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Ecuador, camino al Estado fallido

Narcoterrorismo, bandas y estado de conmoción interno. Una realidad regional de la que conviene tomar nota
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12 de enero de 2024 a las 05:01

La ola de violencia que sacude al Ecuador debe ser un llamado de atención a todos los países de la región. Allí las bandas del narcotráfico operan a sus anchas, tomando tanto universidades como cárceles, secuestrando policías y poniendo bombas en diferentes partes; controlan barrios y zonas en las principales ciudades del país, en lo que cada vez se parece más a la definición misma del Estado fallido.

El último golpe de estas bandas que conmocionó al país fue la toma de un canal de televisión el martes, que se transmitió en vivo y en directo por la misma señal. Antes de las elecciones del año pasado, habían asesinado al candidato Fernando Villavicencio en plena campaña electoral, lo que fue un magnicidio en toda regla y ya entonces dejaba claro que lo que Ecuador enfrentaba era el avance del narcoterrorismo. No simplemente del narcotráfico por sí solo, ni del terrorismo a secas, sino de la letal y perniciosa mezcla de ambos flagelos.

Según los informes de InSight Crime, en el caso ecuatoriano, no se trataría de grandes cárteles de la droga, a la mexicana o a la colombiana, sino de bandas medianas, al estilo de las paraguayas, o de las que operan en la ciudad argentina de Rosario, pero con más poder de fuego y mucho más control sobre determinadas zonas y cárceles del país. De hecho lo que motivó este último episodio de violencia que conmocionó al Ecuador fue la decisión que ya había tomado el nuevo presidente, Daniel Noboa, de militarizar la guardia de las cárceles, donde campean las bandas y hacen literalmente lo que quieren.

Ahora Noboa ha debido decretar el estado de excepción, y se manejan varias hipótesis sobre lo que el joven mandatario debe o no debe hacer. El nombre de Nayib Bukele, presidente de El Salvador, inevitablemente se ha puesto sobre la mesa; y mientras escribo esto, Noboa anuncia por televisión la construcción de dos megacárceles de máxima seguridad a la usanza del salvadoreño.

La realidad es que ni siquiera tiene aún la situación totalmente bajo control. Las próximas horas irán mostrando hasta dónde llega el poder de las bandas, y hasta qué punto el gobierno tiene realmente el monopolio del uso de la fuerza.

Échale la culpa a Correa

Ahora varios analistas y periodistas dentro y fuera de Ecuador sostienen que este caos es producto de las políticas del ex presidente Rafael Correa (2007-2017).   

Yo no soy amigo ni enemigo de Correa. Su estilo de gobierno ciertamente no era de mi agrado; su ideología, el socialismo del siglo XXI, no se me hace precisamente el sumun del pensamiento político; y seguramente nunca lo hubiera votado. Sin embargo, sí soy amigo de la verdad de los hechos. Y la verdad de los hechos es que durante su gobierno cayó la delincuencia y se redujo significativamente la violencia política.

Objetivamente, la década de Rafael Correa en el poder fue el único largo período de estabilidad política en los últimos 30 años del Ecuador. Los tres presidentes antes que él fueron destituidos o derrocados -uno de los cuales estaba loco de remate-, en un período de gran convulsión política. Y después de Correa, vino su delfín, Lenín Moreno, quien rompió con su mentor y presidió sobre otro período de convulsión y violencia política: los grupos indígenas le incendiaron las calles tras la suba de los combustibles, y el gobierno llegó al bochorno de tener que despachar unos días desde Guayaquil (otra vez la sensación de Estado fallido se apoderó de los ecuatorianos), para finalmente ceder en forma humillante y volver a bajar los precios. Y luego de Moreno, ya vino Guillermo Lasso, que gobernó apenas un par de años, con una presidencia para el olvido en medio de la inestabilidad política.

Mucho me extrañaría que el germen de la actual violencia se hubiera incubado en la época de Correa y no en los últimos cinco años. Pero como en casi todos los análisis políticos con cierto sesgo, cada cual lleva agua a su molino.

Ojalá, por el bien de Ecuador y de todos, que ahora el joven Noboa, de apenas 36 años y recién asumido, logre enderezar el rumbo y reencauzar al país por la senda de la paz y el crecimiento.

Peligro regional en puerta

Los Choneros, los Lobos, los Tiguerones… Son algunos de los nombres de estas bandas narcoterroristas ecuatorianas que, aun cuando no llegan al tamaño de cárteles, tienen vínculos y apoyos de las grandes organizaciones mexicanas: el Cártel de Sinaloa, el Clan del Golfo y Jalisco Nueva Generación. Además, tienen algo que no se veía de un modo tan explícito y frontal desde épocas del colombiano Pablo Escobar a fines de los ochenta: el desafío y la amenaza directa a las autoridades de gobierno.

Por eso debemos tomar lo de Ecuador como un llamado de atención. Es verdad que estamos lejos de semejante situación de descontrol; pero como vemos, las bandas no son tan grandes; los métodos se pueden recrudecer al grado de actos de terrorismo.

De manera que vaya a modo de advertencia de una realidad regional de la que conviene ir tomando nota.

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