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El fin del cuento de hadas

La segunda temporada de The Crown desciende a las profundidades de la vida privada de la realeza británica y muestra su faceta más humana
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08 de enero de 2018 a las 05:00
La reina de Inglaterra está sentada sola en el palco del Royal Opera House de Londres. En el escenario una mujer baila uno de los fragmentos de Giselle. El cuadro es de una exquisitez absoluta, capaz de cortarle la respiración a cualquiera. Incluso, también, a Isabel II. La reina mira –la mira– sin pestañear, con sus ojos que, por unos instantes, dejan de ser tan fríos. Ahora su mirada la descubre lastimada, vulnerable. Humana. La función termina y alguien le dice: "La señora Galina Ulanova quiere conocerla. ¿Le gustaría?". La reina de Inglaterra responde "No".

¿Quién, después de todo, querría conocer a la amante de su marido? Con esa pregunta flotando en el aire da comienzo la segunda temporada de The Crown que puede verse desde diciembre en Netflix. Esta vez Peter Morgan, su creador y guionista, decide ser bastante más claro en el comportamiento infiel del duque de Edimburgo. Y, aunque según Vanity Fair y varias publicaciones internacionales, no hay evidencia del affaire entre la bailarina rusa y el marido de la reina Isabel, la escena da cuenta de los romances que Felipe tenía fuera de los muros del palacio de Buckingham.

En la segunda entrega de The Crown hay mucho más espacio para el romance. Primero está la historia de Isabel y Felipe. Sus miradas furiosas; sus silencios; su pareja de noches en camas separadas de dormitorios contiguos; la manera de denigrarla que tenía él; la inseguridad de ella; la necesidad de él de ser nombrado príncipe para, así, tener el mismo rango en la corona que su hijo Carlos; sus breves, torpes e hilarantes instancias de intimidad.

Y, en segunda instancia, está Margarita que, sin duda, es uno de esos personajes secundarios que a fuerza de carisma y empatía se terminan apropiando de la pantalla.


En la primera temporada la hermana de la reina debe renunciar a Peter Townsend y ahora todavía está juntando los pedazos de su corazón roto. Se emborracha, fuma, se queja, pelea, dice que no a propuestas de matrimonio de amigos y sin titubear le dice a la reina de Inglaterra que es invisible.
Después se enamora del fotógrafo Tony Armstrong-Jones que, carente de todo tipo de modales reales, un día le dice a grandes rasgos que el matrimonio es lo opuesto a la felicidad. Después de algunas puertas golpeadas y un impasse la pareja se casa. Armstrong-Jones, por supuesto, mantenía varios romances en simultáneo y una relación con una pareja de amigos.

¿Quién, después de todo, querría conocer a la amante de su marido? Con esa pregunta flotando en el aire da comienzo la segunda temporada de The Crown que se puede ver desde diciembre en Netflix.
La princesa Margarita y Armstrong-Jones se casaron en 1960 y se divorciaron 18 años más tarde.
A lo largo de sus 10 capítulos, la nueva temporada de The Crown nos recuerda que, más allá de la vida privilegiada y llena de lujos, los miembros de las casas reales, al final del día, tienen los mismos problemas que el resto de los mortales. Y que, más allá de sus gestos y palabras extracontrolados, hay en ellos una cuota de humanidad. Como corolario y para aquellos que aún siguen creyendo en esos mundos de rosados y de fantasía: no hay cuento de hadas en la historia de la reina Isabel II.

Una serie de actores

Dicen que la realización de la primera temporada de The Crown salió US$ 130 millones. Morgan dijo que creía que esa suma era la de ambas ediciones. El dato sirve, sobre todo, para explicar el nivel de detalle y de cuidado que hay en su producción. No en vano en los últimos premios Emmy la serie ganó en varias de las ternas técnicas.

Pero más allá de la belleza que filtra la pantalla el verdadero mérito está en el trabajo actoral. El trabajo de Claire Foy en el papel de la joven reina Isabel es maravilloso. Cuando la actriz perdió, por segunda vez, en la categoría mejor actriz en los premios Bafta, su contrincante Sarah Lancashire subió a recibir la estatuilla y dijo lo siguiente: "Claire Foy, me diste las mejores 10 horas bajo un edredón que haya tenido jamás".

A su impecable actuación se le suman las de Matt Smith en el rol del duque de Edimburgo, Vanessa Kirby como Margarita, Matthew Goode como su marido, entre otros tantos papeles secundarios que son igual de brillantes.

The Crown es, incluso para los contras, uno de los mejores bocados de fin de año que nos regaló Netflix

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