Sam Altman, director ejecutivo de Open AI

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El director ejecutivo de Open AI quiere escanear dos mil millones de ojos

Sam Altman proyecta la mayor base de datos biométricos del mundo con aplicaciones e infraestructuras implementadas sin consentimiento de las personas. La empresa está registrada en Islas Caimán.
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06 de agosto de 2023 a las 05:01

Las empresas tecnológicas necesitan alimentar sus algoritmos con millones de datos biométricos. Para lograrlo a costos bajos, como es el caso de Open AI, contrata operadores que buscan personas de países periféricos para obtener información que alimente la inteligencia artificial.

Esos operadores, externos a la empresa encabezada por el empresario Sam Altman, utilizan aplicaciones e infraestructuras que la antropóloga especializada en la actividad de las empresas tecnológicas, Sofie Henriksen, define como colonialismo digital.

La empresa ChatGPT logró, a través de estos operadores, escanear el iris de más de dos millones de personas a través de una esfera metálica que permite verificar que se trata de seres de la especie humana.

El procedimiento es sencillo. Las personas que van a ser escaneadas instalan una aplicación en sus teléfonos móviles y reciben un código QR. Luego, dejan que los operadores se valgan de una esfera metálica que observe uno de sus ojos y de ese modo obtiene información que ChatGPT denomina prueba de personalidad.

Una vez que la aplicación se asoció con el código QR se crea un pasaporte digital llamado World ID. Esa información queda en los archivos digitales de la empresa de Sam Altman.

Este procedimiento masivo fue lanzado el pasado 26 de julio. Antes, la empresa de Altman había contratado cientos de operadores que cobran por ojo escaneado en países del llamado Sur Global.

Los operadores dan estímulos a quienes se prestan a brindar sus datos. Por ejemplo, en Indonesia ofrecieron camisetas, Airpods y vales. En varios países organizan talleres para capacitar en criptomonedas. A través de distintos modos, logran escanear a infinidad de personas.

Kenia prohibió esos registros porque sus agencias de protección de datos, seguridad y servicios financieros dudan de la autenticidad y legalidad de esas actividades. También hay escepticismo acerca del consentimiento de los usuarios, dado que los términos de cesión de datos firmados por quienes los dieron no fueron traducidos al idioma local.

Altman dice que tanto el pasaporte como el monedero virtual que crea ChatGPT serán imprescindibles cuando la Inteligencia Artificial general haya superado a la nuestra y los humanos desempleados necesitemos recibir una renta universal.

“Es improbable que la paguemos nosotros”, aclaró recientemente el ejecutivo Ricardo Macieira, “pero queremos ser la infraestructura que permita a gobiernos y entidades hacerlo”. La empresa se llama Tools for Humanity (Herramientas para la humanidad).

La empresa Worldcoin opera desde una fundación registrada en las islas Caimán, un refugio fiscal. El diario español El País, interesado en estos procedimientos, publicó un artículo en el que afirma haber intentado recabar la versión de Tools for Humanity por varios canales, sin obtener respuesta.

El relato filantrópico con el que Worldcoin obtiene datos biométricos, para la antropóloga noruega Sofie Henriksen, resulta parte de lo que denomina colonialismo digital. Lo mismo ocurre cuando este tipo de empresas buscan datos biométricos en países en desarrollo sin el debido consentimiento.

“Las empresas digitales son las primeras en usar abiertamente sus proyectos filantrópicos para testar nuevas tecnologías, expandir su cuota de usuarios o extraer datos personales para entrenar algoritmos. Todas compiten por recaudar la mayor cantidad de datos posible”, dice Henriksen a El País.

Los datos biométricos son especialmente delicados porque son inmutables; no se puede cambiar de iris y permiten identificar personas de forma remota sin que esas personas se enteren.

La captura de datos biométricos es habitual en contextos migratorios, donde el escaneo de iris es condición para recibir ayuda humanitaria. En 2019, el Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas se asoció con la empresa Palantir para optimizar esas operaciones, y eso le permitió obtener datos biométricos de 160 millones de personas en 120 países.

Worldcoin lo hace en forma privada y los métodos de consentimiento resultan opacos. “El escaneo de iris se presenta como una herramienta que garantizará una distribución justa de recursos, ya sea criptomonedas o ayuda y alimentos”, indica Henriksen.

Tanto los refugiados que reciben ayudas humanitarias como las comunidades de países periféricos donde Worldcoin obtiene datos para sus bases ofrecen fuertes flancos de vulnerabilidad y poca certeza de mantener la reserva de información privada de las personas escaneadas.

El caso de Worldcoin no es el único. Muchos países crean sus propias bases de datos biométricos. En el caso de la India, el programa Aadhaar cuenta con datos filiatorios a través del iris y las huellas de 1.000 millones de personas.

Algo similar sucede con los documentos de identidad y pasaporte de la mayoría de las naciones que incorporan programas en los cuales las personas deben prestarse a ser fotografiadas en los ojos y dejar las huellas digitales. Esto permite un sistema instantáneo de vigilancia masiva.

La sociedad de la información avanza y ya hay 160 países que registran sistemáticamente datos biométricos, pero se supone que los Estados mantienen la reserva de esa información sin prestarla para otros usos que no sean los permitidos por sus propias legislaciones en cuanto a invasión a la privacidad.

En cambio, cuando se trata de bases de datos en manos de empresas privadas los límites son más difíciles de precisar, aunque tienen la obligación de no vulnerar la privacidad. “Una empresa privada que subcontrata servicios en otros países dificulta mucho la rendición de cuentas cuando hay violaciones de derechos”, argumenta Henriksen.

En su defensa, Worldcoin dice que no invade la privacidad porque el usuario no da su nombre al hacer el registro y su iris se almacena como un código numérico y sin sus datos personales.

Sin embargo, el formulario de consentimiento que firman quienes dan sus datos no aclara algo que sí hace la empresa al obtener información de los individuos. En concreto, la tecnología utilizada por los operadores de Worldcoin les permite obtener imágenes en alta resolución de la cara, los ojos y el cuerpo del usuario, incluyendo signos vitales como el ritmo cardiaco o la respiración.

Worldcoin, que se presenta como una plataforma filantrópica logró recaudar US$ 240 millones para el desarrollo de estas actividades entre empresas de Silicon Valley. La sociedad orwelliana del control cuenta cada vez más con herramientas que el propio George Orwell no hubiera podido imaginar a fines de los años cuarenta cuando escribió su libro 1984.

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