Fachada del Rambla Hotel sobre la Plaza Gomensoro

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El exRambla Hotel: testigo olvidado de la historia de un barrio al que hizo crecer

Inaugurado en 1935, el alguna vez lujoso hotel cambió habitaciones para turistas por monoambientes, y se transformó en un edificio de apartamentos marcado por la sombra de su pasado
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31 de mayo de 2021 a las 05:00

Por Federico Pereira

Diciembre de 1935. Sobre la esquina sureste de la plaza Tomás Gomensoro, se inauguraba el flamante Rambla Hotel, cuya innovadora y colosal figura de 13 pisos cambiaría el rostro de una zona por ese entonces dominada por la señoriales casas de balneario que una vez abundaron en Pocitos.

Siete meses antes y tres cuadras al este, el difunto Hotel de los Pocitos, otrora símbolo de la ya extinta Belle Époque montevideana, fue demolido, tras haber sido comprado por la Intendencia de Montevideo. Con un hotel, moría un pasado de balneario de lujo. Con el otro nacería, poco a poco, el barrio urbanizado y densamente poblado que hoy es Pocitos.

El ex Hotel Rambla

Mucho antes de que, gracias a la Ley de Propiedad Horizontal de 1947, Walter Pintos Risso, Raúl Sichero, Luis García Pardo y otros arquitectos empezaran en la década del 50 a convertir la costa de Pocitos en un paseo marítimo dominado por edificios residenciales, el Rambla Hotel y edificio El Mastil (Av. Brasil y Juan Benito Blanco) fueron durante años las únicas torres de un barrio hoy caracterizado por su arquitectura de altura. 

Hoy, el Rambla sólo tiene de hotel su nombre. Hace años sus habitaciones que un día alojaron turistas se convirtieron en apartamentos. Su fachada, un día símbolo de la arquitectura moderna que iba ganando terreno en la imagen de Montevideo, muestra hoy aires acondicionados, cerramientos de vidrio y aluminio, y desperfectos que, fruto de esta evolución, lo fueron cambiando sin modificar su esencia. 

El hotel y su creador 

La Compañía Nacional de Hoteles S.A, una empresa de capitales nacionales, encargó el proyecto en 1931 al arquitecto Mauricio Cravotto (1893-1962), quien fuera también el diseñador del edificio del Montevideo Rowing Club (1923) y del Palacio Municipal (1941). Él ya era por ese entonces un consagrado dentro de la escena arquitectónica nacional, siendo además docente de la Facultad de Arquitectura, y el primer profesor en enseñar urbanismo como materia. Inspirado en sus inicios por la escuela del academicismo francés, corriente que dominaba durante sus años de estudiante, poco a poco se fue convirtiendo en uno de los primeros arquitectos del movimiento moderno en Uruguay.

Muestra de este cambio es precisamente el Rambla. "Es de los primeros edificios modernos del país", sostiene Martín Fernández, arquitecto y estudioso de la obra de Cravotto, quien asegura que esa modernidad no se manifiesta "en estado puro" ya que como sucedió con arquitectos contemporáneos como Vilamajó, no daban completamente el salto a la nueva corriente. 

Cravotto planificó el edificio como una construcción simétrica en forma de U mirando a la ensenada de Pocitos. Sin embargo, a raíz de las complicaciones económicas que trajo consigo la Crisis del 29, los promotores del edificio cortaron el presupuesto y el diseño se tuvo que modificar al actual. 

El hotel contaba originalmente con 250 habitaciones, terrazas, solarium, piscina, casino y comedor con vista al mar, además de un gran salón de baile, donde se realizó una gran fiesta de inauguración, a beneficio del Asilo y Taller Pro Hogar de la Sordomuda. 

Los años '30 y '40 supieron ser el inicio de una nueva época de veraneo en la playa Pocitos, con la desaparición del viejo hotel y el aprovechamiento de toda la playa, además de los cambios urbanísticos de la zona, que, junto con el ejemplo del Rambla y El Mástil, fomentaron la construcción de grandes edificios que en las décadas siguientes pasarían a transformar la imagen del barrio. 

El Rambla dejó de ser hotel en los años sesenta, y más tarde pasaría a ser un edificio de habitaciones para inquilinos y, paulatinamente, se transformaría en el bloque de apartamentos que es hoy. A pesar de que, con los años, la titularidad de cada unidad pasaría a ser de varios dueños, no fue hasta los años 2000 y tras un trámite de más de 20 años, que el edificio pasó a ser considerado propiedad horizontal y dejar el régimen de "sociedad de acciones" por la copropiedad. 

El presente del "Rambla"

Fachada sur del Hotel Rambla

La planta baja del edificio, donde antes estaba la recepción del hotel, hoy se separa en dos. Por un lado, está el hall del edificio de apartamentos, con la portería, ascensores y escaleras, y por otro, desconectado del resto, un moderno local de muebles roba la atención del peatón de la disimulada entrada del edificio, que se distingue aún hoy con el símbolo del Rambla Hotel, una R y una H sobre un mar de olas. En el mismo espacio que hoy está la tienda había, hasta hace unos años, otra marca de mobiliario, cuyo logo aun se puede ver en la calzada de la vereda alrededor del edificio.  

