Cuentos con tres ejes

Ninguna vida refleja mejor las penurias de la creación literaria que la de Roberto Bolaño, muerto prematuramente en 2003, a los 50 años. Eterno exiliado de su Chile natal, deambuló primero por México y después por España, donde se estableció definitivamente y desarrolló los más diversos trabajos para poder subsistir.

El desarraigo, la pobreza y la soledad no le impidieron sin embargo construir una obra literaria que hoy se valora como única, aunque en su momento pasara bastante inadvertida salvo para algunos editores que eran amigos personales de Bolaño y que decidieron apostar por él.

De todas formas, nunca pudo vivir exclusivamente de la venta de sus libros, que le reportaban escasos ingresos, lo que lo transformó en un buscavidas capaz de aceptar un trabajo como vigilante en un camping o de mandar sistemáticamente decenas de cuentos a diversos concursos literarios que se desarrollaban por toda España.

Esta última experiencia, una especie de prostitución artística o degradación personal constante según se mire, está magníficamente explicada en su famoso cuento Sensini, que abre este Llamadas telefónicas, su primer libro de cuentos, publicado en 1997 y reeditado recientemente.

Allí se narra cómo un escritor chileno conoce a otro argentino, Sensini, un experto en el arte de subsistir a base de ganar premios minúsculos en concursos de medio pelo cuando no ridículos. El cuento muestra cómo el argentino le enseña el "oficio" al novato, que de todas formas nunca logra emular al maestro, capaz de ganar con un mismo cuento varios premios simultáneos, solo cambiando el título de la obra.

Dividido en tres grandes ejes temáticos, el libro agrupa por un lado relatos cuyo centro es la creación literaria y el destino del escritor; por otro, experiencias extremas del exilio y la dictadura chilena; y, finalmente, un conjunto de cuentos en el que las protagonistas son mujeres y el tema central es el amor de pareja.

Del primer grupo, además de Sensini, destaca Henri Simon Leprince, un relato ubicado en la Francia ocupada de la segunda guerra mundial que describe el heroísmo del protagonista, un escritor de segunda categoría según sus contemporáneos, que termina siendo fundamental para la supervivencia de los popes del momento, que recurren a él para escapar de la persecución alemana.

En el segundo conjunto de textos destaca El gusano, que narra el encuentro de dos hombres disímiles en una plaza de México. De los mejores cuentos del libro, hay sobre todo unas páginas descriptivas del estado de Sonora y sus alrededores que resultan hermosas y recuerdan al escritor mexicano Juan Rulfo, a esa desolación inhumana siempre a punto de quebrarse.

También es excelente Nieve, que relata las experiencias de juventud de un muchacho que, arrastrado por el comunismo de su padre, termina viviendo en Moscú. Mientras el padre se mimetiza con la burocracia soviética, el hijo malvive en las calles heladas de la capital rusa, donde sobrevive a costa de convertirse en un delincuente.

También está Detectives, uno de los pocos cuentos que ocurre en Chile y que tiene la particularidad de ser un extenso diálogo entre dos oficiales que recuerdan a regañadientes los horrores de la dictadura.

Contado en tiempo real mientras los protagonistas realizan un viaje en coche, es una proeza literaria que tiene en su origen la detención que sufrió Bolaño cuando visitó su país fugazmente.

Del tercer grupo, dedicado a las relaciones sentimentales, sobresale Joanna Silvestri, que describe el inmenso vacío en la vida de una actriz porno que se reencuentra con un viejo amigo de filmaciones, otrora rey del sexo, devenido en despojo humano.

Llamadas telefónicas es ideal para conocer el universo literario de Bolaño.