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Cuatro prioridades para una América Latina más segura

El crimen y la violencia son “las nuevas venas abiertas de América Latina”
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19 de junio de 2015 a las 00:00

Por Nathalie Alvarado, coordinadora del BID de Seguridad Ciudadana y Justicia, y Carlos Santiso, jefe de la división de Capacidad de Institucional del Estado del BID

¿Por qué América Latina es tan violenta? ¿La región está en un callejón sin salida? El crimen y la violencia son “las nuevas venas abiertas de América Latina”, parafraseando a Eduardo Galeano (1940-2015). En un artículo en Le Monde Diplomatique analizamos las múltiples causas de la violencia en América Latina, pero la cuestión clave es: ¿qué se puede hacer?

La noticia alentadora es que hay políticas y programas que están comenzando a mostrar resultados. Basándose en la evidencia que existe en la región sobre lo que funciona – todavía relativamente escasa, por cierto –, nuestro Documento Marco Sectorial de Seguridad Ciudadana y Justicia propone cuatro áreas prioritarias.

Primero, invertir en prevención, con un enfoque en los factores de riesgo que afecta poblaciones vulnerables como los jóvenes, las mujeres y la poblaciones indígenas y afro-descendientes. Un ejemplo prometedor se observa en el área de la violencia de género y la violencia contra las mujeres. La iniciativa “ciudad mujer” de El Salvador es un ejemplo de calidad y servicios integrados oportunamente para mujeres que son víctimas de la violencia entre los que se incluyen la capacitación y la intermediación laborales, los servicios de salud y nutrición para los niños.

Segundo, reformar la policía, abogando por una policía mas cercana a la comunidad y más efectiva gracias al uso intensivo de las tecnologías de gestión de la información. En Ecuador, por ejemplo, se ha introducido una nueva doctrina de vigilancia policial con resultados prometedores. Se han implementado reformas estructurales importantes en el gobierno y en la administración de su policía, y se fortalecieron los vínculos con las comunidades locales mediante la policía comunitaria, se mejoraron la calidad y la actualidad de los datos delictivos, y se intensificó el uso de la información para guiar el despliegue operacional de sus recursos. También se ha duplicado el presupuesto para la seguridad que pasó del 1% a más del 2% del presupuesto total y se aumentaron los sueldos de los agentes de policía para contar con la policía nacional mejor paga de la región. Estas reformas contribuyeron para obtener resultados importantes; el índice de homicidios cayó un 64% en tres años y llegó aproximadamente al 8 en el 2014.

Tercero, reducir la impunidad, fortaleciendo la investigación criminal, agilizando la justicia penal, e invertir en la re-socialización y la re-habilitación con el propósito de reducir la alta tasa de reincidencia. Panamá está implementando un modelo de rehabilitación innovador para los delincuentes juveniles que buscan reducir la reincidencia en uno de los servicios más modernos e innovadores de la región. Este proyecto beneficia a casi un tercio de la población penal juvenil del país, donde reciben servicios de salud, programas de deportes, educación técnica, y capacitación vocacional. Los resultados preliminares indican que hubo cambios de comportamiento y una reducción de la reincidencia.

Cuarto, fortalecer las instituciones, mejorando la coordinación entre las agencias del estado y los niveles de gobierno vertical y profesionalizando la gestión del sector, mejor información sobre el fenómeno delictivo y mas evaluaciones de los programas. Por ejemplo, el gobierno de Pernambuco en el noreste de Brasil ha renovado la forma en la que administra su política de seguridad con la introducción de prácticas de administración modernas y el control de los objetivos de rendimiento llevados a cabo por el gobernador del estado mismo. El Pacto por la Vida, introducido en el 2007, produjo resultados notables. Según la Secretaría de Defensa Social de Pernambuco, los índices de homicidio se redujeron de un 40% entre 2006 y 2013 y de 60% en la capital, Recife, a pesar de que los niveles de homicidios permanecieron altos en el Nordeste con aproximadamente 35 homicidios cada 100.000 habitantes.

Lo que hemos aprendido es que necesitamos comprender las causas que se encuentran en la raíz del problema de forma integral. Sobre esta base, necesitamos desplegar intervenciones adaptadas al contexto y enfocadas en eslabones críticos del ciclo de la violencia, basándonos en mejores datos y en más evidencia.

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