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El sufrimiento físico y mental del Chino Darín para interpretar a Rosencof: "Me pasé de rosca"

El Chino Darín habla sobre la película de Álvaro Brechner, su año redondo y su futuro en España
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17 de septiembre de 2018 a las 05:00

"Qué flaco que está el Chino”. El comentario no existe, nunca se escuchó, al menos en las inmediaciones de esta entrevista. Pero tranquilamente podría haber salido de alguna conversación furtiva en el complejo de Life Alfabeta, mientras el Darín más joven del clan, el último en convertirse actor, se sienta y se acomoda los lentes negros. Entre las gafas, la barba rala y el pelo crespo, el rostro casi ni se le ve. 

Pero sí, Ricardo Mario “el Chino” Darín (29) está flaco. De todas formas, él dice que siempre lo fue. Si alguien lo quiere ver flaco de verdad, que vea La noche de 12 años. “Nunca me había tocado bajar de peso para un papel. Pero este me hizo superar esa frontera”. En la película sorprende su estado físico, pero también queda confirmada su maleabilidad como actor. Para él, ser un ladrón de poca monta junto a Carlos Robledo Puch en El Ángel, o meterse en la piel de Alejandro Puccio en Historia de un Clan, es tan natural como interpretar a un Mauricio Rosencof joven, golpeado, torturado y encerrado. Aunque, eso sí, más desafiante.

Conclusión: el Chino, que estuvo en Uruguay presentando la película, está flaco. Y es producto de un rodaje que le exigió como nunca antes le habían exigido. Las secuelas siguen: año y pico después de terminar, todavía tiene problemas para dormir. Sin embargo, mientras asegura que valió la pena y defiende con uñas y dientes la película dirigida por Álvaro Brechner, se acomoda los lentes y sonríe cuando recuerda que se preguntaba  constantemente quién le había mandado a meterse en algo tan difícil. Aunque, en aquel momento, no le daba tanta gracia.

¿Lo asustó, en algún momento, tener que forzar los límites de su cuerpo?

Al principio no. Me pareció entretenido, desafiante, algo distinto. Era un buen condimento para una película que de por sí ya era muy atractiva. Nunca una historia me había impuesto algo así y era un desafío enorme. Con el tiempo, sin embargo, sí me fui asustando. Por un lado aprendí un montón de mí, de la alimentación, del físico, del humor, de las neurosis, de cómo la psicología afecta el cuerpo, de la angustia, las privaciones, la insatisfacción. Someterte voluntariamente a  algo así te afecta por entero, te condiciona. Y ahora, la verdad, debo decir que creo que no lo hice del todo bien. Tengo la sensación de que me metí en un espiral un poco tóxico. Me asusté, tuve momentos de negación y la sensación de que siempre podía ponerme más al límite. Era como que nunca era consciente de los pequeños objetivos que sí lograba. En ese sentido, me pasé de rosca. Y por eso empecé a tener contraindicaciones físicas, un problema con un riñón por el tipo de dieta que hacía, retención de líquidos, hinchazones. Mi cuerpo comenzó a responder como nunca antes lo había hecho. 

¿Cómo se fortaleció mentalmente en esas condiciones?

Ejercité mucho. Pero me volví muy intolerante por esa sensación de tener una necesidad permanente que no podés satisfacer. Todo lo demás pasa a ser secundario. Fueron solo unos meses de experimentación con el cuerpo, pero me sorprendió al lugar al que me llevó en lo físico y en lo psicológico. No sos consciente hasta qué punto te afecta, hasta que lográs salir. Y aún después de eso te encontrás contando las calorías para ver si llegás a la dieta. Tengo la sensación clara de que puse en riesgo mi físico y mi mente, pero también la relación con mi pareja, con mi familia y con mi profesión.

Queda claro que fue lo más demandante a lo que enfrentó en su carrera. 

Sí. Fue durísimo, para no decir que fue una patada en los huevos (risas). Pero la verdad es que durante todo el proceso había mucho entusiasmo por el proyecto, por el objetivo, por el bien común. Todos nos sacrificamos al máximo y del mismo modo. 

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¿Su familia qué le decía cuando lo veía en ese estado?

