El joven mira los dos billetes de $ 20 en su mano y saca la cuenta. “Dame... $ 10 de azúcar”, pide en primer término, a lo que agrega un té y cinco bizcochos. La almacenera Walkiria los mide con una balanza. “Hay personas que no tienen para comprar un kilo, porque es un barrio bajo”, cuenta desde el otro lado de la ventanilla, sobre uno de los estrechos pasajes del amplio complejo de viviendas en el barrio Lavalleja, cerca del Cementerio del Norte.
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