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Diálogo trampa: Maduro se inventó una oposición a su gusto

El presidente venezolano se retiró de la negociación mediada por Noruega y se olvidó de elecciones y de la transición
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21 de septiembre de 2019 a las 05:03

Nicolás Maduro lo hizo de nuevo. No contento con los avances del diálogo con la oposición, auspiciado por el gobierno de Noruega, el autócrata bolivariano levantó la mesa de negociaciones y se inventó una oposición a la medida.

Así como en 2017, tras su intento fallido de disolver el Parlamento, se inventó una Asamblea Constituyente para remplazarlo, ahora se inventa una oposición con la que negociar la cada vez más complicada salida a la crisis que desde hace cinco años azota a Venezuela. A principios de semana, anunció un acuerdo con una fracción muy minoritaria de la oposición y dirigentes de segunda línea cuya representación no llega al 5% juntándolos a todos.

https://www.elobservador.com.uy/nota/maduro-excarcelo-al-vicepresidente-del-parlamento-tras-pactar-con-un-grupo-opositor-2019917223216

Por fuera de esta negociación a conveniencia de Maduro quedaron los principales partidos de oposición y, por supuesto, su líder Juan Guiadó, reconocido como presidente interino por casi todos los países de Occidente y el único interlocutor reconocido por el gobierno de Noruega para llevar adelante los eventuales acuerdos con el régimen.

Pero es que Maduro ni siquiera les avisó a los noruegos de este acuerdo paralelo pactado entre gallos y media noche con esta oposición orillera, lo que se parece mucho a una tomada de pelo.

Ningún actor internacional de relieve avala esto como un acuerdo entre el gobierno y la oposición. Maduro intentó poner en ello lo que más impacto causase: según se anunció el lunes pasado, la liberación de algunos presos políticos y la renovación del cuestionado Consejo Nacional Electoral a cambio del regreso del chavismo a la Asamblea Nacional, por poner algo.

Y el golpe de efecto lo dio al día siguiente, al liberar al vicepresidente del parlamento, Edgar Zambrano; un guion que tienen muy bien aprendido del régimen de Cuba. Cada vez que había que descomprimir la presión internacional, Fidel Castro hacía soltar a algún preso político de renombre. 

Pero después de cuatro meses a la sombra por ninguna razón y tras haber sido violentados de la forma más grotesca sus fueros parlamentarios, ¿qué se puede decir de la liberación de Zambrano? Nunca debió estar preso.

Por lo demás, de nuevas elecciones y gobierno de transición, el acuerdo de marras no dice una palabra. Maduro no está por la labor. Fue precisamente eso lo que hizo fracasar el diálogo con patrocinio nórdico.

 

Las negociaciones habían empezado el pasado mes de mayo en Oslo; luego se trasladaron a Barbados, lo que hacía suponer que algún grado de avance habían alcanzado. Pero los noruegos, que antes habían mediado en el proceso de paz entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC, querían, tal como en aquella ocasión en La Habana, un diálogo hermético, sin filtraciones de ningún tipo. Así pues, durante meses nada se supo de los detalles de la negociación.

Ahora sabemos que se había avanzado hasta un punto de no retorno sobre la propuesta de un gobierno de transición –integrado por todas las fuerzas políticas y las fuerzas armadas– que convocaría a elecciones en un período de nueve meses. El borrador contemplaba la creación de un nuevo órgano de arbitraje electoral y la liberación de todos los presos políticos.

Y al momento de la convocatoria a las urnas, tanto Maduro como Guaidó renunciarían a sus cargos; entonces este solicitaría a los Estados Unidos, la Unión Europea y Canadá el levantamiento de las sanciones a Venezuela.

Parecía un plan rayano en lo ideal; de hecho algo por el estilo había sugerido de manera informal pero pública el expresidente español Felipe González, de quien los mediadores noruegos al parecer toman nota, y a quien antes habían tratado de contactar sin éxito para sumarlo a las conversaciones. 

https://www.elobservador.com.uy/nota/dialogo-en-venezuela-una-historia-con-tantos-fracasos-como-convocatorias-2019916163022

Pero Maduro se bajó aduciendo que Guiadó estaba negociando con el gobierno de la Guyana entregar la zona del Esequibo, un territorio en disputa entre ambos países. Un delirio, un pretexto mal improvisado que el dictador se sacó de la manga a último momento. Luego, cuando ya se hizo demasiado evidente, corrigió: había abandonado las conversaciones en protesta “por las sanciones de Estados Unidos”. Hasta entonces no se sabía que el levantamiento de las sanciones era precisamente parte de la propuesta concreta de acuerdo.

