Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Personajes > EL RETIRO DEL AÑO

Carlos Muñoz, el relator que dejó la garganta en cada transmisión

Después de 46 años, el periodista deportivo abandonó el relato
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26 de noviembre de 2018 a las 05:03

Gastón vive en Minas. Julio, en San José. A lo largo de la carrera de Carlos Muñoz (67) como relator, los mensajes de ambos oyentes eran habituales. “Carlitos, vos sos mis ojos”, le decían. “Estoy viendo el partido por tu voz”. Gastón y Julio son ciegos. El relator, al momento de plantarse ante un micrófono, pensaba en tantos como ellos.

“La gente es el leit motiv de cualquier relator. Vos tenés que relatar pensando que lo estás escuchando. Tenés que pensar en los que van en un taxi, en un bondi. Pensar en el que mira el partido a través de vos porque no lo puede ver”, dice el ahora exrelator. Pensar, entonces,en Gastón y Julio.

Carlos Muñoz pasó de ser relator y periodista deportivo a periodista deportivo a secas. Se jubiló del relato después de 46 años. El primero fue un Peñarol-Fénix en el estadio Luis Franzini para radio Ariel, gracias a que el relator titular, Víctor Hugo Morales, estaba en Quito por las Eliminatorias del Mundial de Alemania 1974. El último, un Uruguay-Francia en el estadio de Nizhy Nóvgorod. Allí terminó el recorrido de la selección nacional en la Copa del Mundo de Rusia y también Muñoz cerró su carrera de relator; trabajaba para radio Monumental de Bolivia. 

–¿Estás seguro, Carlitos? –se preguntaba a sí mismo el relator.
–Sí, sí, ya está –se respondía solo. 

Después del Mundial, Muñoz y su esposa se quedaron recorriendo Europa, visitando parientes y caminando ciudades. Y ahí terminó de convencerse de que era el momento.

En setiembre hizo el anuncio oficial, y ahora, cuatro meses después, dice que no lo extraña. Que en un año capaz que sí, le dan ganas de volver, pero por ahora nada. Recuperó los fines de semana. Tiene tiempo para ir a ver a su amado Goes. Puede comer un asado con la familia, tener sobremesas largas, perderse los partidos, o verlos por la tele medio de lejos. Cansado de perderse los cumpleaños de sus hijos, decidió no hacer lo mismo con sus nietos. Y solo si ellos se le piden un día volverá al Estadio Centenario. Pero, aclara, lo hará en el lado opuesto al que ocupó durante años en el palco de prensa de la Tribuna América. Si va, irá a la Olímpica, bien arriba, como cuando era chico.

De niño sabía que iba a ser “contador o relator”, como le decía su madre. Debajo de la ducha narraba partidos imaginarios, como también lo hacía cuando jugaba en la calle con un amigo del barrio y del baby fútbol: Alberto Kesman. Antes de dedicarse al relato deportivo –también narró  básquetbol, boxeo y ciclismo– tuvo otros trabajos, y no fue hasta que llegó a radio Sur (la actual Radiomundo), que pudo dedicarse solo a vivir de su voz.

El tipo de la radio

Sentado en el living de su casa en Solymar, Carlos Muñoz no tiene un recuerdo particularmente nítido de su primer relato futbolero. Ni siquiera los nervios de aquella vez fueron diferentes a los que sintió al momento de empezar a trabajar en otra radio, o de iniciar un proyecto televisivo. Los nervios que solo lo traicionaron al momento de aparecer por primera vez ante las cámaras de Telenoche, el noticiero de Monte Carlo, y decir al saludar: "Hoy empezó la fecha, Nacional y Cerro empataron 'cerro a cerro'".

Su método nunca implicó anotarse frases o preparar lo que iba a decir. “Esto es lo que sale, lo que se me viene a la mente en el momento. A veces sale mejor, pero lo importante es que los relatos quedan en la memoria, y eso es único, no hay cosa que pague más que estar en la memoria de la gente. Y yo sé que hay goles que están en la memoria de la gente”.

Ejemplo 1. Peñarol - América de Cali. 1987.

Viene para el Bomba, el Bomba viene, tira, viene, tira, gooooooool. ¡De Peñarol, la Fiera! ¡La Fiera Aguirre! ¡Que increíbles que somos los uruguayos, por Dios! ¡Que increíble! ¡Tengo ganas de gritar y no puedo! ¡Tengo ganas de cantar y no puedo! ¡Tengo ganas de llorar y no me salen las lágrimas, porque así somos los uruguayos!

