EEUU y china: una negociación complicada

Tanto los presidentes Donald Trump como Xi Jiping tienen muy buenas razones para saldar sus diferencias. Pero a la vez, ambos enfrentan restricciones de importancia y hasta ahora no han podido cerrar un acuerdo. 

En las últimas semanas, varios reveses han obligando a Trump a mostrar a su electorado algún logro político importante, como sería un acuerdo con China, que le sirva como impulso para su reelección en el 2020.  

Primero fue el fracaso de la reunión cumbre en Vietnam con el presidente de Corea del Norte Kim Jong-um. Después se conoció, en contra de sus promesas electorales, la información del déficit comercial del 2018, que  fue de US$ 621.000 millones, un 23% superior al del último año de Obama. También aumentó el déficit comercial con China, México y la Unión Europea. 

Este era un resultado previsible. La dinámica de la demanda interna ha superado al efecto de los aranceles sobre las importaciones que

Trump fue imponiendo a lo largo del año pasado. A su vez, las exportaciones fueron  afectadas por las represalias de otros países. 

Además, en las últimas semanas el mercado accionario pasó por algunos períodos de debilidad, en contraste con el dinamismo anterior. Es un tema crucial para la imagen política de Trump, quien se ha adjudicado una y otra vez el mérito por el alza de Wall Street durante su mandato. El índice S&P 500 ha subido un 30% desde el inicio de su gestión y en los dos primeros meses del año la suba fue de un 10%. 

Al respecto, Trump ha tomado debida nota de la sensibilidad del mercado accionario a la marcha de la negociación con China, tanto al alza cuando parece que una solución está cerca como a la baja, cuando esa esperanza se diluye.

Así que entre el fiasco de Corea del Norte, un déficit comercial a contramano de su promesa electoral y un mercado accionario pendiente de la relación con China, a Trump le vendría muy bien un acuerdo con el gigante asiático. 

Pero también el presidente chino Xi Jinping está en una posición similar.   

En estos días, las autoridades de China han anunciado que proyectan un crecimiento para este año de entre 6 y 6,5%, inferior al 6,6% del año pasado, que ya había sido el menor de los últimos veintiocho años. Y un componente fundamental para el cumplimiento de esa meta es una evolución al menos normal de las exportaciones.

Por ahora ello no está ocurriendo. El mes pasado las exportaciones de China tuvieron el mayor descenso de los tres últimos años, con una baja de un 21% en comparación con el mismo mes del año pasado. A su vez, las importaciones bajaron un 5,2%, resultando por tanto en el menor superávit comercial de los últimos once meses.

Por su parte, las exportaciones de China a Estados Unidos bajaron un 15% anual en el primer bimestre del año, al tiempo que las importaciones desde Estados Unidos descendían un 35%. 

Hasta ahora, si bien hay algunos temas en los que un acuerdo entre ambas partes parece posible, hay otros en los que ocurre lo contrario. 

China acaba de dar un primer paso para contemplar alguno de los reclamos de Washington. Hace una semana, sus autoridades dieron aprobación a una ley que prohíbe la transferencia forzada de tecnología de empresas extranjeras a las locales y garantiza la igualdad de oportunidades en los procesos de licitación pública. Ello sin perjuicio de que las disposiciones de la ley son muy generales y quedan sujetas a razones de “seguridad nacional” o a la discrecionalidad de las autoridades locales, que a menudo han ignorado a las disposiciones de Pekín. 

Hay otros temas en los que parece posible el acuerdo de partes. 
Uno de los primeros reclamos que Trump agitó contra China a lo largo de su campaña electoral fue el del alto déficit comercial en contra de

Estados Unidos.  Al respecto, China ya ha manifestado su disposición favorable para aumentar sus importaciones americanas, aún cuando quedan por discutir asuntos tales como el monto y el plazo en los que ellos deberían concretarse.
Ambos países también parecen tener coincidencias sobre la necesidad de acordar un marco de mayor protección a la propiedad intelectual.

En estos días China está en proceso de aprobación de una ley con este fin. Pero hay otros temas en los que hay diferencias importantes.  
Uno de ellos es la aspiración de Estados Unidos de que China desmantele el sistema de subsidios y otras formas de apoyo a la producción, en contra de un libre funcionamiento de los mercados. Pero es este un reclamo inaceptable para las autoridades chinas, que defienden su modelo de desarrollo basado en una fuerte intervención estatal.

También está en discusión el cese del espionaje cibernético de China sobre el gobierno y las empresas de Estados Unidos. Pero como era de prever, las autoridades chinas niegan toda forma de ingerencia en estas actividades, pese a las acusaciones que al respecto ha presentado el Departamento de Justicia americano. 

En este marco, el resultado de la negociación es por ahora de difícil previsión. En todo caso, si ella fracasa, Estados Unidos ya ha anunciado que habrá de aumentar el arancel del 10% al 25% sobre un monto de US$ 200.000 millones de importaciones provenientes de China, con el consecuente agravamiento del conflicto comercial en curso.