La jueza de Crimen Organizado, Beatriz Larrieu, rechazó la solicitud de prisión domiciliaria para la ejecutiva del Banque Heritage condenada por un delito continuado de estafa y de falsificación de documento privado. La defensa de la mujer había intentado obtener el beneficio de la prisión domiciliaria alegando que padecía una enfermedad respiratoria que comprometía su salud.
La condenada fue sentenciada a cumplir dos años y cinco meses de prisión a través de un juicio abreviado al que llegó luego de admitir haber extraído entre US$ 1,8 millones y US$ 2 millones entre los años 2003 y 2015 de una decena de clientes de la institución financiera.
Según un informe médico presentado por la defensa, la ejecutiva –que tosió a lo largo de toda la audiencia- tiene el 96% de su capacidad pulmonar afectada. Sin embargo, la pericia realizada por un médico forense concluyó que la condenada “no presenta patología que ponga en riesgo su vida de manera inminente” y concluyó que “puede permanecer en prisión debiendo cumplir condiciones de higiene normal, en cumplimiento del tratamiento indicado y cercanía a un centro asistencial al cual recurrir en caso de ser necesario".
La mujer de 56 años que ahora deberá ser conducida a la cárcel comenzó a trabajar para el Banque Heritage en 1982. Tras 14 años de trabajo intachable, fue ascendida en 1996 al cargo de ejecutiva de cuentas, donde aprovechó la confianza que tenía con sus clientes para crear avales truchos con los que podía extraer importantes sumas de dinero, al tiempo que les enviaba estados de cuenta adulterados.
Si bien la mujer reconoció haber retirado hasta US$ 2 millones de dólares de cuentas, el banco estima que la maniobra asciende a los US$ 20 millones. De hecho, la institución lleva devueltos a los clientes afectados un monto superior a las US$ 15 millones.
Algunos clientes pretendían que el trato con el banco fuera lo más discreto posible, y por eso no querían tener un servicio de banca por internet, ni que les envíen estados de cuenta. Según admitió la mujer, la razón para esto es que se trataba de dinero no declarado ante el fisco de Argentina.
Si alguno de ellos quería sacar efectivo, entonces se lo solicitaban a la mujer, quien directamente hacía la extracción de dinero con un aval firmado por los clientes. Cada movimiento de sus cuentas, ya sea para hacer retiros, transferir a otras cuentas o hacer inversiones pasaba por ella, ya que los depositantes evitaban presentarse en la institución financiera.
A partir de 2003 la mujer vio una oportunidad para utilizar la confianza que había logrado en su favor. Comenzó a falsificar avales para hacer transferencias a cuentas o para extraer dinero. Quienes se presentaban en el banco con esos documentos apócrifos eran la escribana de la familia, un electricista, un amigo de la infancia del marido, y otras personas allegadas, dijeron fuentes de la investigación.
Los clientes a su vez recibían estados de cuenta donde no figuraba la extracción del dinero, por lo que nunca se enteraban que sus cuentas habían sido vaciadas.
El efectivo luego iba a manos de la ejecutiva y su pareja, un empresario con varios emprendimientos en el balneario Solis (Maldonado) y exdirigente y mecenas del club de básquetbol Welcome. El hombre se suicidó en noviembre de 2017.
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