La escuela N° 23 de Valle Edén, en Tacuarembó, tiene cuatro alumnos, pero en una jornada especial –en la que los niños tuvieron la oportunidad de cocinar y plantar– la escuela se llenó de gente, cuando se acercaron alumnos de las escuelas N° 47 del pueblo Los Rosanos y N° 162 del barrio Santangello para, juntos, conocer el proyecto Educocina del chef y educador Diego Ruete.
Diego es montevideano y desde niño ama la cocina, porque siempre le gustó mucho transformar diferentes elementos.
“La cocina es un laboratorio que invita a crear y a desarrollar posibilidades infinitas a través de los ingredientes, creo que es un gran aula de clases”, comentó a El Observador.
Ahora, de adulto, viaja por todo el país enseñando a cocinar y a plantar en las escuelas –tanto rurales como urbanas y públicas como privadas– con Educocina, un proyecto que nació hace más de 10 años.
Además de chef es educador preescolar y con el paso del tiempo logró unir sus dos pasiones.
Con el proyecto Educocina se busca fomentar el consumo de vegetales, pero también el desarrollo de diferentes habilidades a través de la cocina, desde físicas hasta emocionales, explicó, ya que “para que el conocimiento se arraigue en los niños es bueno tener emociones vinculadas”.
Las actividades que realizan los estudiantes son participativas, es decir que en cada jornada todos los alumnos están involucrados, usando diferentes utensilios de cocina e ingredientes, aprendiendo a tomar medidas, cortar porciones, unir ingredientes y encontrar nuevos sabores.
En la escuela Nº 23 este proyecto reunió a alumnos de varias instituciones bajo un mismo concepto: conocer la cocina, aprender de ella y divertirse en el proceso.
En las jornadas de Educocina los niños realizan tres recetas con base en frutas y verduras. Además, plantan una semilla, generalmente de alguna hortaliza, en macetas biodegradables que luego pueden llevarse a su casa, contó Diego. Eso permite que se genere un vínculo también con la producción de alimentos y la tierra, dado que no en todas las escuelas hay huertas, indicó.
También dijo que no en todas las escuelas se come de manera saludable.
“El preconcepto de que en el ámbito rural se come mejor que en el ámbito urbano lo podemos tirar por la borda, porque no es así”, indicó, y sostuvo que le parece muy necesaria la educcación en torno a los hábitos saludables de alimentación.
Uno de los principales problemas que se busca atacar con este proyecto es la desconexión que tienen muchos niños “con los alimentos de verdad, los que salen de la tierra”, explicó.
En muchos casos sucede que los pequeños eligen los alimentos ultraprocesados porque no han tenido la oportunidad de conocer de cerca los alimentos naturales, como frutas y vegetales, detalló.
“Ese es un problema global, no de Uruguay ni de Montevideo. La desconexión con la naturaleza y con los alimentos de verdad es un problema mundial”, reflexionó. Por eso, uno de los objetivos de Diego es dar a conocer esos productos de una forma entretenida, para que sean probados de otra manera.
Su gusto por la huerta (tiene una propia en su casa) le ha permitido crear propuestas creativas para los niños que les dan la oportunidad de poner las manos sobre la tierra, para producir sus propios alimentos. Esto, además, les permite replicar la práctica, en la escuela y en sus propias casas.
Desde que comenzó el proyecto Diego notó que en muchas escuelas, “la cocina es un recurso vago”, aunque en realidad hay un entorno muy rico en el que se pueden enseñar diversas cosas vinculadas a los contenidos de los programas de educación primaria, por eso cree importante aprovechar ese espacio para el aprendizaje.
Además, “es muy gratificante ver cómo los estudiantes disfrutan aprendiendo”, sostuvo.
La huerta es biología, la cocina es matemática, física, gramática, música y arte, resaltó. “Podemos traer el programa educativo a la cocina y a través algo vital, como es cocinar, concretar actividades que impacten en el desarrollo de los niños”, añadió.
Una de las cosas gratificantes de esta actividad es el conocer personas que le ponen mucho amor y empeño a su trabajo en la cocina, comentó. Con el paso de los años y en diferentes zonas del país, el equipo de Educocina ha conocido a muchas cocineras “que ponen más de lo que tienen que hacer por su trabajo”.
“Hemos conocido casos de escuelas donde las cocineras son como abuelas para los niños, por el amor que le ponen a las comidas que hacen para ellos. Hemos conocido muchísimas cocineras de escuelas que hacen magia con los recursos que tienen para alimentar a los niños”, valoró.
La maestra de la escuela de Valle Edén, Silvina Sequeira, afirmó a El Observador que la experiencia de esa institución con Educocina “fue fantástica”, y que tanto niños como docentes quedaron “fascinados con las propuestas”, porque la dinámica es “espectacular”.
Según dijo, lo que más le gustó de la jornada fue que el equipo de Educocina enseñara hábitos de higiene desde lo lúdico, proporcionara información sobre alimentación, sobre propiedades de las frutas y vegetales y fomentara la alimentación saludable, lo que considera muy importante.
“Diego tiene una dinámica espectacular para trabajar con los niños, conduce a los alumnos para que ellos sean los propios chefs”, indicó. “Educocina es una vivencia que ojalá los niños de todas las escuelas la pudiesen tener”, resaltó.
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