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Crisis política en Nicaragua aumenta la presión contra el presidente Ortega

Las protestas ya dejaron al menos 50 muertos, más de 400 heridos y 350 detenciones
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12 de mayo de 2018 a las 05:00
Fabiana Culshaw, especial para El Observador

De nada sirvió que Daniel Ortega diera un paso hacia atrás con la reforma de seguridad social que tanto molestó a la gente. El panorama sigue complicado para un gobierno aferrado al poder y los nicaragüenses están en pie de lucha más allá del sistema previsional, que en todo caso fue el desencadenante de reclamos de todo tipo de derechos y libertades, incluyendo la renuncia del presidente.

El 88% de los negocios en ese país son informales, según la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides), por lo que a la inmensa mayoría poco y nada le afecta una reforma en el sistema social, la cual, además, no era radical ni estaba lejos de que han hecho otros gobiernos de la región.

Pero el malestar general es grande y Ortega ha ido perdiendo popularidad, tal vez sin saberlo (o sin querer saber). Así es cómo, aparentemente de golpe, hoy en día se halla ante el levantamiento más grande en el país desde el fin de la guerra civil en 1990, según analistas.

Su gobierno también ha ido perdiendo aliados estratégicos, como cierta parte del sindicalismo duro que se fue alejando de la ideología del líder revolucionario a lo largo de los años, empresarios influyentes que lo seguían y, en parte, hasta de la Iglesia Católica, que si bien llegó a ser un soporte importante del gobierno, se muestra escéptica ante los hechos de violencia de estos días y no entró enseguida en el llamado al diálogo que hizo Ortega para aplacar los ánimos.

Lo cierto es que la mesa de diálogo está demorada, los estudiantes no dejan de gritar "¡Qué se vaya Ortega!" y el resto de la población tampoco olvida a sus muertos como se reflejó en una multitudinaria movilización del miércoles 9. Los manifestantes iban a pie, en motocicletas y agitando banderas de Nicaragua, mientras gritaban "que se vayan", un mensaje para el presidente, pero también para su esposa y vicepresidenta Rosario Murillo, a quienes tildaban de "ladrones" y "asesinos" en sus consignas.
Esto sin contar que el Departamento de Estados de Estados Unidos puso en la mira a Ortega por los sucesos, condenando la violencia y los excesos contra los manifestantes. Estados Unidos también pidió retirar a las familias del personal diplomático de ese país.


En ese sentido, en un discurso ante diplomáticos y empresarios de toda América, la embajadora
de Estados Unidos en las Naciones Unidas, Nikki Haley, repitió esta semana ante empresarios en Washington el llamado de la Casa Blanca a un "diálogo nacional" amplio en Nicaragua, y dijo que "el modelo cubano-venezolano-nicaragüense de socialismo, dictadura, corrupción y graves violaciones de los derechos humanos ha demostrado ser un completo y total fracaso".

La región no puede permitir que los "pocos y últimos autoritarios que sobreviven" arrastren a todos por el camino opuesto a la libertad, concluyó.

También organismos internacionales, como la ONU y la OEA, y diversos grupos de defensa de derechos humanos expresaron su preocupación y bogan por la investigación de las muertes.

Renovación política

En ese escenario, "hay que ver cómo llega el sandinismo a las próximas elecciones presidenciales del año 2021. Después de este despertar de los nicaragüenses, nada será como antes. La población seguirá reclamando justicia y la vieja elite político-económica de Nicaragua no representa ninguna esperanza para los jóvenes que buscan la renovación del elenco electoral", dijo a El Observador el politólogo Mauro Casa, profesor e investigador sobre América Latina de la Universidad de la República, de Uruguay.

El politólogo se refiere a que la elite política nicaragüense actual proviene fundamentalmente del gobierno de Arnoldo Alemán (1997-2002) o de la familia Chamorro (1990-97). "No se la ve como gente con credenciales democráticas", dijo.

A su entender, la actual situación constituye una oportunidad para que la oposición (en este momento sin líderes claros), se articule mejor y arme una propuesta política unificada que le dispute verdaderamente el poder a Ortega, cuando llegue el momento. Hasta ahora, los partidos de oposición están fragmentados y con baja legitimidad.

Por lo pronto, la oposición nicaragüense está planteando anticipar las elecciones programadas para 2021 y promover la salida de Ortega cuanto antes.

"Régimen de familia"

Clave en la revolución contra la dictadura de Anastasio Somoza, Ortega declaró su victoria en 1979 y, bajo la bandera del sandinismo, se mantuvo en el gobierno hasta perder las elecciones contra Violeta Chamorro en 1990.

Desde entonces, los sandinistas ejercieron enorme influencia sobre el Ejército, la Policía y el Poder Judicial, entre otras instituciones y grupos sociales de Nicaragua. Un pacto con el partido opositor llevó a reformas en la ley electoral y esto le permitió a Ortega asumir la presidencia nuevamente en 2007.

