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Gonchi lo gritó allá donde está. Era el gol tan esperado y justo el día en el que Peñarol le hacía un homenaje. Y tuvo razón. El equipo llegaba cuestionado, el secretario deportivo, Carlos Sánchez, también. Había que ganar como fuera ante un rival siempre difícil. Había que remontar el peor momento anímico no solo del año, sino quizás, desde que llegó al club Diego López. Y se remontó.
Futbolísticamente, el equipo no cambió nada. O casi nada. Anímicamente sí fue otro. Empujó, metió, fue Peñarol, ese que le transmite al hincha, el que contagia. Esa actitud que faltó en el clásico, apareció el sábado.
¿Por qué casi nada y no nada? Porque se vieron los piques interminables de Facundo Pellistri, quien con apenas 17 años, fue titular por primera vez y fue la figura. Descontroló al fondo de Defensor y apunta para mucho más. No hay que apurarlo, pero mostró cosas distintas. Y en este fútbol uruguayo, eso ya es mucho, y mucho más a su edad.
“Necesitábamos hombres dentro de la cancha”, dijo López en la conferencia de prensa. Clarito. Había que ganar un partido en el que la pelota quemaba. Por eso seguramente jugó el capitán, Cristian “Cebolla” Rodríguez, su encuentro 150 con esta camiseta. Se nota, se sigue notando que le falta. No encontraba la pelota, no aportaba demasiado, pero en el momento menos esperado llegó la jugada del gol. Y lo hizo él. Esa es una virtud de los grandes.
Seguramente en otras circunstancias, el Cebolla no hubiera jugado un partido de estas características, tan friccionado, tan complicado desde lo mental en un plantel que llegaba golpeado por el tremendo cimbronazo recibido ante Nacional. Aquel 3-0 todavía duele en el plantel. Está muy fresco. No se hizo el duelo, como se dice ahora.
Pero López lo conoce mejor que nadie y sabía que lo tenía que poner. Sobre todo, por lo que le puede transmitir a los otros dentro de la cancha. Por algo, Peñarol no había ganado ningún partido en los que él no estuvo últimamente. El clásico no se cuenta porque entró faltando poco y con todo liquidado.
Desde su lugar, el Cebolla fue importante. No descolló, pero fue determinante con el gol y con lo que puso pese a la lesión en el brazo. Aquella lesión de la bronca que terminó con un vidrio roto. Con férula y todo, jugó y anotó.
Otro punto alto fue de otro futbolista de los referentes: Walter Gargano retomó su senda que había perdido desde el viaje relámpago a México. Ni ante River, ni contra Nacional había mostrado lo que puede. Sí apareció con todo su temple frente a Defensor. Más sobre todo, luego de la tonta expulsión del Tata González. Faltaban 29 minutos y el rival aurinegro atravesaba su mejor momento luego de un primer tiempo muy tibio.
Desde ese momento, Gargano fue trascendente en el mediocampo. Incluso se sintió en una rodilla y siguió como si tuviera 20 años. No quiso salir y aguantó a pie firme.
Enzo Martínez fue un puntal en defensa. Que sí, que no, Diego López no se definía partido a partido entre él y Rodrigo Abascal. Esta vez se decidió y el joven zaguero fue de los mejores quitando prácticamente todo.
Claro que atrás tenía a Kevin Dawson quien siempre salva al menos un gol hecho y esta vez no iba a ser la excepción. Fue tras un tiro libre de Luciano Boggio que cabeceó espléndidamente Gastón Álvarez. Pero estaba Dawson. Brillante.
El gran punto débil de Peñarol fueron las pelotas quietas. Eso que el año pasado y en el Apertura había sido un fuerte, en la Sudamericana, el Intermedio y contra Defensor, se volvieron a padecer. En el complemento, Defensor tuvo tres chances. La recientemente comentada, un córner que erró en la línea Mariano Pavone de forma poco creíble, y un cabezazo de Nicolás González.
Peñarol no puede darse ese lujo. Es una clara alarma que sigue encendida desde hace tiempo y que debe mejorar. Sobre todo, en un torneo que no perdona y que ya el miércoles tiene un segundo capítulo ante Rampla.
A ese encuentro faltarán Ignacio Lores –seguramente con una rotura fibrilar del cuádriceps izquierdo, por la que dejó la cancha en un llanto a los 13 minutos y tendrá para tres semanas de recuperación– y Agustín Canobbio, lesionado en una pierna. Esas fueron las malas noticias para este inicio de Peñarol.
Que quede claro que a Peñarol no le sobró nada. Jugó más de media hora con un hombre de más y su rival lo arrinconó sobre el final. Pero el “animómetro” del equipo había tocado fondo. Allí ahondó Diego López durante estos últimos 15 días en los que no hubo competencia. Apostó a eso y a algunas variantes como Pellistri. Y tuvo su premio.
Que quede claro también que debe mejorar y mucho para seguir allí arriba. Que le falta mucho para parecerse en algo a lo que mostró en determinados encuentros del Apertura que ganó bien.
En varios pasajes del primer tiempo quedó desbalanceado en defensa y su rival no supo aprovechar esos contragolpes. Seguramente, otros adversarios no lo perdonarán.
Pellistri fue figura de punta a punta. Cada pelota que tocaba, se venía abajo el Campeón del Siglo. Gonchi no lo conocía porque el chiquilín nació después de su partida. Pero igual lo disfrutó. Como cada triunfo.
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