Nacional > "Buenas" y "malas" víctimas

Cómo esperás que reaccione una persona violada y cómo reacciona realmente

Los estereotipos obligan a las víctimas de abuso sexual a no solo serlo, sino también parecerlo
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29 de enero de 2023 a las 05:00

Si tu tío te violaba, ¿por qué volvías a ir de vacaciones a su casa cada verano? ¿Te gusta sufrir? ¿Por qué no te quedabas en tu casa, con tu madre, allá en la capital?

Estas preguntas –en voces de otros– dieron vueltas en la cabeza de la escritora argentina Belén López Peiró durante años. Su caso es uno de tantos en el que un familiar viola a un menor en reiteradas ocasiones. Y después de eso, las mil voces que perpetúan esas situaciones y las inmortalizan bajo su piel. López Peiró, en su libro Por qué volvías cada verano (2019) reproduce su propia voz, la de su tío, la de la esposa de él, y la madre. También la de un médico y su abogado, según recoge el diario Quétaro de México. Todas voces que invadían su cabeza y sellaron su silencio durante tantos años. 

Más de 15 años después de que comenzaran los abusos que sufrió, en mayo de 2022, compartió en su cuenta de Twitter una declaración de la esposa de José Alperovich, un legislador argentino a quien su sobrina denunció por abuso sexual. “Esta chica venía a casa, jugaba con mis nietos, usaba la casa de José para hacer su cumpleaños. ¿Por qué volvería si se sentía tan mal y sería abusada?”, dijo la mujer a Radio Con Vos. 

El tío de López Peiró fue condenado a comienzos de 2022. Ese mismo año, Alperovich fue procesado y su causa fue elevada a juicio oral. En los dos casos, la Justicia encontró mérito para tomar esa decisión. 

A la escritora y a la sobrina del senador les exigieron saber por qué volvían al lugar donde supuestamente las habían hecho sufrir. ¿Será que no es cierto? ¿Será que no sufrían? De este lado del Río de la Plata, a la mujer que denunció haber sido violada por tres hombres en Maldonado el 15 de enero, los policías que la atendieron le dijeron que no parecía violada. Explicaba con vehemencia lo que había sufrido, entonces no parecía ser víctima. 

Juan Raúl Williman es docente encargado del Consultorio Jurídico de la Universidad de la República, instituto donde representan gratuitamente a víctimas de delitos penales. En enero de 2022, 2 de cada 3 casos que atendían eran de abuso sexual. "El tema de las víctimas ideales es un problema. Está muy arraigado. Para creer que hubo violación la gente necesita que a la víctima la hayan atado, la dejen inconsciente y la abuse más de uno. Si la persona no es tan débil y salió... Ni que hablar si es una trabajadora sexual o si es una chica que salió a una fiesta y voluntariamente tomó alcohol o fumó algo... Ya cuando no da con los parámetros, con los estereotipos de género que todos tenemos recontra arraigados, se vuelve muy difícil que el resto la vea como víctima", contó a El Observador

En una visión estereotípica, a la víctima de violación se le destroza la vida, no puede hablar, no puede parar de llorar, no puede entablar nunca más un vínculo con nadie porque todo le recuerda ese momento. La víctima de violación no puede volver a divertirse, y menos tener algún momento de dispersión cercano a la fecha del hecho. Y menos que menos puede volver al lugar donde ocurrió, ya sea la casa de su tío o una fiesta en la que decidió tomar alcohol. La "buena víctima" no hace esas cosas.

En realidad, hay muchas "malas víctimas" que sí hacen todo eso más allá del momento que les tocó pasar. Y en muchos casos quedan bajo la lupa. 

Mariela Solari, directora de la Unidad de Víctimas y Testigos de la Fiscalía General de la Nación, no duda cuando se le consulta qué es lo que más les preocupa a las víctimas de abuso sexual: que no les crean. O que ya no les hayan creído cuando lo contaron por primera vez. Hay una gran porción de los abusos que son sobre niños, niñas y adolescentes y eso también influye.