Ejemplo 2. Nacional - PSV. 1988. 

¡No miro! ¡No lo miro! ¡No lo quiero mirar! ¡No lo voy a mirar! Quiero sentir el murmullo besando los auriculares, voy a sentir el grito solamente. (…) Tony, Tony –vos me decís, Jorge – Tony, goooooool, gol, gol, gol, gol, ¡Nacional  del mundo! ¡Nacional del mundo! ¡Uruguay del mundo! ¡Nacional del mundo, sí!

Ejemplo 3. Uruguay - Ghana. 2010. 

Le va a pegar Abreu, le va a pegar el Seba. El Seba habitualmente lo pica, por Dios. El Seba… El Seba toma carrera, el Seba vaaaaaaaaaaaaa goooooooooool. Gooooooool. Gooooool. ¡Uruguay! ¡Uruguay! ¡Perdonenmé, argentinos! ¡Perdonenmé, argentinos! ¡Uruguay! ¡Uruguay está entre los cuatro mejores! ¡Este equipo que hicieron grande estos leones, que sacudieron la melena!

Como los clubes uruguayos ya no llegan a las fases definitorias de los torneos internacionales resulta difícil pensarlo, pero en el mundo de las redes sociales y el fanatismo exacerbado, es complicado imaginar que un relator apoyando abiertamente a uno de los dos equipos grandes la pase bien. Pero en aquel momento era distinto. Muñoz lo plantea así: “Hinchabas porque transmitías a un equipo uruguayo. Yo entiendo que el relator tiene que ponerse en el oído, en la cabeza y en el corazón del tipo que lo está escuchando. Vos estás transmitiendo Peñarol - América de Cali y en ese momento sos uruguayo, buscás que el equipo gane”.

Voz de oro y platino

El mandato del sello Orfeo era claro: “Lo precisamos para las 9 de la mañana del día después del partido”. La madrugada posterior a los triunfos de Nacional y Peñarol por el campeonato uruguayo o la Copa Libertadores implicaba una maratón de trabajo y edición para que al día siguiente el sello tuviera los casetes con los relatos de toda la campaña en la voz de Carlos Muñoz.

El relator se retira unos minutos y vuelve con una bolsa en la que tiene temporalmente guardados los discos de oro y platino. Todos son de la década de 1980, y la velocidad a la que los recibía sería la envidia de unos cuantos músicos: de oro en 48 horas y de platino en 72.

“No hay cosa que pague más que estar en la memoria de la gente. Y yo sé que hay goles que están en la memoria de la gente”
 

Además de permanecer en el recuerdo popular, esos registros quedan en la memoria del autor. “Es mágico relatar esos triunfos. Te emociona porque te corre sangre por las venas, porque me gusta el deporte, me gusta el fútbol, me gusta que ganen los equipos uruguayos. Además fueron todos épicos: lo de Diego Aguirre en el último segundo del último minuto del partido, Nacional contra el PSV empata en el último segundo del último minuto del alargue y después vienen los penales. El penal del Loco Abreu. El gol de Carlitos Perea en Malasia. El tiro libre de Pablo Bengoechea contra Brasil en 1995. Son goles que quedan; si los estás relatando y no vibrás, hermano, no tenés alma. No tenés alma”.

Carlos Solé lloró con el gol de Juan Hohberg contra Hungría en el mundial de 1954. Máximo Goñi con el de Diego Aguirre en 1987. “Si llora el tipo en la tribuna, ¿cómo no vas a llorar vos?”, se pregunta Muñoz, que se quebró varias veces en su carrera ante el micrófono.

Y esos relatos son los que más atesora. Los que quedan. Los que el hincha más obsesivo escucha cada tanto en Youtube. Los que se recuerdan en los aniversarios.  “Me marcaron mucho esas Libertadores del 87 y 88. La de Peñarol del 82. La Copa América del 83, con el partido que empatamos 1-1 en Bahía, con gol del Pato Aguilera que fue espectacular. Los relatos de Uruguay en Sudáfrica. Después del partido con Ghana me fui al Obelisco de Buenos Aires con mi señora a juntarme a festejar con los que estaban ahí. Ese Mundial, esos relatos fueron todos increíbles”.