Mi vieja estaba preocupada. Me vinieron a ver a España antes de empezar a rodar. Yo sentía que no podía con el día a día. Cuando vi la fecha de inicio de rodaje, que era en pleno invierno, pensé cómo carajos iba a hacer para estar 14 horas en un set de filmación, si no podía moverme del sillón. Nunca me pasó algo así.

¿En algún punto del rodaje llegó a pensar que de verdad estaba conectando con el sufrimiento de los personajes?

Es raro. En el momento lo sentí muy personal. No estaba pensando si conectaba bien con el personaje, sino que de verdad me estaba tocando vivir esa putada. Eran tomas largas en las celdas, cagados de frío y de hambre, y realmente veías cómo la barrita de energía iba bajando como si fuese un videojuego. Me  acuerdo de que me pesaban las botas y la campera. Y que tenía esa sensación física de no poder. Pero en algún momento parte de esa negatividad se dio vuelta y acepté que había que bancárselo y laburar con eso. Y ahí tome la herramienta estética y la convertí en una herramienta actoral.

Tengo la sensación de que me metí en un espiral un poco tóxico. Me asusté, tuve momentos de negación y la sensación de que siempre podía ponerme más al límite. Era como que nunca era consciente de los pequeños objetivos que sí lograba.

¿Cómo fueron los encuentros con Mauricio Rosencof en la previa al rodaje?

Si lo negativo fue la situación a la que me expuse físicamente, lo mejor fue poder charlar con Mauricio y sentir la historia de primera mano. Fue una transferencia de anécdotas, de sensaciones, una apertura a la experiencia y el corazón. Fue muy lindo y grato sentir su generosidad con nosotros más allá del libro, porque a veces le íbamos a preguntar cosas muy personales, que no están ni en la película. Cómo se relaciona uno con la sexualidad durante 12 años de aislamiento, por ejemplo. Nos metimos en un montón de terrenos en los que estuvo dispuesto a conversar y sobre cosas muy íntimas y privadas. Los hurgamos y nos colamos entre ellos, pero él siempre estuvo bien dispuesto y nunca evadió ninguna pregunta. 

En Uruguay la película seguramente divida a los espectadores de acuerdo a su filiación política.

No debería. No es una película política. Si uno pudiera focalizarse solo en la parte humana y verla así, sería tan o más valiosa.

Aún así, seguramente suceda. ¿Cómo se para usted frente a esa situación?

Me chupa un huevo. Si vos estás pensando cómo van a recibir cada película que hacés, sea cual sea la ideología o la tradición familiar, no harías nada. Yo trato de no ser ofensivo con nadie, pero cuando todo depende de una subjetividad externa es distinto. Cada espectador es libre de pensar lo que quiera. El arte es eso. 

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2018 ha sido un gran año para usted. Tuvo El Ángel, Las leyes de la termodinámica, La noche de 12 años. ¿Es su año más redondo?

Ahora que lo decís, sí. Pero igual, “redondo” me da la sensación de que fue planificado, y la verdad es que no fue así. De todas formas, tengo la sensación de que en los últimos años mi carrera y las oportunidades que se me han ido presentando han ido creciendo exponencialmente, y mi año es un reflejo de eso. Tuve la suerte de trabajar acá, de ser convocado por Luisito (Luis Ortega) para El Ángel, que se filmó después. Más allá de que la historia también es tétrica, tiene algo más pop, algo que tiene que ver con gozar el momento. Y eso logró rescatarme de las profundidades a las que me había sumido La noche de 12 años. Entonces, debería decir que el año pasado fue, probablemente, el más difícil de mi carrera.

Si vos estás pensando cómo van a recibir cada película que hacés, sea cual sea la ideología o la tradición familiar, no harías nada.

¿En qué trabaja ahora?

Tengo otro estreno a fin de año en España. Es un thriller español bajo las órdenes de Oriol Paulo, que se llama Durante la tormenta. Es la primera vez que tengo un protagónico allá, con acento español y todo.

¿Cómo se lleva con eso?

Bastante mal (risas), pero espero que esté bien en la peli. Practiqué con un coach, hablé durante meses con acento. Pero incluso viviendo la mitad de mi tiempo allá no se me pega un carajo. Después de esa también se estrenó la primera película que produjo mi productora, El amor menos pensado, en la que está mi viejo con Mercedes Morán. Así que sí, ha sido un año muy fructífero.

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