Si bien algunas se repiten más que otras, hay tantas reacciones a la situación traumática como víctimas de abuso hay. "El grado afectación dependerá de las características de la víctima, el tipo abuso, el vínculo con el ofensor, las características y posición del ofensor, la cronicidad y es clave la reacción del entorno en la develación. La develación en los delitos sexuales siempre será, en primera instancia confusa, desordenada y cargada de culpa y vergüenza que complejizan más el relato. Eso puedo traducirse en enojo, retracción, depende de cada persona", describió en diálogo con El Observador

La lista de los sentimientos que Solari ha visto vivenciar es interminable. Culpa, miedo, ambivalencia, confusión, enojo, preocupación, temerosidad y más. Pero también –en una menor porción de casos– hay fortaleza, confianza, sed de justicia. Este segundo grupo de casos suele ocurrir cuando la víctima "ha logrado hacer un proceso de elaboración que le ha permitido ganar confianza y entender lo sufrido como una situación abusiva y violenta y sus reacciones están más asociadas a reconocerse como víctima –y a su ofensor como tal–, a la búsqueda de justicia, a que otros y otras no sufran lo mismo". Pero esa reacción no significa que el abuso no haya existido.  

La profesora adjunta del Programa de Género del Instituto de Psicología de la Salud de la Facultad de Psicología, Raquel Galeotti, contó que hay distintas características y circunstancias personales que hacen que uno enfrente de determinada manera una situación de violencia. "La capacidad de afrontamiento, el apoyo social, la red social o familiar que tenga, si hay aspectos de vulnerabilidad previa, la historia, si ha sufrido anteriormente violencia, etc., influye dado que son amortiguadores de impacto", advirtió la psicóloga, que también es perito del Instituto Técnico Forense (ITF). 

Pero además, va variando todas las etapas del proceso. Soledad Suárez, que da clases en el Consultorio de la Udelar y que asiste legalmente a víctimas, lo ve de primera mano y también percibe cómo eso se vuelve motivo de discusión en terreno judicial. Mientras que ella, como su abogada, muestra en audiencia las pruebas del estrés postraumático de la víctima, releva sus intentos de suicidios y describe la medicación que la víctima toma, hay defensas que presentan fotos de la víctima saliendo a bailar o producida para salir. "El dolor puede transcurrirse de diferentes formas y hay gente que juzga por una foto, que se toma en un segundo y ni siquiera se sabe si es del momento. Nadie sabe si después de esa noche de fiesta pasó cuatro días sin salir de su casa o se intentó suicidar", valoró. 

Los abusos que denunció López Peiró ocurrieron en la década del 2000 y en la polifonía de voces no configuraban los medios ni las redes sociales. Hoy, la Unidad de Víctimas y Testigos de la Fiscalía General de la Nación recomienda a aquellas denunciantes cuyo caso trasciende públicamente que se mantengan un buen tiempo alejadas de las redes sociales. 

El derecho a tener derecho

Esta semana, la joven de 23 años que denunció al jugador del Barcelona FC por abuso sexual renunció a reclamar cualquier compensación económica –que por ley le corresponde– si luego del proceso judicial el futbolista es encontrado culpable.
A propósito, la periodista argentina Leila Guerriero escribió en su columna en el diario El País de España: "A las víctimas las queremos castas, las queremos blancas, las queremos puras (...) Mientras tanto, la denunciante se sintió obligada a mostrarse intachable. A ser blanca, a ser pura, a ser casta. Una sobreactuación necesaria –insisto, subrayo: necesaria; no es un ataque a ella sino al contrario– para que nadie sospeche que miente con el fin de sacar rédito económico". La periodista, que parafraseó un poema de Alfonsina Storni, subrayó que desde la época en que se escribió el texto, las cosas han cambiado. "Tendrían que cambiar más rápido. Nadie debería sentirse obligado a demostrar pureza moral para tener derecho a tener derecho", cerró. 
En Uruguay, la ley de violencia basada en género (19.580) obliga a aquellos condenados por abuso sexual a pagarle una compensación de 12 ingresos mensuales del salario del condenado o, en su defecto, 12 salarios mínimos. El espíritu de ese artículo buscaba que la víctima fuera, de alguna forma, reparada. Eso, además de tener dinero extra disponible para poder financiar eventuales tratamientos psicológicos para poder sobrellevar el trauma o incluso, en casos en los que tuvieron que dejar de trabajar, convertirse en un medio de vida durante un lapso. 