Hall del edificio

Si uno se dispusiera, tras pasar por la puerta giratoria y entrar a lo que un día fue la recepción del hotel, a subir al primer piso ya sea por los ascensores originales o por la escalera principal, llegaría a un corredor trunco, sin salida. El espacio que antaño ocupó el casino del Rambla hoy está separado del resto del edificio por una pared y el único acceso a este espacio se da por la tienda de muebles.

Lo mismo sucede si uno quiere llegar al segundo y tercer piso, donde se ubicaban el salón de baile y el restaurant del hotel. El lugar donde toda una generación asistía a los "bailes del Rambla" se encuentra inaccesible, –así como los murales y las obras de arte que decoraban el espacio–, dado que hoy hay un desacuerdo legal hace más de 10 años entre un privado y los vecinos del edificio sobre quien tiene la propiedad e independencia de esos pisos, que hoy se encuentran vacíos, y por lo que se puede ver desde afuera, poco mantenidos. 

Escalera principal

Es por esto que, formalmente, el edificio de apartamentos comienza en el cuarto piso. Al haber sido habitaciones de hoteles, la principal diferencia que un apartamento en el Rambla puede tener de cualquier otra propiedad ubicada sobre la costa pocitense es su tamaño. Cuando el hotel se transformó, se tuvieron que adaptar cuartos de entre 20 y 25 metros cuadrados a monoambientes cuya función iría más allá que el alojamiento estacional. Es por eso que internamente se tuvieron que hacer cambios estructurales, tales como la incorporación de cocinas o pequeños entrepisos. Algunos apartamento no cuentan con cocinas integradas, por lo que sus habitantes se resuelven con la ayuda de microondas, garrafas de tres kilos e ingenio. 

De los más de 190 apartamentos, los de la esquina, además de tener balcones diseñados por Cravotto que sobresalen sobre la calle Luis Cincinato Bollo, tienen la particularidad de ser los únicos con un espacio más grande y dormitorios separados, ya que en muchos casos se juntaron dos habitaciones para ampliar el espacio. 

Según cuenta uno de sus porteros, el Rambla es "un mundo aparte" donde todo el día se ve salir y entrar gente distinta, al vivir en el edificio desde "veteranos de toda la vida" hasta parejas jóvenes que se mudan allí buscando la independencia o jóvenes que vienen del interior "recién salidos del liceo" a estudiar sus carreras universitarias en Montevideo. El precio para vivir en un edificio que fue hotel oscila entre los $13 mil y los $25 mil mensuales. 

El deterioro propio del paso del tiempo se hace presente en algunos rincones de sus infinitos recovecos, a pesar del esfuerzo de sus copropietarios por mantenerlo. Desde hace unos años, los vecinos decidieron contratar a un encargado del mantenimiento, que trabaja de lunes a viernes solucionando y arreglando los distintos problemas y desperfectos que presenta la construcción. Unos años antes, se cambiaron los motores de los viejos ascensores. Desde el año pasado, la inmensa terraza en el piso 13, dueña de uno de las vistas más impresionantes de Pocitos, tiene un piso nuevo. 

Ascensor original del edificio

Poco queda hoy del Pocitos que un día fue esa zona de arenales húmedos donde las lavanderas que dieron nombre al barrio realizaban sus labores aprovechando el agua del lugar. Uno de los vestigios de eso parece estar en el sótano del Rambla, donde una bomba hidráulica obtiene el agua de manantial que corre por debajo de sus cimientos y provee a todo el edificio. Hace dos años, los vecinos decidieron iniciar los tramites para dejar de usar agua de OSE e instalar el mecanismo que hoy les permite aprovechar esa peculiar característica de la zona.

Gracias a esto, quienes viven en el edificio pagan a la empresa que instaló la maquina, la mitad de lo que pagarían a OSE . Ese mismo sótano, donde en su momento supo haber una piscina para los huéspedes del hotel, hoy es un laberinto de paredes sin revestir. En él está el apartamento de Juan, un antiguo portero del Rambla, a quien luego de su jubilación los copropietarios del edificio le dieron un espacio para que viviera.

Si uno hoy se para en la Plaza Gomensoro y ve la fachada oeste del edificio, una de las cosas que saltan a la vista, además de varias cajas blancas de aire acondicionado, son los cerramientos de aluminio presentes en la mayoría de los balcones. Estos, por supuesto, no formaron parte del proyecto original de Cravotto, sino que fueron cambiados cuando el hotel se convirtió en edificio.

Esta es una de las principales razones por las cuales el viejo hotel hoy no puede ser declarado Monumento Histórico Nacional, al no haberse mantenido tal cual el proyecto original. "Todo no puede ser Monumento Histórico Nacional, no lo es hoy, pero quizás es un edificio a estudiar para declararlo" dijo el presidente de la Comisión de Patrimonio, William Rey, quien aclaró que el edificio tiene "una alta graduación en el inventario de Pocitos", por lo que "en alguna medida tiene protección".  Una de esas medidas de protección patrimonial es que el inmueble fue declarado Bien de Interés Municipal en 1995.

Vista desde el piso 13 del Rambla

Hoy, el Rambla sigue dominando la vista de Pocitos, sacándole varios pisos de ventaja a sus vecinos. Hoy, ese vestigio del barrio que un día fue balneario se mantiene, con orgullo y dañado por el tiempo, con la mirada fija en el mar. 

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