Fareed Zakaria

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Dejemos de hablar sobre la salud mental; es una elusión

Debemos detener las evasiones y desvíos
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12 de octubre de 2017 a las 04:55

"Es un hombre enfermo, un hombre demente", dijo Donald Trump, intentando explicar el último tiroteo masivo en Estados Unidos. Escuchamos esta visión con frecuencia, luego de cada nuevo incidente. Pero es una elusión, una distorsión de los hechos y una evasión de responsabilidad en cuanto a la respuesta necesaria.

No hay ninguna evidencia de que el tirador de Las Vegas estaba loco. (Prefiero no utilizar su nombre ni darle publicidad, incluso póstumamente). Él no poseía una historia de enfermedad mental de la cual sepamos, ni fue reportado por comportamiento que pueda sugerir tal condición. Claramente era un hombre malvado, o al menos un hombre que hizo algo realmente funesto. Sin embargo, malvado no es sinónimo de loco. Si definimos el intento de quitar la vida de un ser humano como locura, entonces todos los asesinos son locos. Si no, deberíamos reconocer que es un término sin sentido que suma poco a nuestra comprensión del problema.

En realidad, la asunción rápida de enfermedad mental distorsiona la discusión. En primer lugar, desprestigia a las personas que sí tienen desordenes mentales. Esas personas no son inherentemente muy propensas a la violencia. Casi siempre son víctimas de violencia en vez de responsables. Además, en la medida en que son violentas, es más probable que se hagan daño a sí mismas. Los problemas de salud mental están correlacionados mucho más a los suicidios que a los homicidios.

En segundo lugar, el dirigirse inmediatamente a la "enfermedad" del tirador y el pedir piadosamente una mejor salud mental resulta, a menudo, un intento de desviar la atención del tema central: las armas. (Parece también pasmosamente cínico ya que los políticos que utilizan este tipo de retórica casi siempre son los mismos que también intentan recortar la financiación para el tratamiento de salud mental). Toda conversación sobre muertes debido a armas debería comenzar con el reconocimiento de un hecho deslumbrantemente claro acerca de esta problemática: Estados Unidos se encuentra en su propio planeta. La tasa por muerte a causa de armas en Estados Unidos es diez veces la de otros países industriales avanzados. Lugares como Japón y Corea del Sur tienen cerca de cero muertes por armas en un año. Estados Unidos tiene alrededor de 30.000.

Esta disparidad es el hecho central que necesita ser estudiado, explicado y tratado. Al verlo en esta luz, resulta obvio por qué enfocarse en la salud mental es una elusión. La tasa de enfermedad mental en Estados Unidos no es nunca cerca de 40 veces que la tasa en Gran Bretaña. No obstante, la tasa de muertes por armas es 40 veces más alta. Estados Unidos posee cerca de 15 veces del número de armas como Gran Bretaña per cápita, y muchas menos restricciones en su propiedad y uso. Esa es la correlación obvia que salta a la vista, mientras nosotros insistimos en hablar sobre cualquier otro asunto posible.

Este no es solo un caso de que Estados Unidos sea diferente al resto del mundo civilizado. Los datos que poseen detalles acerca de la violencia de armas en Estados Unidos encuentran una correlación igualmente fuerte. Estados que poseen algunos de los porcentajes más altos de posesión de armas tienen algunas de las tasas de muertes relacionadas con las armas (Alaska, Wyoming, Montana, Arkansas), y algunos con algunas de las tasas más bajas de posesión de armas generalmente poseen las tasas de muertes relacionadas con armas más bajas (Nueva York, Nueva Jersey, Connecticut, Rhode Island).

También se encuentran los que casi se parecen a experimentos de ciencia social. Por un lado, Connecticut aprobó una ley en 1995 que hizo que fuese más difícil comprar armas. En la siguiente década, según los investigadores de Johns Hopkins, la tasa de homicidios relacionada con armas era un 40 por ciento más baja que la proyectada si la ley no se hubiese aprobado. Por otro lado, Misuri en 2007 facilitó la compra de armas. En los cinco años siguientes, la tasa de homicidios relacionada con armas fue 25 por ciento más alta que lo esperada.

Cómo abordar este tema resulta un problema más complejo, que se hace particularmente difícil debido a que nos rehusamos a estudiarlo, literalmente. Una de las agencias más principales del gobierno que patrocina la investigación sobre la salud pública, el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades, ha sido virtualmente prohibido por la ley a hacer cualquier tipo de investigación acerca de la violencia de armas y de la política pública durante dos décadas. Se encuentra una disposición sepultada en una ley de 1996, promovida por la Asociación Nacional del Rifle, que prohíbe a los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de financiar investigaciones que podrían "defender o promover el control de armas". En Estados Unidos, en el 2017, esencialmente tenemos una prohibición en la investigación científica que podría llevar a conclusiones inconvenientes.

Debido a la segunda modificación, la cultura de armas de Estados Unidos y la influencia a favor de las armas, no hay ninguna respuesta simple. Pero hay varias pequeñas correcciones que harían una gran diferencia: revisiones de antecedentes universales; restricciones en armamento de estilo militar (de los cuales la prohibición del "bump stock" sería un pequeño primer paso); una prohibición de ventas a personas con una historia de violencia doméstica o abuso de sustancias. Sin embargo, primero debemos detener las evasiones y desvíos. Cuando uno considera a la inacción tozuda de Estados Unidos cara a esta epidemia de violencia de armas continuada y prevenible...a veces me pregunto si somos todos los estadounidenses los que estamos dementes.

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