La psicóloga Galeotti afirmó que la mayoría de las víctimas con las que se ha entrevistado no tenían idea de que les correspondía cobrar una compensación si el proceso judicial resultaba a su favor. "Están alejadas de esa noción", sostuvo.

 

Suárez, como defensora, intenta informarlas de que tienen ese derecho. "La reparación es un derecho humano fundamental. Acá estamos hablando de lo indemnizatorio, que es tan solo una parte (...) Tenemos debates con la Fiscalía sobre si pedir medidas cautelares sobre los bienes y se termina siempre desistiendo de la idea por (miedo) al qué dirán", lamentó.   

Por mi culpa

En 2019, una adolescente uruguaya de 18 años denunció ante la Policía que el padre de su novio la había violado. Se le había metido en la cama mientras dormía y la había forzado. Al momento del juicio, el hombre dijo que había tenido relaciones consentidas con la joven, que ella se paseaba por la casa en un camisón "medio transparente", que lo había seducido. Ella declaró en Fiscalía que eso nunca pasó. 

No solo –de acuerdo a su versión– nunca pasó sino que tampoco iba a sentir culpa por ello. Pero sintió culpa cuando llegó a su casa y la madre, llorando, le dijo: "¿Por qué hiciste eso?, ¿por qué no me hiciste caso?, ¿por qué no me escuchaste? Por eso yo no te dejaba ir a quedarte a la casa de otra gente, te tenía que pasar esto para que tú abras los ojos". Después de recordarlo en su declaración judicial, admitió: "Yo me reprocho todo esto, si no me hubiera ido (de mi casa) no habría pasado todo esto y no estaría así. No como bien, me agarré anemia, ya no quiero salir, quiero quedarme en casa". 

El Tribunal de Apelaciones de 1° Turno condenó al hombre a cuatro años de prisión.

Pero no siempre las denuncias terminan así. En muchos casos no se logra probar el abuso, en otro porcentaje –que se estima residual– pueden llegar a ser falsas y en otros las víctimas no están aptas emocionalmente para terminar el proceso y retiran la denuncia. 

La abogada Suárez insistió en que la primera etapa generalmente es de mucha confusión. "Tuve un caso en el que una víctima al otro día del hecho le escribió un mensaje a su abusador en el que decía 'rompiste la ventana de mi casa, estaba rota la cerradura, se desubicaron'. ¡Demoró como dos días en entender que lo que le había pasado era un abuso sexual!", relató.

"Muchas veces traspasa el problema de si le creen o no le creen, muchas veces ella misma no puede verse como víctima. Empiezan a pensar qué hizo para generar eso. Cuando eso no es parte del problema. Piensa en lo que hizo, en lo que se puso, en lo que tomó... Como si todo eso permitiera a otro pasar el límite de lo que ella quiere o no hacer", explicó su colega Williman y subrayó: "Si la víctima no se identifica como tal, el victimario puede estar en la misma situación". 

"Se une la vergüenza con la culpa, porque no hicieron lo que deberían haber hecho para evitarlo. ¡Como si eso fuera posible!", sintetizó Galeotti. 

Ello se acrecienta cuando el abuso se dio en un ámbito de dispersión: una fiesta, una salida o un encuentro que al principio era voluntario y después no lo fue. "Piensan que tienen parte de la responsabilidad. ¿Pero cuál es la respuesta? ¿No vayas a una fiesta? ¿O no vayas y no tomes? Pero si sos varón podés ir a la fiesta, tomar, pasarla bien y disfrutar. Si sos mujer no, porque sabés..." lo que puede pasar, concluyó el abogado. 

En una sala de audiencias –consideró Suárez– las cosas "corren por carriles mejores" y no hay tanto prejuicio. Pero "el juzgado llega tarde. Antes ya pasaste por la Policía, pasaste por amigos, pasaste por el forense, pasaste por el fiscal, que hay mejores y peores".

Concluye: "Antes de llegar al juzgado capaz ya te hicieron añicos". 

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