No se va

Muñoz no entiende otra manera de relatar que no sea dejando la garganta en cada transmisión. De eso se dio cuenta en 1975, cuando empezó a trabajar con el comentarista Enzo Ardigó, un argentino al que recuerda como el mejor compañero de transmisión que tuvo. Lo define como un “crack” y lo pinta como un hombre muy culto; que había llegado a ser, incluso, el presidente del jurado del festival de cine de Mar del Plata. Con él trabajó en radio Sur hasta el 20 de febrero de 1977, cuando Ardigó murió en la zona de prensa del Estadio Centenario de un paro cardiorrespiratorio antes de un Uruguay - Santos.

“Cuando me conoció me dijo: ‘Pibe, vos no me podés fallar, y sos la estrella de la transmisión. No soy yo. La estrella es el relator que deja la garganta en el micrófono. Y yo te meto un pique cada dos o tres minutos’. Y ahí empecé a entender que hay que dejar todo. No puedo relatar un partido medido. Es imposible, imposible de verdad”, enfatiza Muñoz.

“El relator tiene que ponerse en el oído, en la cabeza y en el corazón del tipo que lo está escuchando”.

El periodista deportivo niega que el cáncer de garganta que contrajo en 2003 haya venido por gritar demasiado los goles. Lo rechaza. Sabe que fue por fumar, por los nervios. Pero le implicó un tratamiento extenso, que le obligó a realizar foniatría. Aprender a hablar de nuevo. Fue una de las enfermedades que marcaron su carrera.

La otra fue un infarto por el que tuvo que ser operado a corazón abierto. Los botones superiores desprendidos de su camisa muestran el extremo de la cicatriz. Al fondo de su casa está el vivero de su cuñado. Entre los bonsáis hay un camino de 50 metros exactos. Por allí caminaba todos los días  como parte de su recuperación. Cada vez un poco más. 50, 100, 200 metros.

Esas enfermedades lo marcaron y cambiaron su estilo; antes era más frenético, “pegado a la pelota”. Ese estilo hizo que no lo cambiara demasiado la llegada de la televisión, como sí sucedió luego cuando el “delay” entre un medio y otro hizo que los espectadores optaran por uno u otro.

“Lo de Diego Aguirre en el último segundo del último minuto del partido, Nacional contra el PSV empata en el último segundo del último alargue y después vienen los penales. El penal del Loco Abreu. El gol de Carlitos Perea en Malasia. El tiro libre de Pablo Bengoechea contra Brasil en 2015. Son goles que quedan; si los estás relatando y no vibrás, hermano, no tenés alma”.

Sus enfermedades también afectaron su carrera. Luego de recuperarse del cáncer se iba a reintegrar al plantel de canal 10, pero la señal “cambió la relación laboral porque si". "Entonces yo me voy. No me puedo quedar. Me voy después de Carve y me quedo sin radio. Me quedé sin laburo”, recuerda. Entonces miró a Argentina.  

“Primero llamo a Victor Hugo, que se mueve pero no hay forma. Y voy con Enrique Sacco, que era el director de ESPN Radio en Rivadavia, y hablo con él y me dice que puede haber una chance pero que es larga, que espere. Y allá el 23 de diciembre le mando un mail, que se vienen las fiestas y me diga por favor, así las paso tranquilo. Y el 24 me contesta diciendo ‘Festejá tranquilo, sos hombre de ESPN’. Muñoz recuerda esos seis años trabajando para la cadena internacional como  una época “muy linda”, y destaca el recibimiento que tuvo del otro lado del Río de la Plata. Curiosamente, el primer partido que relató fue un Estudiantes - Arsenal, en el estadio Centenario, pero de la ciudad de Quilmes.

Haber trabajado en Argentina hace que el proceso de jubilación sea un poco más largo, por la burocracia que implica. Pero por lo pronto, Carlos Muñoz ya no es relator. Pero eso no significa que vaya a dejar los medios. Aún mantiene Fútbol por Muñoz en radio Nacional y Código Muñoz, que se emite en varios canales de cable. “Pienso seguir haciéndolos mientras pueda, porque el programa de TV lleva 11 temporadas, y es bueno tener un contacto diario con la gente en radio, para no desaparecer. Y para mantenerme vivo en el tema del fútbol”.

Victor Hugo, un antes y un después
Muñoz considera que Victor Hugo Morales fue un relator que cambió para siempre la profesión. "Sin meternos en temas políticos, en Argentina y Uruguay fue un antes y un después. El cambio fue porque él llegó con gente joven a radio Ariel, y trajo un relato diferente, que era comentado, hablado, opinando y opinando fuerte, con una verborragia brutal, que primero se ganó a los jóvenes y después al resto". 

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