálicos y de madera ubicados en el medio del bosque ¡Menos es más! Los pequeños se sienten libres, corren, saltan y ríen. “Mira, checa la felicidad de esos niños”, me dice mi colega mexicano Eduardo Aguilar, a quien también lo sorprende la escena. Nos la quedamos observando, atentos, un buen rato. Los chiquilines, en tanto,  siguen dando rienda suelta a la alegría. La misma que, seguramente, mostrarán cuando visiten los parques cercanos de Disney o Universal, esos mundos armados y pensados para ellos y sus familias.

Desde la actualidad, no es difícil imaginarse a Bok como aquel caballero de Fina estampa (el padre de Chabuca Granda, autora de esa hermosa canción que Caetano Veloso, con su versión, hizo aún más popular), perdiéndose en el parque con las magnolias y azaleas sonriéndole; o con los pájaros y reptiles agitados al verlo recorrer los distintos senderos –que siempre terminan en la torre–, algo más relucientes con cada paso suyo. 

Casa con historia

Además del maravilloso jardín y la torre, en la entrada hay un museo y una sala de exposiciones donde los visitantes pueden ver un breve audiovisual sobre la historia del lugar.Contigua al Bok Tower Gardens, rodeada también de admirables jardines, vale la pena visitar la finca de 20 habitaciones de Pinewood, una mansión de estilo mediterráneo (en la que se destacan las fuentes, los azulejos, el hierro y la madera), construida entre 1932 y 1934, para descanso del empresario de Filadelfia Charles Austin Buck.

Bok Tower Gardens está abierto los 365 días del año, en el horario de 8 a 18.

El costo de la entrada, por toda la jornada, es de US$ 15, para los adultos, y de US$ 5, para niños entre 5 y 12 años.

Al ingreso destaca el Blue Palmetto Café, que está abierto de 9 a 17. Lejos del Fast Food, allí ofrecen una amplia y exquisita variedad de sándwiches y ensaladas. Eso sí, como en la mayoría de los locales gastronómicos de la zona, el café se sirve en vasos desechables. 

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