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El día que Seregni renunció a la presidencia del FA y el llanto de sus seguidores

“¿Cómo podría yo negociar o acordar con el gobierno ni con los otros partidos políticos con ese menoscabo de la credibilidad y la confianza?”, se preguntó aquella noche
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06 de febrero de 2019 a las 09:25

Cinco de febrero de 1996. El general Líber Seregni llegó a la explanada de AFE, donde simpatizantes del Frente Amplio se habían reunido para celebrar los 25 primeros años del partido, para anunciar una decisión ya tomada. “No puedo permanecer un momento más en la presidencia”, dijo, y los llantos y gritos de la multitud le hicieron eco de inmediato.

Una nota de El Observador del día siguiente escrita por el periodista Alfonso Lessa da cuenta de cómo se vivió ese momento.

Desconsolado, detrás del estrado, un hombre de aspecto humilde y con la camiseta del club Fénix gritaba: "¡la culpa es nuestra, nosotros lo echamos!"

El general (R) Líber Seregni acababa de culminar el discurso en el que anunció su renuncia indeclinable a la presidencia del Frente Amplio; la confusión y la desolación eran el común denominador de la multitud que se había congregado en la explanada de AFE.

El silencio y el estupor que generó el anuncio de Seregni había dejado paso, primero, a los gritos casi desesperados de quienes le reclamaban que siguiera conduciendo la coalición; y luego, a otras escenas: llantos y abrazos de hombres y mujeres de toda edad, gente que corría detrás del estrado tratando de acercarse al general retirado que abandonó rápidamente el lugar, al deambular de muchas militantes que daban vueltas sin saber qué hacer, a las banderas bajas. 

Seregni se había comprometido ante blancos y colorados a dar una respuesta sobre la propuesta de reforma electoral que instauraba el balotaje, pero la coalición de izquierda no se pronunció formalmente.

El presidente del Frente Amplio se afirmó en su postura de defender la introducción de una segunda instancia de votación, pero sus correligionarios entendían que esta era una piedra en el camino del partido de izquierda, que por ese entonces aún no había llegado al poder.

“La decisión de la Mesa Política en el campo de sus facultades me inhabilitó para el cumplimiento de mi palabra y eso tiene repercusiones más allá del acto en sí”, aseguró Seregni luego.

La decepción del histórico dirigente frenteamplista era tan grande que sentía que su credibilidad estaba en jaque; que lo acordado por la Mesa Política era un “menoscabo sensible” a su palabra.

“¿Cómo podría yo negociar o acordar con el gobierno ni con los otros partidos políticos con ese menoscabo de la credibilidad y la confianza?”, se preguntó ante los militantes que los escuchaban incrédulos.

“No estoy en condiciones de negociar con el gobierno ni con los otros partidos políticos. Esto no le conviene y no le sirve al Frente Amplio y lleva indefectiblemente a que yo no pueda permanecer ni un momento más en la presidencia”, prosiguió.

La dimisión no estuvo fundada “simplemente en una sensibilidad exacerbada” y “no fue la gota que desbordó el vaso”, dijo. Con firmeza, Seregni enfatizó que no fue el hecho de haber sido desautorizado, sino las consecuencias que ese hecho podría tener.

“Nunca fui y no soy oportunista, he tomado esta decisión como producto de un proceso de racionalidad política y quiero que así lo vean y lo comprendan ustedes, que así lo vean ustedes, compañeros. Presento esta, mi renuncia, de carácter indeclinable”, se despidió con la voz quebrada.

En la crónica de ese día, Lessa describía cómo se habían sentido los espectadores de la renuncia.

Al finalizar el acto, cuando Seregni se había retirado, hubo recriminaciones del público a los miembros de la Mesa Política y a Astori, exigiendo que subieran al estrado a dar explicaciones. Dos mujeres con lágrimas en los ojos discutían: una hablaba de las culpas de la derecha, la otra le respondía con las palabras aún calientes de Seregni, reclamando que se asumieran las responsabilidades propias y se dejara de achacar todo a los demás.

Las tensiones en la coalición de izquierda quedaron en evidencia en el discurso del general. Varios dirigentes se ausentaron del acto, aun sabiendo que Seregni comunicaría allí la decisión de dar un paso al costado.

Tabaré Vázquez, quien se había postulado a la presidencia en 1994 bajo el lema Encuentro Progresista, se manifestó a través de un telegrama en el que afirmó que se sentía “más frenteamplista que siempre". Tampoco concurrieron la mayoría de los diputados del Partido Socialista, de la Vertiente Artiguista y del Partido Comunista.

La bancada de senadores de Asamblea Uruguay, no obstante, estaba en su totalidad en el acto de conmemoración de un nuevo aniversario del Frente Amplio. Uno de ellos era Danilo Astori, quien respaldó en todo momento la voluntad de Seregni de acceder a una reforma constitucional que habilitara el balotaje.

Tras el discurso, Astori aseguró a los medios que compartía “totalmente todas las críticas”. “Es algo que venimos manifestando hace tiempo, todos hemos contribuido a no pensar en lo que venía después de una decisión y que quisimos resumir cuando pedimos ‘no dejar solo a Seregni´”, agregó el senador.

Sin embargo, otros dirigentes frenteamplistas tomaron distancia del presidente retirado. Por ejemplo, el senador socialista Reinaldo Gargano tildó de “descarnado” su planteo y Marina Arismendi, senadora comunista, dijo que era su opinión y no la del presidente del Frente Amplio.

Los hechos se sucedieron velozmente luego de la renuncia. La reforma constitucional fue aprobada por un margen escaso de votos; Vázquez ocupó la presidencia del Frente Amplio y le ganó las elecciones internas a Astori. Luego fue a balotaje contra el colorado Jorge Batlle —con más votos en primera vuelta—, pero perdió.

Parte de los simpatizantes de la coalición de izquierda culparon a Seregni por este fracaso. Cinco años después del acto de febrero de 1996, Seregni no fue invitado al festejo del treintavo aniversario del Frente Amplio.

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