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El dos veces presidente vivió su primera derrota

Julio María Sanguinetti reconoció que perdió con Talvi luego de ver el primer boca de urna y dijo que está dispuesto a ser candidato a la vicepresidencia
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01 de julio de 2019 a las 05:03

Julio María Sanguinetti dio catorce pasos y detuvo los ojos ante la pantalla gigante que acababa de anunciar los resultados de la interna del Partido Nacional. Respiró hondo y escuchó el silencio en la sala de la Convención, hasta que una mujer  parada delante suyo gritó ¡Viva Talvi! 

El presentador aún no había dado los datos de la primera proyección a boca de urna en el Partido Colorado, pero el sobreimpreso ya decía que el economista era el ganador en la interna del Partido Colorado con un 52%. Observó la pantalla, vio lo mismo que el resto y salió caminando. “¿Dónde está Guido?”, preguntó y nadie supo responderle.

Estaba buscando al secretario general del Partido Colorado para pedirle que iniciara ya mismo los contactos con los otros precandidatos. Caminó en silencio, como tantas otras veces, por los pasillos que muestran la gloria de la colectividad fundada por Fructuoso Rivera, hasta que Guido Machado apareció. Había visto un solo resultado, pero era suficiente para reconocer su derrota, la primera en su historia. Consultado por El Observador, se limitó a decir que estaba “feliz” y que ahora sí empezaba la carrera electoral. 

Se sentó en la sala del Comité Ejecutivo Nacional y Machado discó el teléfono de Max Sapolinski, que a pocas cuadras, en el Hotel Four Points donde Talvi instaló su comando, ya festejaba y no atendía. Se refugió en la sala Luis Batlle Berres, y fue recibiendo al diputado Tabaré Viera, a su hijo Julio Luis, a Gustavo Osta y a Jean Paul Tealdi, los dirigentes más cercanos, quienes expresaban su desazón ante una derrota que no esperaban, pese a que habían visto cómo la distancia se había recortado en las últimas semanas.

Las últimas encuestas de intención de voto pronosticaban un final “cabeza a cabeza”, pero los primeros resultados indicaban que la distancia entre ambos era mayor. “¡Qué sorpresa!”, se limitó a decir una mujer. Al cierre de esta edición, en el promedio de las proyecciones de escrutinio de las encuestadoras, Talvi recibía el 53%, Sanguinetti el 34% y Amorín 11%. 

Minutos después llegó Pedro Bordaberry, el candidato ganador en la anterior elección interna y que había sido invitado especialmente por Sanguinetti. Luego de dialogar un rato y mascullar la derrota, salió a esperarlos como la “historia manda”. Con Bordaberry a su lado, primero recibió a José Amorín Batlle, con quien se fundió en un abrazo, mientras esperaban a que Ernesto Talvi terminara su discurso. 

Parado en la puerta, como el anfitrión que recibe a sus invitados, le dio la “bienvenida” a Talvi y le dijo que ahora era su “turno”, mientras pasaban por al lado del busto de José Batlle y Ordóñez. Algunos minutos después, en un breve discurso, dijo que su precandidatura había tenido dos objetivos y que ambos estaban cumplidos. “Levantar al Partido Colorado y construir la idea de un gobierno de coalición nacional, más allá de los resultados internos del partido”. “Nos sentimos con regocijo de conciencia”, agregó y prefirió no abundar en detalles acerca de si la victoria de Talvi significaba  un triunfo de lo nuevo sobre lo viejo.

En 2018, cuando el economista aceptó lanzar su precandidatura tuvo una serie de reuniones con Sanguinetti quien le ofreció su apoyo, pero lo rechazó porque no estaba dispuesto a contar con su “aparato territorial de captación de votos”. “Lo viejo y lo nuevo se viene discutiendo desde que nací”, señaló y pidió seguir con “el mismo ánimo y entusiasmo”. 

Más allá del silencio, ninguno de sus gestos mostró resignación por la derrota. Reconoció que esa noche no habría fórmula y se puso a disposición de lo que resolviera la mayoría. “A donde me mande el partido voy. Depende de él ahora”, dijo mientras Mercedes Menafra, la viuda de Jorge Batlle, escuchaba con atención. Pidió no “demorarla mucho” para aprovechar el capital político de una interna de “guante blanco”. 

Mirando a los ojos a Talvi, y luego de ser ovacionado en reiteradas ocasiones al grito de “presidente, presidente”, dijo que ahora era tiempo de “hacer lo que tenemos que hacer” y le deseó la “mayor de las suertes”. “Acá estamos para servir”, sentenció, y se dedicó a aplaudir al economista que corriendo “mucho y bien” lo acababa de vencer.  

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