"Cuando Ortega vuelve al poder en 2007, lo hace con un viraje ideológico marcado, acercándose a los intereses norteamericanos y empresariales de Nicaragua. Buena parte de la izquierda se fue alejando de su gobierno. Si bien el sandinismo como partido responde a Ortega, se han ido formando movimientos de resistencia y figuras importantes de la revolución abandonaron su barco", comentó Casa.


El gobierno de Ortega pasó a ser así un régimen de familia, con el principal apoyo de su esposa y vicepresidenta, y de sus hijos, "quienes están al frente de negocios de peso en el país y controlan instituciones del Estados y medios de comunicación", agregó .

En 2011 Ortega resultó reelecto, así como en 2016 cuando gana la presidencia de una forma controvertida debido a la destitución de 16 diputados opositores en los meses previos a la elección; tampoco se permitió la observación internacional y hubo denuncias de fraude electoral e intimidación de los votantes en dicha ocasión.

"El régimen estaba engañado con respecto a su propia popularidad. Si bien ganaba las elecciones, la participación electoral era baja. Ahora se han activado otros grupos que estaban pasivos, sobre todo los estudiantes", opinó Casa.

Dinero de PDVSA

Uno de los aspectos que ha alimentado el mantenimiento del gobierno de Ortega en el poder es que la economía de Nicaragua ha crecido y la pobreza se ha reducido en los últimos años.

Ortega presentó disposición a entregar títulos de propiedad y beneficios sociales a sectores desprotegidos, en gran parte con el dinero proveniente de Petróleos de Venezuela (PDVSA), recibido por su afinidad con el chavismo. Hoy en día, debido a la crisis venezolana, esta entrada fácil para Nicaragua ha mermado.

Esto sin contar que el cerco por parte de la comunidad internacional contra Ortega, se repite, salvando diferencias, en relación al gobierno de Nicolás Maduro.

"Para el gobierno de Ortega, Chávez era una aliado importante. Accedía a petróleo a bajo precio, hicieron mejoras en infraestructura y desarrollaron políticas a favor de la seguridad", comentó Casa.


Según su análisis, en ambos países se sufre una represión estatal, violencia política y para la oposición le es difícil competir en un plano de igualdad en las urnas. "Sin embargo, el gobierno de Venezuela se ha enfrentado a las elites económicas y a los intereses norteamericanos, lo que Ortega no hizo. Más allá de que el sandinismo fue aliado tácticamente con el chavismo y con Cuba, no se puede poner a Nicaragua y Venezuela bajo el mismo paraguas ideológico", diferenció.

Desencanto latinoamericano

América Latina parece estar tomando un rumbo incierto y poco homogéneo en cuanto a sus gobiernos y líderes. "Muchos gobiernos que habían virado a la izquierda o se llaman de izquierda, como Nicaragua o Venezuela, ahora viven incertidumbre y la gente está desengañada de los políticos. Salieron de escena líderes importantes de la región, como Chávez, o son altamente cuestionados, como Lula, y no han venido nuevas figuras con el mismo respaldo", observó Casa.

Esto va de la mano con que la economía regional no crece con las mismas tasas que en las primeras décadas del siglo XXI y que han surgido escándalos entre políticos y empresarios, como el caso de Odebrecht.

En el caso de Nicaragua, "habrá que ver si toda esta crisis termina en alguna formación política nueva y si el régimen permite una formación opositora de coalición, o si se sale o no del sandinismo de una manera pacífica", concluyó en politólogo.

Una salida pacífica

Una delegación del Centro Carter de Estados Unidos llegó a Nicaragua el domingo pasado para apoyar una salida pacífica a la crisis en ese país.

La misión –que se especializa en observar procesos electorales y mediar en crisis internacionales- se reunió con el Frente Amplio por la Democracia (FAD), el mayor movimiento opositor nicaragüense, y con las cámaras empresariales.

"Nos reuniremos con todos los sectores interesados en un futuro seguro y democrático en Nicaragua, vamos a escuchar para saber cuáles son las prioridades en un diálogo nacional", dijo Jennie Lincoln, representante regional del Centro Carter.

Impacto económico

Se calcula que solo en los 13 primeros días de protestas, las pérdidas económicas en el sector comercio ascendieron a US$ 70,5 millones. Esto incluye daños a edificios, locales de ventas e inventarios, según declaraciones de la Cámara de Comercio y Servicios de Nicaragua al periódico local La Prensa.

El sector más afectado es el turístico, el cual había proyectado la llegada de 1,5 millones de visitantes y US$ 900 millones de ingresos para 2018, pero no se llegará a esa meta.

El Consejo Nicaragüense de la Micro, Pequeña y Mediana Empresa (Conimpyme), por su parte, declaró que todos los sectores económicos están siendo afectados y que la economía del país no está preparada para soportar los estragos de una eventual prolongación de la crisis política.

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