Opinión > ANÁLISIS - NELSON FERNÁNDEZ

El costo de prometer un gobierno honrado y un país de primera

La desilusión frenteamplista y una consigna electoral (casi) imposible de cumplir
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19 de agosto de 2017 a las 05:00
"Desilusionados", "desencantados", "desalentados", son algunas de las expresiones usadas por votantes del Frente Amplio que manifiestan rechazo a renovarle su voto. ¿Muchos? ¿Menos de los que dicen de hacerlo? La dirigencia frenteamplista y varios analistas, entienden que hay motivos de enojo de adherentes, pero que la mayoría de esos aunque hoy expresen rabietas, en el día de las urnas no podrán votar otra cosa que no sea listas del Frente Amplio. Y menos en un posible balotaje.

Nadie sabe qué puede pasar en octubre de 2019, y eventualmente en noviembre de ese año, pero sí se puede analizar los motivos de la "desilusión", y las consignas electorales dan una ayuda.

Cuando el Frente nació, en 1971, transmitía a los uruguayos que no había que bajar los brazos, porque emergía algo nuevo: "ha nacido una esperanza". No tenía chance de llegar al gobierno, pero esa consigna era un buen imán para que le dieran el voto, a cambio de "una esperanza".

Tras la dictadura, el Frente Amplio buscó consolidarse electoralmente, y usó consignas emotivas, de empuje, como "Vamos, vamos de frente la vida puede ser diferente". Y eso fue hasta que tuviera la real chance de 2004, cuando "la" consigna impresa en el libro de plataforma electoral (del entonces Encuentro Progresista), era: "Cambiemos". Una sóla palabra era suficiente; el país venía de dura crisis en un gobierno que se había iniciado en 2000 en coalición colorada-blanca, y como las elecciones se dilucidan en la polarización de "continuidad" o "cambio", al Frente Amplio le alcanzaba con prometer el "cambio" de pisada.

Luego tuvo que pedir reelección de partido, y elección de un candidato que tenía debilidades: José "Pepe" Mujica, que era un fenómeno popular pero que precisaba "dar" imagen de presidente.

Aquella campaña de 2009, orientada por el olfato de Mujica y diseñada por el publicista Francisco "Pancho" Vernazza, fue con una de las mejores consignas imaginables: "Un gobierno honrado, un país de primera". Resumía una demanda y deseo popular: por un lado, gobernantes preocupados por la gente y desinteresados en intereses propios o de amigos, honradez en el ejercicio de la función pública; y por el otro, la "ilusión" de que el crecimiento económico ininterrumpido que traía el país, condujera hacia una bonanza de estado superior, tal como para lograr que Uruguay lograra ser un país desarrollado, pudiera ascender a "primera" división.

La ilusión se define como la "esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo" pero también como una "imagen sin verdadera realidad, sugerida por engaño de los sentidos".

¿Aquella "ilusion" era una esperanza realizable o una creación artificial que no pudiera convertirse en real?

Al terminar el gobierno de Mujica, el resultado dejaba gusto a poco, con el destaque sobre leyes de nuevos derechos (aborto, matrimonio gay, elección de identidad, legalización de marihuana), pero el propio presidente reconocía que no había podido (o no lo habían dejado en su propio partido) reformar la educación, modernizar la UTU, el Ferrocarril y el Hospital de Clínicas, ni concretar un nuevo puerto de aguas profundas, ni la planta de gas, ni las obras de infraestructura, ni la minería ... Aparte de esas frustaciones, era claro que Uruguay no iba camino a ser "un país de primera".

La campaña de 2014 fue menos pretenciosa. Arrancó con aquel "vamos bien", que parecía conformista y que no sintonizaba con preocupaciones de la gente que veía que la economía se enfriaba, y luego pasó al "que no se detenga".

Y luego, desde el propio oficialismo surgieron críticas a gestión de la administración Mujica, fundamentalmente en los entes industriales (ANCAP, ANTEL fundamentalmente). La oposición aprovechó el caso con las investigadoras parlamentarias sobre combustibles, cemento, cal, planta de gas, negocios con Venezuela.

Aunque Mujica era admirado en el mundo como político austero y de ética intachable, los uruguayos comenzaron a advertir que había habido episodios de corrupción en su gobierno.

La Justicia dirá sin hay o no delitos, pero hay ejemplos claros de corrupción, en el sentido de corromperse, de desviarse de la ética en el ejercicio de la función pública.

Más allá de los US$ 900 millones de pérdida de ANCAP o la "quema" de bonos de reserva de ANTEL, el uruguayo medio entiende que si pagaron publicidad por US$ 5.000 a una radio que no existía (y para que se gastara en campaña electoral), o si gastaron una barbaridad para una fiesta (y el cálculo por persona horroriza a cualquiera), ahí hubo corrupción. Y si aparecen un par de casos tan claros, y si hubo tantas pérdidas, es porque algo más pasó.

O sea que lo de "un gobierno honrado" choca con la percepción de que en ese período, se dio un "dejar hacer" desde lo más alto, que fue aprovechado para desvíos.

El invento de la licenciatura de Sendic entra en eso, porque aunque está claro que nunca ejerció una profesión que no tiene, también para la gente está claro que mintió en cada papel que firmó como "licenciado" y en las hojas de votacion que lo presentaron como tal. Y si mintió con eso, y se defiende con dudas incompresibles, también puede ser cierto lo otro.

Como la honradez es la "rectitud de ánimo" y la "integridad en el obrar", hay algunos ejemplos, otros hechos, y varias sospechas en la opinión pública, de que eso no se dio como se esperaba.

Y "el país de primera" quedó lejos, porque Uruguay sigue siendo uno de media tabla, alejado de los países desarrollados y sin que se haya una sensación de caminar hacia la "primera división", que se ve lejana.

Ahí hay una explicación fuerte de la "desilusión" de muchos frenteamplistas.

En los '70 se generó "una esperanza". Luego, se la alimentó hasta acercarse al gobierno. Alcanzó con ofrecer un "cambio" para ganar y gobernar. Y luego de haber llegado al poder, para mantenerse se ofreció "una ilusión": excelente para ganar, pero dificil de concretar.

Para lograr "un gobierno honrado" integralmente, hay que tener controles estrictos al máximo, porque siempre puede haber desvíos; y cuando eso pasa, "cortar la mano".

Y lo de prometer un "país de primera", era una ilusión, pero no por esperanza real, sino por imagen irreal.
Gran parte de los frenteamplistas mantienen firme la adhesión a su partido, algunos a disgusto, pero firmes. Otros dudan. Y otros, que habían comprado aquella ilusión, hoy sienten que la varita mágica tenía flacos poderes, y se debaten entre un voto castigo, que podrá ser en blanco o a otro partido.

La magnitud de ese bolsón de desilusionados, la capacidad del oficialismo por reconquistarlos y la habilidad de la oposición por captarlos, definirán la próxima elección. Y obviamente, la culpa nunca será del publicista.

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