Subiendo a O Cebreiro, una de las zonas montañosas de Galicia
Miguel Arregui

Miguel Arregui

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El Camino de Santiago y las trompetas del Apocalipsis

El Camino de Santiago (XIII)
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30 de enero de 2019 a las 05:03

¿Qué lleva a centenares de miles de personas a caminar cada año un largo sendero de España, de a 20 o 30 kilómetros por día, durante muchos días, y a descansar cada noche en un sitio distinto, entre un concierto de ronquidos y comodidades cuarteleras?

Unos buscan un Dios, un milagro o una salida, antes de que suenen las trompetas del Apocalipsis. Otros se buscan a sí mismos. Para algunos más, es una travesía de interés humano y cultural. Y otros pretenden un poco de azar y camaradería, como forma de matizar una vida rutinaria y confortable. Hay muchos ricos jugando a pobres, como hay muchos aventureros sin remedio.

La mayor parte de los viajeros son católicos prácticos, que se lanzan sobre las iglesias, monasterios y ermitas del camino. Y en España hay una cantidad y variedad increíble de todo eso. 

Para los peregrinos creyentes el Camino es una larga plegaria. 

Hape Kerkeling, un humorista y estrella de la televisión alemana que hizo el Camino a pie en 2001, cita a un rey español: 

El italiano, se canta,
en inglés, se compone,
en alemán, se actúa,
en francés, se ama,
¡y en castellano, se reza!

Para mí fue un poco de aventura, curiosidad y trabajo. Para hacer lo que hago, que es escribir, el Camino de Santiago fue un trayecto estimulante. 

Tal vez los momentos de intensa felicidad que provoca el Camino provengan también de la comprobación de que hay mucha gente extravagante y resuelta: hay muchos locos magníficos por ahí.

Recordé muchas veces las palabras del cineasta español Luis Buñuel: Para llegar a toda belleza, tres condiciones son siempre necesarias: esperanza, lucha y conquista. 
Sin embargo lo esencial para el peregrino es el camino, más que la posada, o el arribar a la meta, la conquista. Para algunos, incluso, caminar es una forma de terapia o droga. Llegar puede ser un anticlímax: el fin de un largo trance, la abrupta cancelación de una experiencia mística.

Es mejor el camino que la posada: la frase se atribuye tanto a Miguel de Cervantes, como a José Ortega y Gasset y al ensayista e historiador español Laín Estralgo.

Parece que Cervantes no lo escribió en parte alguna, pero sí Ortega y Gasset, atribuyéndoselo al autor del Quijote. En “La rebelión de las masas”, el filósofo español afirmó: “La auténtica plenitud vital no consiste en la satisfacción, en el logro, en la arribada. Ya decía Cervantes que “el camino es siempre mejor que la posada”. Un tiempo que ha satisfecho su deseo, su ideal, es que ya no desea nada más, que se le ha secado la fontana del desear. Es decir, que la famosa plenitud es en realidad una conclusión”. Y otro lugar: “En la vida, amigos, lo importante no es llegar, sino ir, estar yendo”.

En su preciosa biografía de Steve Jobs, Walter Isaacson cita un kōan, o paradoja del budismo zen, muy utilizada por el maniático y genial fundador de Apple: “El viaje es la recompensa”. “A Jobs le gustaba resaltar que el equipo (diseñador) del Macintosh era un grupo especial con una misión muy elevada. Algún día todos echarían la vista atrás para reflexionar sobre el tiempo que habían pasado juntos y, tras olvidarse o reírse de los momentos más dolorosos, lo verían como una de las etapas más importantes y mágicas de su vida”.

Saliendo de Sarria, de madrugada, en uno de los tramos finales del camino

Un concepto similar es muy conocido por los uruguayos. Al regreso de la selección de fútbol de la Copa del Mundo 2010, el entrenador Óscar Tabárez sostuvo: “El camino es la recompensa”, una frase que le había enseñado una anciana en Sudáfrica. El premio está en lo que se hace cada día a día.

Es leyenda que el sendero hacia Galicia, que hasta el siglo XVI, hace muy poco, era para los europeos el fin del mundo, discurre paralelo a la Vía Láctea. Durante siglos las estrellas y el sol guiaron a los peregrinos que caminaban para una ofrenda, o en busca de una cura, de un atajo, de una revelación, de la salvación individual, en busca de un Dios.

Yo no creo en nada de eso. La fe de los cristianos es la fe de mis mayores, como dice Antonio Machado. Tomo a las religiones como elementos decisivos en la evolución cultural de la Humanidad; un eje sin el cual la aventura humana resulta incomprensible. Para mí el Camino fue un poco de felicidad y un montón de nuevas preguntas, más que de respuestas. Pero creo entender claramente la fascinación del camino y la búsqueda. La fe es una búsqueda de lo absoluto: la procura de un orden superior que de sentido a la vida.


 

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