De modo que ha quedado demostrado por enésima vez que Maduro no tiene ningunas intenciones de negociar. Lo único que siempre ha buscado con el diálogo es ganar tiempo porque el régimen se ha encontrado, como cada pocos meses, en serios aprietos.

Los noruegos solo son los últimos en caer en la trampa, sin bien han sido los que han estado más cerca de lograrlo y los que parecen haberlo acometido de un modo más profesional. Pero antes ya habían fracasado en la mediación los gobiernos latinoamericanos, el gobierno de Colombia, el Vaticano, los expresidentes de República Dominicana y Panamá Leonel Fernández y Martín Torrijos, varias veces el español José Luis Rodríguez Zapatero; la lista es larga, los años muchos y la confianza, agotada hace demasiado tiempo.

Qué sigue ahora


Entre tanto, el drama venezolano, la más grave catástrofe humanitaria en la historia del continente, sigue expulsando gente por millones y desbordándose peligrosamente hacia los países vecinos. Los riesgos de contagio no son menores y podría llegar a desestabilizar a varios países sudamericanos: con millones de refugiados más, posibles epidemias, expansión del crimen organizado y ataques de grupos guerrilleros asentados en suelo venezolano, las huellas del Estado fallido que esparce su caos a los vecinos están por todas partes.

Este nuevo fracaso de diálogo y esta nueva artimaña de Maduro de valerse de partidos menores para atornillarse en Miraflores no solo genera angustia y deja un amargo sentido de desazón entre los venezolanos, sino también entre los muchos latinoamericanos que desean ver una salida a la crisis venezolana. 

Lo peor que nos puede pasar ahora es “normalizar” el caso de Venezuela. Antes cometimos el error de politizarlo, cuando una parte de la izquierda de la región defendía a la dictadura de Maduro (como si fuera un problema de izquierda y derecha) y el resto la condenaba. Ahora, después del demoledor informe de Michel Bachelet, en su calidad de alta comisionada de Derechos Humanos de la ONU, a Maduro le van quedando pocos amigos.

El informe de Bachelet se extendía varias páginas sobre las torturas, las desapariciones forzadas, las vejaciones, las miles de ejecuciones extrajudiciales, para revelar la cara más atroz de un régimen criminal. Marcó un antes y un después. Ya no había de qué disfrazarse. A partir del informe, hasta el expresidente José Mujica y el candidato del Frente Amplio, Daniel Martínez, han reconocido que lo que hay en Venezuela es una dictadura.

Pero si politizar la atrocidad nos ha hecho daño, peor sería ahora normalizarla, hacer como que no es nada fuera de lo común.

Un escenario pos-Bolton

Antes del informe de la expresidenta chilena, la política de máxima presión de Estados Unidos, en cabeza del exconsejero de Seguridad Nacional John Bolton y sus poco veladas amenazas de intervención militar en Venezuela, había provocado que varios líderes de opinión y personalidades latinoamericanas, muchos de los cuales nunca defenderían a Maduro, se pusieran no a su favor sino en contra de la intervención.

Después de todo, hay una historia de invasiones y políticas nefandas hacia el subcontinente. Y estamos hablando de la tierra de Bolívar; esto no es ni Panamá ni República Dominicana.

https://www.elobservador.com.uy/nota/de-una-crisis-a-otra-la-odisea-venezolana-en-argentina-201998507

Pero Bolton ya no está más en la Casa Blanca; y su salida de allí, contrariamente a lo que muchos creen, tal vez perjudique a Maduro más de lo que lo beneficie.

Las amenazas y los tuitazos intimidatorios se han acabado; pero las sanciones siguen, la presión internacional sigue. Ahora habrá que ver qué sucede tras la activación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca  (TIAR), de triste historial en la región pero que sin duda pondrá aun más presión sobre Caracas.

Y ese binomio, sanciones más presión internacional, es lo que más daño le hace al régimen de Maduro, lo que lo llevó a la mesa de negociaciones en Oslo y en Barbados, y lo que ahora lo lleva a presentar desesperadamente este acuerdo absurdo con una fracción nada representativa de la oposición.

El tiempo, que es lo que siempre ha buscado ganar con sus llamados al diálogo, ya no está de su lado. Ahora, solo parece marcarle las horas de una cuenta regresiva ineluctable hacia su propia caída. 

 

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